Prohibido olvidar

Por  Amanda Quijano Herrera

 

Un pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla, nunca antes esta frase había tenido tanto sentido para mí. 

 

Durante los últimos días me ha conmovido la tendencia en redes sociales #ProhibidoOlvidarSv un hilo de cientos de historias de salvadoreños y salvadoreñas que deja en evidencia que aún nos falta mucho por sanar y que las demandas de los colectivos de memoria histórica son más vigentes que nunca.

La verdad, justicia y como consecuencia la reparación es una deuda histórica que gobiernos de izquierda y derecha nos deben a la ciudadanía.

Cuando pienso en mi historia personal y el impacto del conflicto en mi familia evocan muchas historias.

Nací unos meses antes de que se firmaran los Acuerdos de Paz, pero vengo de una familia impactada por la guerra y por todo el proceso que significó la consecución de los acuerdos. Mis hermanas y yo somos hijas de una mujer montaña, quien desde temprana edad conmovida por las injusticias y la fuerte represión a la que el gobierno respondía a las demandas sociales hizo que se incorporara al movimiento estudiantil de secundaria y a las comunidades eclesiales de base para posteriormente sumarse a la lucha armada. En una de nuestras tantas pláticas le pregunté ¿por qué decidió unirse a la guerrilla? A lo que respondió: “los otros caminos para cambiar tantas injusticias estaban cerrados”. Al haber crecido en estas circunstancias tuve una relación diferente con mis hermanas, quienes aún mantienen vivas sus memorias sobre lo que significó para ellas el conflicto, desde tener que ver a mi madre disfrazada y a escondidas por miedo a ser secuestradas, los cateos a la escuela donde estudiaban y que a la fecha desconocen el paradero de sus padres desaparecidos durante el conflicto. 

Posterior a la firma de los acuerdos de paz visitamos a diferentes familias del norte de Morazán que, aunque todavía las señales de la guerra estaban frescas, se percibía un ambiente distinto con menos restricciones para verse o moverse en la ciudad y en el campo.

Desde muy pequeña asistí a actividades relacionadas con las exigencias de las mujeres y de las feministas por la ausencia de medidas a favor de los derechos de las mujeres en los Acuerdos de Paz, recuerdo también que todas las semanas asistíamos al comité pro-monumento de víctimas civiles de violaciones de derechos humanos, que promovió la construcción del monumento a la memoria y la verdad, que hoy tenemos en el parque Cuscatlán. Allí conocí a María Julia Hernández quien me regalaba pan en cada reunión a la que iba acompañando a mi madre. 

Los Acuerdos de Paz son importantes para la historia y para el presente del país, la mayoría de jóvenes hoy no somos perseguidos por pensar de una manera. Sé que gracias a los acuerdos de paz vivimos así. Sé que no fue fácil llegar a los acuerdos. Y eso me hace recordar que un día fuimos a una graduación, en la Santa Marta, al terminar fuimos a la casa de una señora que había sufrido el desalojo de la comunidad y la persecución, luego fueron reconstruyendo su vida. Una de las cosas que pregunté era, ¿ por qué las casas estaban tan pegaditas? La respuesta fue: que cuando regresaron no estaban firmados los Acuerdos de Paz y tenían miedo de que llegaran a buscarles y el hecho de estar cerca les hacía sentirse protegidos.

 Es importante que las personas sepamos de la historia de nuestro país y por qué ahora estamos así. 

El movimiento feminista valora los Acuerdos de Paz porque abre oportunidades para luchar por los derechos de las mujeres, tomarnos la palabra, exigir igualdad de derechos, equidad y justicia para todas nosotras.

La lucha que hizo mi madre y padre ha permitido que ahora yo esté involucrándome en una carrera política que me permitirá generar condiciones y cambios para mejorar la vida de las personas. No reconocer la importancia de los acuerdos de paz es negar las miles de vidas arrebatadas, los pueblos exterminados, las masacres, es negar el dolor de quienes perdieron un familiar, un vecino, una comunidad, un pueblo.

 

 

Sobre la autora: 

Amanda Quijano Herrera es hija de madre y padre excombatientes. Internacionalista de profesión con especialización en estudios de género, feminismo, educación Intercultural y cultura de paz. Activista feminista y defensora de derechos humanos, labora en la Colectiva Feminista y actualmente es candidata a sindica por la alcaldía de San Salvador por el partido Nuestro Tiempo.