Edith Elizondo, feminista bisexual
Hace un año decidí nombrarme feminista bisexual. La primera ya lo había hecho, pero la segunda resultó una sorpresa para algunas personas que me rodean. En mi ingenuidad pensé que todo mundo sabía que “Perreo pa’ los nenes, perreo pa’ las nenas”, pero identificarte bajo la trinchera de la bisexualidad suele ser un estigma para muchos de los espacios en los que me desenvuelvo a diario.
Desde mi adolescencia supe que no era heterosexual, aunque ni siquiera sabía que existía esa palabra. Mis primeras experiencias sexuales fueron con hombres, pero también admiraba a algunas mujeres; recuerdo que de niña estaba enamorada de Chyna, la luchadora de la WWF.
Pasé muchos, muchos años sintiéndome insegura sobre si realmente era lo suficientemente gay como para llamarme bisexual o lesbiana. Algunas de las interrogantes que me hacía eran ¿Había tenido demasiadas experiencias con hombres?, ¿Había tenido suficientes experiencias con mujeres?, incluso llegué a pensar que era como pasar una prueba que me diría si soy gay o no, podía ser bisexual o lesbiana aún sin haber tenido sexo o una relación no heterosexual. Nadie tiene la obligación de ofrecer “pruebas”.
Tener conciencia de que la atracción sexual de una misma puede ser bisexual, es suficiente. No necesitamos probarle nada a nadie, nuestra orientación sexual puede no estar escrita en piedra por el resto de nuestras vidas, yo caí en esa trampa y sólo me llamé bisexual hasta que tuve mi primera experiencia, a pesar de que buena parte de mi vida me sentí así.
Estoy orgullosa de ser bisexual a mis 32 años, me niego a perder más tiempo sintiéndome insegura o deshonesta sobre esta parte de mi identidad. También creo que la bisexualidad es una parte verdaderamente vital de la comunidad LGBTIQ+.
Mucha gente cree que tenemos ciertos privilegios heterosexuales cuando se nos lee como tal, pero el armario jamás ha sido un privilegio. No es ningún privilegio que se nos niegue nuestra identidad constantemente. Cuando una persona bisexual tiene una relación visible con una persona del sexo opuesto “gana privilegios”. No es percibida como bisexual, sino como heterosexual esta mirada niega mi existencia. Somos bisexuales siempre, sin importar el género de la persona con la que salimos o si no salimos con nadie y ese supuesto privilegio lo único que hace es BORRAR nuestra identidad.
SOY BISEXUAL VISIBLE, resistiendo en una sociedad que me lee todo el tiempo como heterosexual. Por fin empezamos a ser más visibles. Sí, existo y soy válida.
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