«De las elecciones y las historias olvidadas del movimiento feminista salvadoreño»- por Fátima Polanco

Por Fátima Polanco 

Cuenta la leyenda que en tiempos memorables existía una fuerza colectiva y movilizadora que tenía presencia e impacto en las acciones para conmemorar fechas claves del movimiento feminista: concentraciones, marchas, plantones y de más actividades eran llenadas por millares de mujeres con convicción, entrega y conciencia de la importancia de esos momentos y por qué no mencionarlo, por las organizaciones con recursos.

Coordinaciones inter-organizacionales eran la base de ese enorme engranaje que movía las demandas y apuestas feministas. Las convocatorias con todo y sus fallas eran unificadas y los esfuerzos de todas eran triunfo colectivo que dejaba ese sabor de pertenencia, lucha y sororidad a muchas de nosotras.

Las fechas conmemorativas del movimiento feminista a lo largo de esos años fueron momentos claves para el posicionamiento de las luchas en favor de las mujeres, que marcaron avances significativos en temas relacionados con nuestros derechos y así mismo ayudaron a consolidar nuestras alianzas “sororarias” entre todas.

¿Qué pasó con esto? – Algunas podríamos tener noción de cuándo y porqué sucedió pero tampoco es algo que se quiera reconocer, aunque cabe mencionar que las vinculaciones partidarias tuvieron mucho que ver.

Las diferencias políticas partidarias, los protagonismos y luchas de poder crearon una fisura bastante grande, enfrascándonos en diferencias y discusiones sin sentido que ahora más de alguna podemos ver.  Aclaro para que no se entienda mal, que es importante reconocer y fortalecer la participación política de las mujeres; pero que no implique el desgastes y el distanciamiento entre el movimiento de mujeres y feminista 

Del dicho al hecho…

Después de ese “pequeño” impase nos prometimos que nuestras diferencias no afectarían nuestro accionar como movimiento pero, como del diente al labio hay mucho espacio, olvidamos aquellos pactos que prometimos no romper. El protagonismo de algunas nubló el juicio de muchas y las divisiones sobre si apoyar aquel candidato que toda su vida criticó a los gobiernos de turno pesó más que la única lucha que importaba, la de nosotras. Aún no está claro dónde quedó el “¡Nada Sobre Nosotras, Sin Nosotras!

Este personaje y su partido jamás entenderán el daño y el retroceso que nos causaron y aunque al final fueron como todos, no vamos a negar que divididas nos dejaron. Quiero pensar que no fue un plan estructurado ese de absorber en puestos del gobierno a mujeres claves del movimiento, quiero pensar que el hecho de ocupar una silla de directora de ese instituto no tuvo que ver con el deseo de tener esos gramos de poder político. Al final esa silla la ocupó quien menos se esperaba y con el señalamiento de muchas de movimiento que esperaban ese chance y no lo lograron.

A partir de ese momento no podemos negar que las rupturas eran evidentes sin olvidar que algunas aceptaron puestos que de buena fe pensaron generar cambios, incidir y mejorar las condiciones para las mujeres; pero no fue así. Olvidaron que entrar a la política era seguir las directrices de los iluminados que ocupan las sillas presidenciales y que las libertades de ser activistas se perdían el día que firmaban sus contratos.

Falta de articulación, la triste realidad del movimiento feminista salvadoreño.

En estos últimos años hemos visto cómo esos lazos se han adelgazado, evidenciando que el patriarcado nos ha ganado terreno minando nuestras alianzas históricas y acuerdos éticos feministas que por mucho tiempo algunas de nosotras creímos inquebrantables.

Los esfuerzos coordinados desaparecieron de nuestro imaginario y proyecciones, los protagonismos de las organizaciones y colectivas sumado a nuestros desacuerdos nos ganaron la batalla. Nos hicieron olvidar lo fuerte que somos cuando estamos juntas, las incidencias colectivas que generan impacto, la toma de las calles cuando realmente somos capaces de detener el mundo, las denuncias a una sola voz que retumban en las instancias del gobierno. Hemos olvidado que este engranaje diverso de mujeres  funciona mejor cuando todas nos movemos a un solo ritmo.

Las fechas conmemorativas con esfuerzos aislados evidencian cada vez más esta desarticulación que cala más en aquella vieja fisura, que nos dice que los protagonismos y los financiamientos están por encima de las luchas verdaderas que le debemos al feminismo. Esté que con esfuerzo colectivo nos ha dado herramientas que si del todo no están bien nos han permitido tener ciertas garantías y avances en materia de igualdad y violencia.

La herencia 

Para este punto la herencia a la nueva generación ha sido un movimiento fragmentado, con divisiones absurdas, con debates pendientes y con historias de su vieja gloria que ahora podrían ser irreales. Heredamos un pleito absurdo de sectorización de territorios, organizaciones, colectivos y un discurso sobre relaciones entre mujeres que se ha ido por el caño del desagüe. 

Heredamos discursos adulto-centristas y clasistas. Heredamos una serie de condiciones tontas para formar parte de este movimiento, heredamos discursos bien aprendidos e incoherentes con nuestro accionar, desigualdades, protagonismos y ridículos gramos de poder inventados por nosotras mismas.

Heredamos un rompecabezas sin manual de instrucciones que deberían de ser nuestra lista de errores pasados, heredamos el silencio de nuestra historia por miedo a ser juzgadas y abrir esas heridas que ya no queremos recordar.

¿La nueva tercera ola del feminismo salvadoreño?

En medio de todo esto hay que reconocer que el surgimiento de nuevas voces y espacios de mujeres jóvenes nos están enseñando que después de todo, la última palabra aún se sigue escribiendo y así seguirá. Que los cambios generacionales son importantes y abrirnos a esa posibilidad es la mejor decisión que podemos tomar. Y no solo como un discurso de las luminarias para ser políticamente correctas.

A este momento que se puede considerar la nueva generación de feministas es importante darle el reconocimiento que se merecen, su capacidad de articular y generar verdadero movimiento donde todas sean parte es digno de admirar y respetar. Esta nueva generación nos está mandando el mensaje más claro, el activismo feminista es una convicción que nos recorre el cuerpo y nos hace enchinar la piel. Que ahí no se necesitan logos de agencias, respaldo de organizaciones reconocidas o permisos para realizar actividades.

Aquí nos recuerdan que la calle nos pertenece, que conmemorar las luchas son momentos de unión entre nosotras, que las divisiones cargadas de discusiones y diferencias absurdas son vacías y lo único que interesa es que realmente “tiemblen los machistas” y que “caiga el patriarcado” y para esto, seguro que desde la indignación y la rabia se seguirán manchando monumentos patriarcales, entre otras cosas.

Debemos reconocer que no estaríamos en este proceso de reconstrucción sin esta marejada de mujeres jóvenes que están inyectándole esa energía potente, que se deja sentir en cada consigna, en cada grito de “alerrrrrrrta…” y en cada paso al marchar.

Fátima Polanco es activista lesbosfeminista. Ha sido cofundadora de las colectivas “La Casa de Safo» y “Las Desclosetadas”. Cuenta con experiencia en temas de derechos humanos, género y población LGBTIQ+. Posee estudios en mercadotecnia y publicidad. Actualmente es estudiante de administración de empresas.

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