Altar del día de los muertos en Nahuizalco, El Salvador- por Karen Escalante

Por Karen Escalante

El investigador Carl V. Hartman describe parte de las festividades que realizan en esta población indígena. Una de ellas refiere a los altares que había en cada casa.

En los años 1896-1899 hizo un recorrido etnográfico, arqueológico por El Salvador, Costa Rica, Guatemala.

En los altares colocaban guirnaldas alrededor hechas con flores amarillas de los muertos, con “hojas relucientes y multicolores de tradescantia zebrina y con las bandas brácteas de tono rojo fuego del poinsettia pulcherrima”  colocaban una mesa o un tronco que se cubría con una estera de junco multicolor, ahí  había bebida y comida para los muertos. También había en los altares plátanos, chirimoyas, zapotes, naranjas, granos de cacao, cestos llenos de tortillas y tamales y otras comidas que deriban del maíz, una vasija con chocolate. Además de incienso encendido que regalaba su olor a todo el cuarto.

Esa comida no era permitida para las personas invitadas. Se comenta además que, tanto en los cementerios como en los altares de las casas se escuchaban los cantos de las mujeres que se entremezclaban con sus llantos. Además celebraron fiesta del primero de noviembre realizada en memoria de los muertos.  En la cual, desde un día anterior grupos de mujeres y niños se encargaron de limpiar las fosas, localizadas hacia el este y el oeste. En todos los cementerios del lugar. También ordenaban las piedras colocadas alrededor y menciona que:

“cubrían las tumbas con las flores anaranjadas de los muertos, una clase de tagetes . Por la noche todos los habitantes de la comunidad se encontrarían en el cementerio, para comer, beber y danzar.” La danza era al ritmo de flautas de bambú y tambor. Pero ese día llovió y algunas personas se quedaron en casa. “Comieron tamales de pavo calientes, envueltos en hojas de plátano y bebieron hidromiel de maíz (chicha).

 

Y así algunos de nuestros ancestros, celebraron esas fiestas a las personas importantes en sus vidas. Su árbol genealógico. En los que recuerdan a cada persona que forma parte de su ser. Tanto físico, como espiritual.

Queda en la conciencia colectiva fortalecer,  retomar las identidades y raíces indígenas. Como

parte importante de nuestra cultura, realzar sus aspectos. Recordar a nuestros ancestros, al retomar dicho legado en honor a su memoria.

Nahuizalco entre 1897-1899. Carl V. Hartman

 

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