Genealogías lésbicas para la resistencia -Por Larissa Villacorta-

Desde 2008, cada 26 de abril se conmemora el día de la visibilidad lésbica en varias partes del mundo, esta propuesta nace desde el norte global como una iniciativa para conmemorar la lesbiandad, y aunque la propuesta lesbofeminista latinoamericana (la propuesta con la que caminamos en este territorio) está encaminada a conmemorar las rebeldías lésbicas cada 13 de octubre desde 2007, quise tomarme el tiempo y aprovechar la fecha para recordar que en tiempos de discursos ultraconservadores las lesbianas seguimos siendo visibles.

El primer acto político de resistencia, nuestra primera fuga, ha sido ser visible: huir de la heterosexualidad obligatoria. A palabras de María José Rosales (Majo es investigadora y lesbiana y feminista que resiste en Inximulew) las lesbianas nos posicionamos contra el despojo, ocupamos lugares desde la vida, desde los amores y el diálogo.

Quiero agradecer a las lesbianas que se atrevieron a gritar su nombre en este territorio porque nombrarse lesbiana en esta sociedad sigue siendo un acto rebelde, de resistencia y de amor propio. Quiero agradecer a aquellas que nos antecedieron, porque sin ellas yo no hubiese tenido la valentía de poder nombrarme, y posiblemente “lesbiana” lo seguiría diciendo en voz baja para “no incomodar a nadie”. 

Cuando miro hacia atrás, entiendo que nos acuerpa una genealogía transgresora: la colectiva lésbico-feminista salvadoreña de la Media Luna; la Colectiva Lésbica Salvadoreña; Las Dignas; La Casa de Safo; las Lesbianas en Acción posteriormente Las Desclosetadas; las Mujeres Luna; las Peperechas; Kali-Nahualía; el Movimiento Lésbico Juvenil, posteriormente, Asociación de Mujeres Lesbianas con Voz / Les-Voz; la colectiva Desobediencia Lésbica; la Articulación Lésbica Feminista “Las Buscaniguas”; el Espacio 5-sin cuenta; Aleslavinia; Esmules; Las Hijas de Safo y Las Clitorianas constituyen parte fundamental de nuestra memoria colectiva de lucha contra el régimen heterosexual.

Gracias, a las pioneras: las que conformaron la media luna, a las adoradoras de la santísima vulva, a las que año con año hicieron campañas de visibilidad, a las que conformaron los bloques lesbofeministas en las marchas, a las poetas lesbianas salvadoreñas que escriben sobre nosotras, a las artistas, a aquellas que nos enseñaron que nombrarse es político, a las que dedicaron horas para llevarnos de la mano hacia el cuestionamiento constante y a todas aquellas que tejieron este continuum lésbico que intentamos seguir hilando en un contexto que como he dicho en otras ocasiones, nos quiere mantener invisibles como un mecanismo de control.

Reconocer las genealogías nos permite seguir soñando con el pasado delante, nos permite entender también que necesitamos una visibilidad donde quepamos todas las existencias lésbicas, incluso aquellas que aún tienen temor de ser visibles. Estar de este lado de la calle no implica que aquí la grama sea más verde, pero si se está menos sola, nos acompañan todas aquellas cuyo amor (a palabras de Norma Mongrovejo) “se atrevió a decir su nombre”. El amor transgresor, el amor a otras y el amor propio son los hilos que nos conectan con el pasado y en el presente nos invitan a denunciar y resistir en colectivo.

A las colectivas cómo Las Hijas de Safo que aún resisten pese a los contextos, a las lesbianas que se juntan a confabular y a las colectivas emergentes (mujeres amando y la resistencia lesbofeminista) gracias también, por abrazar la visibilidad en el ahora.

Seguimos estando en todas partes.

Larissa Villacorta es antropóloga, sentipensante, lesbofeminista, en busca de la conexión con las ancestras y la tierra que el colonialismo ha querido arrebatar. “Es mi primer esfuerzo en la vida por escribir sobre nosotras, las lesbianas. Escribo, mayoritariamente para mí misma y sueño mucho, porque creo que soñarnos nos permite tejer redes de resistencia”.