La naturaleza es excepcional. La tierra es el único planeta que tiene las condiciones especiales para conservar la vida. El cuido y la sensibilización hacia la población sobre los problemas que le afectan es parte de la labor de dos grupos de mujeres que surgen para poner al centro de la mesa el equilibrio y la sostenibilidad ambiental en los territorios.
Por: Eugenia Olán
Asociación Ameyalli y la Red de Ambientalistas Comunitarias de El Salvador, RACDES, son apuestas que promueven la justicia ambiental, la soberanía alimentaria y la defensa de la biodiversidad para brindarles herramientas a las mujeres y generar procesos de contraloría social en sus territorios.
RACDES nace en 2008 con liderazgo de mujeres y hombres. Desde sus inicios, han estado presentes en los municipios de San Francisco Menéndez, Cuisnahuat, Jujutla, San Julián y Guaymango, en el occidente de El Salvador, y en Mercedes Umaña y Nuevo Edén de San Juan, al oriente del país. En estos lugares, buscan construir educación ambiental a las comunidades para la defensa de los territorios y hacer incidencia sobre políticas públicas a favor del medio ambiente, frente a los gobiernos locales.
Alrededor de 15 mujeres formaron esta organización con el compromiso de construir un territorio ambiental que enseñe a la población que son sujetas de derechos y continuar la búsqueda de condiciones de vida de igualdad entre hombres y mujeres.
Nacimos en el territorio y por lo tanto todo nuestro esfuerzo está concentrado en la búsqueda de mejores condiciones de vida para las mujeres y niñas, protegiendo la tierra, el agua y toda la biodiversidad. Buscamos una participación efectiva de las mujeres en procesos de toma de decisiones, son construcciones que elaboramos para darles ese liderazgo en sus comunidades.
Zulma Larín, ambientalista de RACDES.
Además, están en la constante necesidad de organizar a jóvenes y niñez en la defensa de los territorios.
Todas esas estrategias de trabajo a partir de defensa de los bienes comunes como el agua, la tierra, las semillas, los bosques y los derechos, son ejes transversales que las ambientalistas han desarrollado desde un enfoque de género. “Porque todos estos no se puede desarrollar si no son incluyentes, porque el derecho a vivir en un ambiente digno nos compete a todas y todos”, explicó Zulma.
En Cuisnahuat, apoyaron al desarrollo de proyectos sobre economía solidaria, que consiste en la entrega de novillas a las mujeres que las vincula a ser parte de la autonomía agroecológica y ganadera, con el objetivo de expandir la canasta básica de alimentos con los derivados de la leche y les permite incorporar un balance nutricional para mantener una buena salud. Con proyectos como este, también se aportó a la conformación de la Asamblea Popular de Cuisnahuat.
En 2009 este espacio se conforma en el territorio en vista de que RACDES promueve esa incidencia local y que brinda herramientas para el fortalecimiento organizativo y el cambio de políticas públicas en favor del medio ambiente.
Un manantial de resistencia en Santo Tomás
Otras de las apuestas ambientalistas de mujeres es la Asociación Ameyalli. Ameyalli viene del náhuatl que significa “manantial y fuente de sabiduría”, significado que ha sido guía para estas mujeres jóvenes entre los 9 y 16 años, que decidieron replantearse la lucha ambiental y organizativa por la defensa de los territorios
La Asociación surge en 2007, a partir de una iniciativa de crear un espacio seguro para mujeres jóvenes, donde puedan recibir procesos de formación en sus tres ejes principales: derechos sexuales y derechos reproductivos, prevención de violencia para niñas, adolescentes y mujeres, y el acceso a justicia medio ambiental. Este proyecto de defensa de los territorios se reconfiguró en 2015, bajo la figura de un árbol con silueta de mujer que las representa. Griselda López, activista de Ameyalli, nos relata cómo enfrentaron al capitalismo cara a cara, cuando este sistema, personificado en empresas constructoras, destruyó su territorio.
El tema ambiental a nosotras nos tocó la puerta, nos tocó hacer un ejercicio de defensa de territorio ante la deforestación ambiental de 40 manzanas en nuestro territorio que vino de la construcción de la Residencial Sierra Verde, desde ahí vimos la necesidad de hacer un trabajo territorial y con mujeres en las comunidades más afectadas. Donde se estaba construyendo la residencial es una zona muy rica de recarga hídrica, tuvimos que poner el cuerpo y hacer una defensa de este recurso”. recordó Griselda López, activista de Ameyalli.
La lucha ambiental que se dio en Santo Tomás, las motivó a articularse para luchas por la justicia ambiental y la soberanía alimentaria, a través de diferentes acciones cómo procesos formativos para mujeres lideresas.
“Detener la deforestación lo hemos aprendido en el camino, nos hemos formado en conocer cuales son las instancias de donde poner una denuncia cuando se amenaza nuestro territorio, conocer los impactos ambientales y cómo nos afecta ha sido parte de nuestros procesos y los que hoy compartimos y transmitimos a las niñas y mujeres en Santo Tómas”, relató.
Más allá de la soberanía alimentaria.
Las ambientalistas insisten en que el derecho de la población a producir su propio alimento y a controlar los medios que se utilizan para ello, es una resistencia contra la imposición externa de productos a la que históricamente han sido sometidas las familias.
“Para nosotras es importante la educación comunitaria, las mismas lideresas se expanden y brindan las capacitaciones, para nosotras son los modelos de desarrollo y empoderamiento para ellas”. mencionó, Griselda.
Por ello, están apostando por los bancos comunitarios, cuya finalidad, aseguran, no es la acumulación de capital y ganancias, su perspectiva va más allá. Su objetivo es llevar el excedente de las cosechas y realizar mercados orgánicos como parte de la construcción de alternativas que surgen ante los problemas ambientales, las crisis alimentaria y el alto costo de la canasta básica.
En temas de soberanía alimentaria, Ameyalli capacitó a mujeres de Santo Tomás, para la elaboración de huertos familiares, luego de que la pandemia de COVID 19, les hizo replantearse cómo las mujeres están accediendo a la alimentación y la escasez de muchos productos alimenticios. Por ello, brindaron formación y herramientas basadas en la agroecología para la instalación de 40 huertos.
Actualmente, el 70% de las mujeres mantienen sus huertos y a partir de ello, se realizan ferias agroecológicas donde se llevan sus cultivos para realizar trueques o ventas con otras familias, esto les permite de manera colectiva solventar sus necesidades.
Las propuestas de ambas colectivas de cambio y transformación social, combinan distintos niveles de diálogo y cooperación, así como formas alternativas de percibir la necesidades y prioridades de las mujeres en los territorios.
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