Salud mental y poblaciones sordas: «Lo que nuestras manos callan, nuestro cuerpo lo grita»

La importancia de incorporar psicólogos y psicólogas preparadas para interactuar con la comunidad sorda y sus familias, el acceso a la salud mental cómo un privilegio y cómo lograr para estas personas una inclusión efectiva fue parte de la conversación con Milena Pérez, psicóloga de la Academia Manos que Hablan y Trebol Asistencia Psicológica. En esta entrevista, propone algunas soluciones desde el enfoque sociocultural para construir espacios seguros para todas, todos y todes. 

 

Esta es la primera entrega del especial dedicado al Día Mundial de la Salud Mental.  Así, Revista La Brújula  presenta cuatro experiencias e iniciativas que buscan abordar y mejorar el bienestar emocional de manera integral.

 

 

Por: Fátima Cruz

Milena Pérez, psicóloga especializada en el trabajo con personas sordas, reflexiona sobre los desafíos que enfrenta la salud mental, tanto a nivel individual como colectivo, y la falta de accesibilidad que sigue siendo una barrera importante. 

 

En esta entrevista comparte cómo su encuentro con la comunidad sorda transformó su vida y su vocación. A través de su labor en la Academia Manos que Hablan y en Trébol Asistencia Psicológica, Milena aborda las dificultades de accesibilidad y propone soluciones desde un enfoque sociocultural para lograr una inclusión efectiva de las personas sordas y sus familias. 

 

Manos que Hablan ha participado por dos años en la Feria de Salud Mental de la UCA, donde estudiantes, ex estudiantes y docentes han reconocido la importancia de atender las necesidades de las personas sordas. Ella destaca que cada vez más profesionales y estudiantes de psicología están aprendiendo lengua de señas, lo que considera fundamental para mejorar la atención en salud mental.

 

Ella resalta la necesidad de preparar a los psicólogos y psicólogas para interactuar no solo con personas sordas, sino también con familias de niñez oyente con padres sordos, ya que esta discapacidad suele ser «invisible» y olvidada en el ámbito clínico.

¿Por qué es importante la salud mental?

 

La salud mental es un tema crucial que muchas veces dejamos de lado. Es importante abordarlo primeramente por nuestro bienestar. Hay una correlación directa: entre más saludable está nuestra psique, mejor nos relacionamos con las otras personas. Si no abordamos el tema es fácil caer en el aislamiento o en conductas autodestructivas, hacia nosotros mismos y hacia los demás. Así que es un tema clave para el desarrollo personal, pero también para la comunidad y la sociedad.

 

¿Cómo nace tu motivación para trabajar en este tema?

 

En un inicio, yo quería ser militar porque mi papá lo era y me atraía la disciplina. Pero, todo cambió cuando conocí a tres chicos sordos que llegaron a mi escuela. Ahí vi cómo se comunicaban y me interesé en aprender lenguaje de señas. Esto me hizo reflexionar sobre cómo podía ser útil a esta comunidad. Fue entonces cuando decidí que en lugar de ser militar quería estudiar psicología. Las personas sordas me salvaron la vida de seguir un camino que no era el mío. Hoy siento que estoy aportando algo significativo.

 

¿Cómo te hizo reflexionar ese acercamiento a la salud mental de las personas sordas?

 

Fue un tema de accesibilidad. Me di cuenta de las barreras a las que se enfrentan, como la dificultad de ser atendidos en lugares públicos por la falta de comunicación. Entonces me pregunté ¿cómo hacen para ir al psicólogo? Ir con un intérprete es incómodo porque son temas muy personales. En ese momento, no conocía psicólogos oyentes que supieran lenguaje de señas. Por suerte, hoy en día, hay más profesionales que han aprendido. Pero, en aquel entonces, la falta de accesibilidad era muy evidente.

 

¿Cuáles consideras que son los principales obstáculos para hablar de salud mental, acceder a servicios en el país y cómo se intensifican para las personas sordas?

