“Yo dije ni presa ni muerta”: Margarita exiliada nicaragüense

Por Reina Ponce

“Pasé la pandemia en un país que no es mío, vivía sola, estaba en un cuarto de 2 metros cuadrados y empecé todo el proceso de menopausia con los calores, sintiendo mucha incertidumbre. Yo me imaginaba vivir mi menopausia de manera intensa haciendo yoga, cosas que me generaran placer y no estar a estas alturas de mi vida pensando cómo voy a sobrevivir». 

Esta es la historia de Margarita, quien soñaba con una gran fiesta para su cumpleaños número 50 en su amada Nicaragua, pero ahora se encuentra exiliada en El Salvador viviendo un proceso de menopausia y sin acceder a un sistema de salud público que le brinde las atenciones necesarias.

“El acceso a la salud sexual y reproductiva para las mujeres, sobre todo para las que estamos viviendo el proceso de menopausia, es caro e inaccesible porque si no tenés empleo fijo o seguro social hay que recurrir al servicio privado y este es caro, porque si bien es cierto que hay clínicas que dan a bajo costo la consulta el medicamento es caro”.

Margarita después de cuatro años de vivir en El Salvador no cuenta con empleo fijo por lo que tiene que ahorrar para hacerse la citología u otros exámenes.

Comenta que la adaptación no ha sido fácil, tampoco el encontrar trabajo. Realizó diferentes empleos como cuidar casas, hacer limpieza, trabajos de cuidado y relacionados a su profesión pero era difícil obtener ingresos fijos.  «El exilio ha sido terrible», dice.

Uno de los  momentos más difíciles los vivió  en 2020, cuando el gobierno de El Salvador decretó medidas y tuvo que estar sola y encerrada en un cuarto de dos metros cuadrados empezando su proceso de menopausia.. Todo esto le generó depresión.”Ese fue uno de los momentos más difíciles porque me tocó lidiar solita con los calores, con las tristezas, con las angustias”.

“Yo estaba consciente que tenía que ver tal vez con mi condición hormonal, que se sumaba a la otra situación que estaba pasando a nivel social por lo de la pandemia. Experimenté otros cambios como ver mi pelo que se me iba poniendo blanco, la incertidumbre de lo que pasaría con el covid porque estaba en el segmento de mayor riesgo y no habían vacunas, además de toda la desinformación y el miedo que nos metió el Gobierno salvadoreño como una manera de controlarnos”.

El exilio de una defensora 

En 2018 Margarita tuvo que migrar de Nicaragua a El Salvador. «Yo dije ni presa ni muerta. Salí de Nicaragua en chinelas (sandalias), caminamos desde mi casa, en mi barrio, como unos 40 kilómetros hacia el bus que nos sacó de  donde vivíamos y ya no regresamos”.

Por 30 años, Margarita había luchado por los derechos de las mujeres. Su activismo la colocó en la mira del gobierno autoritario de Daniel Ortega. «Reclamamos el cumplimiento de nuestro derechos, eso significaba que la dictadura y su aparato partidario que funcionaba en los barrios te tildaran de ser opositora».

“La estigmatización por ser defensora fue grande, por ejemplo como feministas salíamos a demandar el acceso al aborto terapeútico ni siquiera el aborto en su totalidad y nos reprimían. Además, no podía trabajar porque debía identificarme a favor del gobierno para que me dieran un carnet y poder trabajar”.  En 2017, Margarita pasó por una crisis económica que le dificultó pagar los servicios básicos, el contexto tenía años de no serle favorable por toda la represión que se agudizó en el gobierno de Ortega. Decidió migrar de Nicaragua por su seguridad y la de su familia.

Salió en chinelas, con una bolsa, en short como que iba para el mercado, su familia la acompañaba. Salieron por tierra pero tomaron la decisión de migrar a diferentes países por mayor seguridad y para probar trabajar, con el sueño de un día reunirse pero no lo han logrado.

Margarita no se imaginó que en El Salvador viviría su proceso de menopausia. “Yo me imaginaba vivir mi menopausia de manera intensa, tal vez haciendo yoga, cosas que me generaran placer y no estar a estas alturas de mi vida pensando cómo voy a sobrevivir, con la inseguridad de que no sé qué va a pasar mañana. No puedo hacer planes para suplir esa parte de la salud sexual y reproductiva”.

Fue a través de una red de mujeres cercanas que obtuvo el apoyo para atravesar esos momentos difíciles, como tener la atención de una doctora, tener información sobre el proceso de la menopausia, optar por medicinas alternativas. “Yo al inicio iba y me compraba la mitad del medicamento, lo que podía, o le decía a la médica que me diera alternativas”. Esto fue de gran ayuda pero la situación de una salud integral no es una realidad al no poder optar por un seguro de salud.

“Estas cosas son importantes pero en el exilio lo dejamos como cosas menos importantes, pero nuestro cuerpo y mente son uno”.

Margarita sueña con ver a Nicaragua libre de violencias y de dictaduras “donde no haya cabida para el machismo, para el patriarcado y tengamos una Nicaragua Feministas”.

Para Margarita su vida está en pausa desde que salió de Nicaragua, pero espera un día regresar a su país.

«Voy a procurar entrar por tierra para caminar con los pies descalzos, entrar a Nicaragua y sentir de regreso esa energía de mi tierra».

*El nombre de la protagonista de esta historia fue cambiado para proteger la identidad.