Por: Fátima Cruz
La crisis sociopolítica en Nicaragua ha impactado de múltiples formas a las juventudes. La historia de Adira relata cuando una joven estudiante, de un poco más de 20 años, es obligada a exiliarse por ejercer su derecho a la protesta. En ese camino no solo enfrentó dificultades de una migración forzada sino a experimentar un embarazo sin acceder de forma integral a sus derechos sexuales y reproductivos.
Adira, se vió obligada al exilio. Fue una de las estudiantes atrincheradas en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN Managua), una de las universidades que fue símbolo de resistencia en el 2018. Vivió la toma del recinto estudiantil en el violento ataque del 13 de julio, en el que paramilitares dispararon de forma continua alrededor de 17 horas. Tras la arremetida decidieron replegarse a la iglesia Divina Misericordia, la irrupción llegó al templo. Dos jóvenes estudiantes fueron asesinados durante esas horas.
Relata que al estar involucrados, junto a su grupo de la universidad, tuvieron que protegerse un par de semanas. Durante esos días recuerda que había mucha presencia policial en las calles. La pinta de universitarias y universitarios les generaba miedo ya que sentían que en cualquier momento podían detenerlos. Ese temor también persistía debido a la captura de otro grupo de compañeros que resistieron al ataque, a quienes torturaron, golpearon y agredieron sexualmente, explica Adira. Era consensuado que no querían ser apresados. Debido al contexto de represión y al no poder sostener por más tiempo el resguardo en casas de seguridad se vió obligada a exiliarse en Panamá.
Migrar y sus dificultades para acceder a derechos reproductivos
El ingreso a Panamá representó los primeros costos económicos. Los y las nicaragüenses pueden ingresar con pasaporte pero deben presentar $500.00 y un billete de salida. La vida en Panamá no es muy accesible, afirma. Los salarios no son acordes con la cantidad de dinero que se gasta, y hace un recuento de las necesidades que debe suplir, como: compra de alimentación, alquiler, medicina, transporte público. Era muy complicado poder sobrellevarlo, explica.
¨Por ejemplo, trabajar en una casa, que en algunos casos te ves expuesta a maltratos, pero es lo más fácil que puedes obtener y ganas aproximadamente 500 dólares. Puedes gastar en un alquiler 250 dólares entonces es totalmente desproporcionada y no te da mucho tiempo para adaptarse económicamente. Y, poco a poco, te vas quedando sin ingreso, sin ahorro, sin suministros de alimentos y otros.¨
En 2021, la Agencia de la ONU para los Refugiados consultó a nicaragüenses refugiados, refugiadas y solicitantes de esta condición en Panamá cuáles eran sus principales necesidades. Una de las principales respuestas fue la alimentación, el 81% redujo la cantidad y calidad de alimentos, el 53% respondió que comió tres o más veces al día, mientras que el 68% pidió dinero prestado para comprar comida y el 47% trabajó a cambio de comida. Respecto a la vivienda el informe arrojó que 78% ha acumulado deuda de alquiler, el 49% no ha pagado alquiler por meses y el 47% ha trabajado a cambio de alojamiento. La consulta reveló que el 35% de personas tiene ingresos que alcanzan para cubrir dos semanas o menos.
Adira realizó diferentes tipos de trabajos, uno de ellos fue en un restaurante pequeño. El puesto de comida se encontraba en la calle. Ella ganaba $12.00 dólares al día, la jornada iniciaba a las 5:00 a.m. y terminaba a las 5.00 p.m.
Estaba embarazada y los aproximadamente $240 mensuales no eran suficientes para cubrir los costos para vivir y realizar sus controles.
¨ No tuve chequeos. No pude. Recuerdo que tuve una ayuda que nos dieron y me pude hacer un ultrasonido porque pude pagar 25 dólares. Fue muy duro. Creo que solo hice los primeros exámenes de los tres meses y fueron como 20 dólares que gasté. Pero, claro, con $12.00 dólares al día no podía hacer mucho. Tenía que pagar alquiler, pagar comida… Estaba con mi pareja pero eran irregulares los trabajos que podía conseguir. No me hice ningún tratamiento médico hasta que llegue a España. No pude acceder a vitaminas y nada… todo era muy caro. Recibí mucha ayuda de varias personas y salí adelante. No sabíamos cómo actuar. No estábamos preparados para eso.¨ Asegura que en Panamá no es tan difícil asistir a un centro de salud pero que los servicios deben de pagarse y también le preocupaba demasiado la cuenta del hospital después del parto.
La situación era económicamente compleja. A esto se sumó que decidió no solicitar asilo ya que también podían denegarlo. ¨También (el asilo) era un elemento peligroso porque solicitar asilo dentro del territorio centroamericano nos sugería un riesgo. Pensábamos, desde nuestra inocencia, que el gobierno podía obtener información o en algún momento saber si estábamos solicitando asilo político en Panamá, porque siempre nos decían que esa información al final Nicaragua se da cuenta como Estado.¨
Ante este panorama, cuando tuvo la oportunidad decidió salir de Panamá.