 

En general, hay varios obstáculos. Primero, el estigma. Aunque hay mucha información disponible en redes sociales, a veces no son fuentes fiables y persiste la desinformación. Luego, está la capacidad del sistema de salud pública que es muy limitada. Hay pocos psicólogos y las citas son cortas, de 15 a 30 minutos. Además, la salud mental sigue siendo un privilegio de clase. Las sesiones privadas rondan entre 25 y 35 dólares, lo cual es inasequible para muchas personas. Finalmente, la falta de ética de algunos profesionales que imponen sus creencias personales durante las sesiones puede ser muy dañina.

 

Con las personas sordas el problema se agrava. Si ya el sistema de salud no puede atender adecuadamente a las personas oyentes menos puede hacerlo con las sordas. Hay una barrera de comunicación enorme y pocos profesionales están capacitados para abordar las necesidades específicas de esta comunidad. Por ejemplo, a menudo se diagnostican problemas como agresividad o retraso cognitivo porque no se comprenden las barreras comunicacionales y culturales que enfrentan.

En ese caso, ¿qué consideras que se necesita para mejorar la accesibilidad y atención en salud mental para estas poblaciones?

 

Se necesita una mayor concientización y formación en el enfoque sociocultural de la discapacidad. También, es crucial contar con más profesionales que sepan lengua de señas. Es necesario que el sistema de salud pública amplíe su capacidad y que los servicios de salud mental sean accesibles, no solo económicamente sino también en términos de inclusión. Solo así podremos garantizar que la salud mental sea un derecho para todos y todas, no un privilegio de unos pocos.

 

En este sentido, ¿cómo aborda tu labor el tema de la salud mental con poblaciones sordas y qué áreas trabajan?

 

En la academia trabajamos principalmente en dos áreas: atención clínica y educativa. Como psicóloga, me centro en el área clínica donde abordamos temas emocionales como la ansiedad, depresión o autolesiones. En cuanto a la parte educativa, acompañamos a personas sordas y a sus familias en su inserción al sistema educativo. Es un trabajo integral, porque las barreras comienzan desde el idioma y van más allá, afectando su salud mental.

 

Respecto a lo que explicas, ¿cómo afecta la falta de comunicación en la salud mental de la niñez y adolescencias ?

 

La falta de comunicación es uno de los mayores problemas que enfrentan las personas sordas. A menudo, sus familias no aprenden lengua de señas, lo que crea una barrera gigante para establecer vínculos. Se frustran porque no entienden a sus hijos o hijas, y a su vez ellos y ellas se sienten aislados. Esto genera un aumento en los niveles de ansiedad y depresión. 

 

Mencionas que trabajan desde un enfoque sociocultural. ¿En qué consiste este enfoque?

 

El enfoque sociocultural reconoce la lengua de señas como el idioma natural de las personas sordas. A diferencia del enfoque médico que ve la sordera como una condición que hay que «reparar», el sociocultural valora la lengua de señas como clave para el desarrollo cognitivo y social de las personas sordas. Les permite comunicarse de manera efectiva y, además, formar una comunidad con su propia cultura. En esta visión, no se trata de hacer que las personas sordas se adapten a la cultura oyente sino de integrar ambas culturas para que puedan coexistir de manera enriquecedora.

 

Por ejemplo, una costumbre que me encanta es la forma en que brindan. En lugar de chocar las copas como lo hacemos nosotros, ellos tocan sus dedos antes de levantar la copa ya que el tacto es una forma esencial de comunicación para ellos. También, tienen su manera de decir «buen provecho» en señas. Estas pequeñas cosas reflejan una identidad cultural que va más allá de la mera comunicación.

 

¿Cómo influye la barrera en la comunicación en la salud mental de las personas sordas?

 

La falta de espacios accesibles en términos de idioma y cultura limita mucho a las personas sordas. Esto no tiene que ver con la sordera en sí sino con el entorno que no les brinda las herramientas necesarias para comunicarse. Este aislamiento es lo que lleva a muchos a desarrollar problemas emocionales como ansiedad o depresión.

