El amor propio nos salva, nos cuida y nos transforma

Por Dinora Torres

En un mundo patriarcal sentirnos insuficientes es de las heridas más profundas que se ha instalado en nuestras mentes. Nos resulta difícil querernos bonito, sin juicios, sin dureza, sin límites, sin culpas y sentirnos completas sin que nos recuerden lo “imperfectas que somos”. 

Desde muy pequeñas nos enseñan a mirarnos y sentirnos valiosas por cómo nos vemos o por buscar la aprobación y la mirada de otrxs, especialmente la masculina, y esto resulta desgastante porque surgen sensaciones de miedo, inseguridad, angustia, estrés y esa vocecita enemiga que nos repite con frecuencia “hay algo malo en mi”, “no soy suficiente”, “estoy desarreglada”, “me voy a quedar sola”, “nadie me va a querer”. 

El sistema patriarcal nos quiere ocupadas, tristes, desoladas, en guerra con nuestros propios cuerpos, luchando con nuestro peso, con las canas, con las líneas de expresión, las arrugas, los rollitos, las estrías y la idea de estar completas solo en pareja. Los estereotipos de belleza nos siguen atravesando cruelmente y nos persiguen por todos los medios para recordarnos que “siempre hay algo malo”.

El peligro arrollador se evidencia cuando somos capaces de invertir todo nuestro tiempo, recursos y energías en estar “bellas” para que nos quieran y nos acepten especialmente los hombres ¿Qué sucede cuando eso no llega? Aparece el autocastigo, la dureza, la culpa, el sacrificio y el maltrato como herramienta de control hacia nosotras mismas.

Comprendiendo lo anterior nos podemos preguntar ¿Por qué es importante querernos y cultivar el amor propio? 

En primer lugar, porque es un acto revolucionario y político. Un ejemplo claro de ello es que desde la psicoterapia feminista me he dado cuenta que un gran porcentaje de mujeres que acompaño comparten emociones, sentimientos similares y no es casualidad que nos afecten en diferentes contextos.

El amor propio es un asunto político porque históricamente traemos luchas, afectaciones que han sido asuntos privadas y poco a poco las hemos apalabrado. Además de entender que para las mujeres el amor propio atraviesa nuestros cuerpos con exigencias, presiones y violencias. No olvidemos que nuestros cuerpos tienen memoria.

En segundo lugar, es importante reconocernos como humanas, ir llevando nuestros procesos desde los recursos que tenemos y colocarnos al centro, nombrarnos como seres individuales por y para nosotras. Podemos ir desaprendiendo y acomodando todas esas emociones y sentimientos que necesitemos transitar. Identificar las necesidades como punto de partida sin sentirnos “egoístas” o “malas”, cambiar esa mirada de validación y aceptación para nosotras, reconocer nuestras capacidades, habilidades y celebrar nuestros propios logros.

En tercer lugar, generar conciencia que el amor propio no es romántico, a veces duele, otra se vuelve más fácil o más liviano y en toda esa montaña rusa de sentires, este proceso se vuelve una energía que se mueve a nuestro propio ritmo que hay que validar y respetar. 

En este mes de febrero y todos los meses del año quiero recordarles que no hay una receta mágica que funcione para todas, pero cada una lo hace como puede y con lo que tiene. Toda esa valía que nos hace únicas, ha estado siempre con nosotras, somos suficientes, valiosas y podemos aprender a cuidarnos, aternurarnos con el mismo amor que damos a otrxs.

Todas merecemos mucho amor, buen trato, ternura, emanando mucho cuido en cómo nos hablamos, como nos tratamos, llorando, validando tus emociones, descansando, teniendo citas contigo misma, abrazándote fuerte, tomar un respiro, respetar tus espacios, rodearte de la gente que te ama y respeta, alejándote de la gente que te hace daño, eligiendo cada día los pensamientos y preguntándote de vez en cuando frente al espejo ¿Qué necesito para estar bien conmigo misma?, ¿Qué trato quiero hacer conmigo?, ¿Me estoy necesitando a mí? 

Finalmente, quiero mencionar que si necesitamos acompañamiento psicológico en este camino también es válido, el ser honestas y reconocernos en la vulnerabilidad es lo más humano que hay.