Maternar en España
Salió tras seis meses, con poco dinero y con apoyo de sus amistades llegó a España. Adira fue parte de un programa de becas y por esa razón ya conocía el país europeo. Pensar en migrar hasta ese lugar fue parte de una conversación que compartió con un amigo, cuando él sugirió que era una mejor opción que Costa Rica puesto a las difíciles condiciones en que cientos de nicaragüense se encuentran y sumando que ella no contaba con un lugar al que llegar y tampoco con redes de apoyo. Una publicación realizada por la Prensa Nicaragua expone que en Costa Rica se encuentran al menos 400 mil nicaragüenses, otros datos señalan que son más de medio millón. En ese sentido, el periódico confidencial señala que la migración de nicaragüenses alcanzó una cifra récord en 2021 y que Costa Rica recibió 52 928 solicitudes de refugio de nicaragüenses.
El camino estuvo repleto de inconvenientes porque en ese momento ella se encontraba en una crisis de salud: sufría de depresión y alopecia. Sin embargo, también estuvo marcado por la fuerza y esperanza. “Salí hacia España y en este país no me pidieron muchos requisitos, fui bienvenida» expresa Adira.
“Para mí fue duro verme sola y con mucho frío. Fue un cambio total. Pero, me sentí bien porque había sido un lugar donde me habían ofrecido mucho amor y oportunidades. Yo sobreviví gracias a mis amigos y personas que estuvieron cerca de mí”, recuerda.
Con siete meses de embarazo inició su vida en España. “Yo estaba tan delgada que no se notaba mi estado. No me reconocía de tanto estrés que había pasado. La pasé fatal en mi embarazo, muchísimos vómitos. Todo lo rechazaba”. Una amiga le apoyó para que pudiera conseguir un alquiler cerca de su círculo de confianza y con un aporte económico consiguió que su pareja la alcanzará en dicho lugar y así pudieran recibir a su hijo juntos. El comenzó a trabajar en la última etapa de su embarazo.
Adira recibió asistencia a sus ocho meses de gestación, después de empadronarse en el ayuntamiento. Lo anterior, le permitió recibir atención sanitaria gratuita. En ese momento comenzó a tomar ácido fólico y hierro. “Los doctores, al ver mi avanzado embarazo, agilizaron el trámite de mi incorporación al sistema de salud. Ahí me hicieron un ultrasonido y todo estaba bien. El bebé había aguantado todo. Me programaron el parto.”
Adira, no termina de asimilar que es mamá. “No lo tenía planificado. No estaba dentro de mis planes vivir tantas cosas tan fuertes durante ese año (2018). Se dio. No hubo otra manera de hacerlo y tuve que salir adelante con el embarazo. Al tenerlo fui a preguntarle a la doctora si se lo iba a llevar un ratito a la incubadora y me dijeron: no. El bebé ya es tuyo. Te queda en tu pecho y es tu responsabilidad.” Para ella fue un choque de realidad saber que ahora ese nuevo ser depende de ella y de su pareja. “No tuve otra opción que ser fuerte. Con mi embarazo fue otra guerra que viví contra el mundo, contra procesos, contra la burocracia”, sostiene.
Migrar y sobrellevar el embarazo en esas condiciones fue muy difícil para Adira. Ella tenía claro que sería así y experimentarlo de esa forma no era lo que deseaba en esos momentos. Pero, su país de origen y de acogida no le dieron condiciones ni garantías para acceder a salud y tampoco le podían brindar una opción para interrumpir el embarazo de forma segura. El Center for Reproductive Rights muestra que en Nicaragua el aborto esta penalizado por completo, mientras que en Panamá solo está permitido en caso de violación y por causas graves de salud que pongan en peligro la vida de la madre o del producto de la concepción, para relizarse las solitantes deben cumplir 19 pasos para que una delegación de médicos autorice el procedimiento que se puede efectuar hasta la semana 22 de gestación.
Tras el nacimiento de su hijo, ella y su pareja se organizaron para hacer tareas de cuidado y crianza y donde también buscaban mejores condiciones en el país. Adira, realizaba tres trabajos: uno por la jornada de la mañana, otro por la tarde y el último los fines de semana. En uno ellos llevaba a su hijo porque se encontraba en etapa de lactancia. “Lo llevaba en bicicleta en una mochila especial que me habían regalado. Cuidaba a una pareja de abuelos y tuve la suerte de que ellos disfrutaban el tiempo con mi bebé”.
Luego de realizar diversos trabajos y de luchar por casi cuatro años, actualmente Adira se define como una persona fuerte porque superó muchos obstáculos y contó con redes de ayuda para afrontarlos.
Además, se siente orgullosa porque desde que su hijo nació no le faltó nada: cuenta con un hogar, con cuidados en guardería y con estabilidad. Desde hace un año ella posee un trabajo fijo que le brinda oportunidades para cuidar a su hijo y con un estatus migratorio que le permite sentirse segura en su país de residencia.
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*Adira es un seudónimo para proteger la identidad y seguridad de la persona que brindó su testimonio.