 

¿Nos podrías compartir una  experiencia muy valiosa para ti ?

 

Uno de los casos más gratificantes que hemos tenido es el de un chico sordo que llegó a la academia a los 11 años. No quería entrar y estaba muy frustrado. Con paciencia, empezamos a enseñarle lengua de señas y poco a poco fue ganando confianza. Ahora, dos años después ha completado seis grados en el sistema educativo. Su familia, que al principio no sabía cómo comunicarse con él, ha aprendido lengua de señas y esto ha transformado sus vidas. Ahora, él participa activamente, busca información y hace preguntas sobre el mundo. Es una persona curiosa y llena de vida. Ha sido increíble ver cómo ha cambiado su entorno.

 

Se nos olvida que las personas sordas existen sobre todo porque puede ser una discapacidad -invisible-. ¿En qué sentido? Todos alguna vez hemos visto una persona usuaria de silla de ruedas, una persona con discapacidad visual, pero quizás miles de veces nos hemos sentado a la par de una persona sorda. Pero, como no se nota no nos hemos dado cuenta, entonces se nos olvida que existen. Y se nos olvida preguntar: ¿cómo hacen esto o lo otro? ¿Acaso no lo pueden hacer? Claro que lo hacen, pero se necesitan estas adecuaciones necesarias para poder.

 

Tras escuchar esta experiencia, ¿qué significa acompañar a personas en procesos de salud mental?

 

Para mí es muy significativo porque yo misma he estado en situaciones difíciles. Yo también he pasado por episodios de depresión y he necesitado acompañamiento psiquiátrico. No me da vergüenza decirlo porque todos y todas podemos enfrentar retos de salud mental. Acompañar a otros u otras en su proceso, sin importar si son personas  sordas, oyentes o parte de la población LGBTQ+, es un acto de empatía y de crear espacios seguros. Y eso es lo que trato de hacer en la academia y en la clínica: que las personas puedan sentirse seguras y comprendidas, sin ser juzgadas.

 

¿Cómo crees que la salud mental podría ser más accesible para todos?

 

Creo que es fundamental que tengamos acceso a información confiable y verificada sobre salud mental. Debemos poder encontrar estrategias que nos ayuden a cuidar nuestra salud mental sin añadirnos más presión. Por ejemplo, se suele decir que hacer ejercicio o comer bien mejora la salud mental, pero para muchas personas eso no es factible por sus horarios o condiciones de vida. Necesitamos estrategias más accesibles y que se ajusten a la realidad de cada persona. También, conocer y llamar a canales de apoyo profesionales. 

 

¿Qué mensaje darías a la sociedad, personas sordas y sus familias sobre la salud mental?

 

Es fundamental darle prioridad a la salud mental, al igual que hacemos con la física. Como dice una frase que me gusta: «Lo que nuestra boca, o en el caso de las personas sordas, nuestras manos callan… nuestro cuerpo lo grita». Si no expresamos nuestras emociones, pueden transformarse en problemas físicos. Las emociones son como el agua siempre buscan una forma de salir, si las ignoramos pueden convertirse en malestares físicos como dolores de cabeza o problemas gastrointestinales. Es importante escuchar a nuestro cuerpo y no subestimar las señales.

 

Existen espacios donde las personas sordas pueden recibir atención en su idioma, con un enfoque sociocultural adecuado. Les animo a buscar espacios, sí hay. A las familias les diría que no deben estigmatizar la búsqueda de ayuda y que es clave promover la independencia de sus seres queridos para mejorar su salud mental.

La Academia Manos que Hablan cuenta con 11 años de experiencia y 7 años trabajando en salud mental con personas sordas. En Trébol Asistencia Psicológica abordan temas de salud mental y crianza respetuosa. Contactos a través de redes sociales o por WhatsApp al número 7587-1254.