Ser niña en El Salvador

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Por: Silvia Elizondo

Cuando comencé a escribir me hice la pregunta ¿Qué deseo decirles de ser niña en El Salvador? y rápidamente mi primer pensamiento fue ¡Es muy jodido! 

Desde muy pequeña conoces el acoso sexual. Recuerdo que las primeras veces que me subí al transporte colectivo con mi mamá sentí a un hombre tocándome el brazo y fue tanta mi incomodidad que hice que mi mamá me llevara en sus piernas.

Luego de eso, a medida fui creciendo, los incidentes también fueron creciendo y el acoso sexual ya no era únicamente en el transporte colectivo, era en las calles donde transitaba para ir a la escuela, la tienda, el parque y hasta la escuela. Y el problema es que te enseñan a ignorarlo, a que no le des importancia, que a todas nos pasa, entonces es normal.

En los últimos años  se han realizado  grandes esfuerzos para visibilizar la situación de las niñas en El Salvador, recientemente el Fondo de Población de las Naciones Unidas presentó el Mapa de Embarazos en Niñas y Adolescentes donde se aporta un análisis nacional sobre la problemática.

Dicho mapa registró 68,423 mujeres embarazadas en el año 2017 de las cuales 19,190 eran niñas y adolescentes entre los 10 a los 19 años de edad, y lo más alarmante es que ¡Muchos de estos embarazos son resultados de violaciones!

El problema se agudiza mucho más ya que se obliga a las Niñas y Adolescentes a llevar a términos sus embarazos sin desearlo, tienen que abandonar  el  sistema  educativo, lo que les genera impacto a largo plazo en su educación o futuro laboral, además están expuestas a  reproducir  patrones  de  pobreza  y  exclusión  social.   

Las estadísticas del Instituto de Medicina Legal reflejan 822 casos de violencia sexual de enero a abril de 2019 de los cuales el 84% se cometió en contra de mujeres y el 79% de víctimas son menores de 19 años.  Y nos damos cuenta que las niñas ni en sus hogares están seguras porque sus principales agresores son conocidos, por ejemplo sus novios, padrastro, padre, esposo, ex compañero de vida, tío, vecino y otros.

Aunque muchos y muchas digan que se ha mejorado, y se resalta que hay una reducción con años anteriores, me parece que las cifras aún son repudiables.

Pensar que todavía las niñas no pueden vivir libres de violencia y deban enfrentarse a muchos otros problemas cada día me hace reflexionar lo importante y lo urgente que es buscar las estrategias para frenar la cultura de violación, machista y patriarcal; propiciar la reflexión desde la perspectiva de género y masculinidades de la responsabilidad de los padres y cuidadores de no convertirse en agresores de sus propias hijas y de otras niñas en su entorno.

Robustecer las instituciones de Educación, Salud, Justicia, y el Sistema de Protección para las niñas y adolescentes. Y promover una cultura de denuncia y  no permitir la impunidad de los casos de violencia sexual presentados en el sistema judicial.

¡Les debemos mucho a las niñas y adolescentes en este país!