Foto cortesía/ Antonieta Coreas
Por Antonieta Coreas
“No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”. Simone de Beauvoir.
Parece que en el actual siglo las cosas hubieran avanzado significativamente y que temas como derechos o acceso a los mismos ya están más que adquiridos o como utópicamente se dice son inherentes al ser humano; sin embargo al escudriñar con la mirada de las gafas moradas como lo llamamos las feministas suelen surgir algunas incomodidades traducidas en desigualdades para otras.
Al hablar del tema de desigualdades para las niñas, jóvenes y mujeres tenemos lamentablemente, una variedad de matices y colores de lo que podríamos reflexionar; sin embargo como educadora y feminista me inquieta la falta de seriedad y atención a un tema urgente para las niñas y las jóvenes de nuestro país; el acceso a la educación, este como muchos asuntos relacionados a esta población se ha postergado e incluso ignorado con el paso del tiempo.
Con el inicio de la pandemia el año pasado se visibilizaron muchas desigualdades a nivel nacional en el tema educativo en aspectos como el acceso a tecnologías, recursos, espacios físicos, contexto económico- familiar, etc. Proyectándose como algo general para toda la población estudiantil, pero el tema se vuelve más complejo cuando agregamos el elemento género y específicamente la reducción significativa en el acceso para las niñas y las jóvenes salvadoreñas.
A nivel educativo nacional las últimas estadísticas son las del año 2018, por lo que no se cuenta con información actualizada a la fecha ni en contexto de pandemia con respecto a deserción escolar o matriculas; sin embargo por medio de un sondeo a nivel informal con docentes del sector publico si se ha identificado bajas significativas en matriculas en algunos centros, en otros del sector urbano ha ocurrido el fenómeno que debido al impacto económico para las familias salvadoreñas ha incrementado su matriculado estudiantil, en ambos escenarios se identifica como punto en común la baja de matrícula para las niñas; ya que a pesar de hablar en algunos casos de incrementos se focaliza visiblemente en el caso de los niños y los jóvenes; evidenciando la vulnerabilidad con la que las niñas, las jóvenes y las mujeres somos inhabilitadas fácilmente a en el acceso a nuestros derechos.
Sin ánimos de alarmismos o discursos trillados este panorama para las niñas y las jóvenes no vislumbra una solución efectiva ni alternativas a futuro en su desarrollo académico, profesional o laboral. Como ya sabemos existe una brecha salarial significativa en contra de las mujeres, además de otros elementos como doble o triple jornada laboral, opciones de trabajo relacionadas a tareas de cuidado y tareas domésticas, acoso laboral por parte de jefaturas y compañeros de trabajo entre otros más que limitan un avance pleno para nosotras las mujeres en estas áreas y cuya raíz precisamente está vinculada al tema del acceso restringido al derecho a la educación para las niñas y las jóvenes.
La pandemia ha revelado y agudizado muchas de las crisis a nivel nacional como la del sector salud, sector político y económico, esto sin duda; ha tenido un impacto para toda la población en diferentes aspectos y niveles, lo que cabe destacar es que definitivamente las palabras de la filósofa, maestra y escritora Simone Beauvoir citadas la inicio siguen siendo vigentes, y en el caso del acceso a la educación se evidencia cuando las familias deben priorizar sobre las necesidades básicas y quien de sus miembros podrá accesar a la educación, recordándonos la categoría impuesta como mujeres y como futuras cuidadoras en un sistema que se resiste a mirarse a sí mismo.
Pese a que se está abordando una temática completamente real y evidente se podría cuestionar que solamente se ha vinculado a aspectos negativos y pesimistas sin evidenciar los esfuerzos y avances que a la fecha muy generosamente los gobiernos y las organizaciones internacionales han aportado al tema de la educación y el acceso a ella para las niñas y las jóvenes; pero para su incomodidad las gafas moradas se han vuelto permanentes y no podemos en cualquier circunstancia dejar de evidenciar las desigualdades en nuestra contra. Así, aunque se diseñen campañas rosas en pro de la integración de las niñas al sistema educativo y que no dudamos pueden generar frutos, siempre se nos coloca bajo la mirada de un sistema que debe aprobarnos siendo “buenas estudiantes”, con “buenas calificaciones”… cuando desde el inicio se sabe que será una batalla perdida para las niñas y las jóvenes que deben estudiar en contextos de abusos, violencias y explotación laboral tanto dentro como fuera del hogar.
En este y en otros temas relacionados a nosotras las mujeres siempre surgirá la pregunta de lo que debemos hacer o lo que podríamos aportar al respecto; institucionalmente y a nivel de país queda en evidencia con los años que no podremos nosotras ni nuestras futuras generaciones confiarnos de sus respuestas; queda en evidencia que solo de nuestras propias manos, de nuestra propia voz y nuestra propia mente las mujeres podemos aportarnos, acuerparnos y crecer, aunque por hoy seamos unas pocas no nos detendremos porque un día seamos todas.
Be the first to comment