TAMBIÉN DEFENDÁMONOS DEL MIEDO -Por Miriam García-

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Vía Vanguardia El Salvador

Por Miriam García, periodista de Vanguardia El Salvador en cuarentena.

Es momento de contrarrestar el miedo. Es verdad que nos encontramos ante algo que en nuestro tiempo moderno no habíamos enfrentado como me dijo una vez mi compañero. Nunca como ahora la vida nos había mostrado la fragilidad que tenemos ante nuestros propios adelantos, avances y orgullos. La globalización acerca todo personas, cosas y también virus, pero ¿no es, después de todo, algo que tarde o temprano podía ocurrir?

La manera cómo se ha manejado a nivel internacional la pandemia del COVID-19 (llamado coronavirus por muchas personas) ha provocado niveles de estrés tan altos que contagian a mucha más gente que este virus. No voy a detenerme en cifras y datos que han sido ofrecidos una y otra vez por la Organización Mundial de la Salud, acerca de la tasa de mortalidad que ocasiona el virus, un 3,4%; o de su gravedad en pacientes crónicos o de cierta edad. Tampoco me quiero detener en el hecho de que más del 80% de los casos presentarán sintomatología leve.

Quiero hablar del estigma. Tan grave como la sensación de desahucio que oprime a una persona al saberse o creerse enferma de algo que ha sido tan mediatizado como el COVID-19, es el estigma.

En El Salvador he notado, a pesar que estoy en cuarentena desde hace más de 13 días a la fecha en que escribo esto, cómo la gente tiene tanto miedo y tan poca información, que acusa a las personas que lamentablemente han dado resultados positivos, de tener la culpa de que el virus entre en el país.

Creo que debemos comenzar a informar desde la humanidad y no solo desde la alarma. Que las personas sientan confianza cuando escuchen que los casos están en centros de contención, que la gente se sienta bien de saber que personas salvadoreñas qué por diversas razones, quedaron atrapadas en el exterior, tienen derecho a volver. Que existimos en una era en que no podemos satanizar a todas las personas que viajan. Algunas viajan por que sus trabajos se los exigen, otras porque ahorraron, otras porque tienen familiares en el exterior, otras por amor.

Las personas que por cualquier razón están fuera de sus fronteras tienen derecho a volver y por supuesto, someterse al protocolo de ingreso y salud que indiquen las autoridades. Se me estruja la esperanza cuando veo personas que dicen que por culpa de quienes ingresan el país se enferma. Hace falta mostrar más empatía, humanidad, informar desde la razón y no con el miedo para que no aumentemos el estigma en las personas que estamos en cuarentena y no sabemos si somos portadores o no.

Probablemente nos dañe más toda una opinión pública desfavorable que la enfermedad. Probablemente el ser tildados, deje más secuelas que el virus.

Si creemos en que las medidas de cierre total que se están tomando son las adecuadas, entonces solo acatemos lo que podamos, practiquemos el cuidado colectivo mientras sea necesario la distancia social, el continuo lavado de manos, la limpieza constante. Es verdad que también nos enfrentamos a la posibilidad de que el contagio burle los puntos ciegos, pero por esa razón actuemos con la prudencia necesaria hasta que el peligro pase.

A quienes estamos en cuarentena, a quienes estarán, porque van a seguir volviendo los salvadoreños, como un derecho humano al retorno; no nos queda más que esperar y aferrarnos al optimismo.

No estamos en tiempo de perder la esperanza y dejar que nos ahogue el miedo y el pánico tras cada conferencia. Estamos en tiempo de investigar qué más está pasando, de ver como apoyamos a quienes llevan peor esta contingencia. Para quienes están afuera, pueden empezar donando sangre al hospital de niñas y niños, Benjamín Bloom, que lo necesitan. Podemos ayudar a las personas mayores de edad que no tienen familiares que las asistan para comprar alimentos; comprando en los mercados y no en supermercados para que las familias productoras no se vean afectadas. Podemos exigir que se garantice el agua como derecho humano, porque el agua y la salud son necesidades complementarias, y este momento nos los demuestra. Y podemos practicar la empatía, agradecer por la vida que tenemos y pedir por la recuperación pronta y satisfactoria de quienes han enfermado y de quienes enfermarán.

No seamos presa del miedo viral, del pánico y la desesperanza; no porque lo recomiendan las Naciones Unidas, no porque se los dice una mujer que está en cuarentena, tras volver a su país sino porque pertenecemos a la misma humanidad y, como dijo Rutilio Grande, “nos tenemos que salvar en racimo, en mazorca, en matata, o sea en comunidad.”

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