Por Sara García
Vivo en un país que penaliza el aborto de manera absoluta, El Salvador que desde 1997 tiene uno de los marcos normativos más restrictivos en todo el mundo. Esta realidad desencadenó consecuencias que afectan la vida y dignidad de las mujeres salvadoreñas. Una de las consecuencias más duras de esta restricción absoluta se expresa en la criminalización y condenas de hasta 40 años de cárcel que enfrentan mujeres en su gran mayoría en situación de pobreza y baja escolaridad por abortos espontáneos o emergencias obstétricas. La violencia de Estado contra las mujeres es sistemática es evidente en la persecución, condenas, culpabilización, embarazos impuestos, incluso cuando se trata de adolescente, niñas y mujeres que han enfrentado violencia
sexual.
En esta oportunidad, quiero hacer énfasis en la desinformación y estigmatización que se ha generado a partir de esta reforma que tiene por objetivo controlar los cuerpos de las mujeres salvadoreñas. La desinformación es una herramienta que los grupos anti-derechos suelen utilizar para promover e imponer ideas conservadoras en relación a los derechos reproductivos. Si bien, considero que la pluralidad de pensamiento es un elemento crucial de la democracia, esto resulta problemático cuando las ideas que se promueven constituyen formas de discriminación contra mujeres y personas LGBTIQ.
En relación al aborto los grupos anti-derechos han divulgado diferentes mitos y mentiras desde desinformar expresando que la anticoncepción de emergencia produce abortos hasta decir que el aborto produce cáncer de mamás; esta información que es vertida, no para informar, sino para imponer miedo y culpa. Uno de los mitos, que considero más peligroso es el llamado “síndrome postaborto”, este término ocupado por los grupos antiderechos para afirmar que el aborto perjudica la salud mental a las mujeres y ha sido una estrategia para profundizar la estigmatización de la experiencia del aborto.
Sin embargo, no existe evidencia científica para sostener la idea que las mujeres que se practican un aborto sufren del supuesto “síndrome postaborto”. En este sentido, la Asociación Psiquiátrica Americana (APA) no reconoce este síndrome como un diagnóstico legítimo de salud mental; ningún manual de psiquiatría y psicopatología (DSM-5 y CIE-10) incorporan el diagnóstico de “síndrome postaborto”. Además, el texto de Ipas “Diez datos sobre aborto” afirma que las mujeres tienen diversas experiencias con relación al aborto, las cuales varían en los diferentes contextos socioeconómicos, religiosos y culturales. Los intentos por definir deliberadamente las experiencias de todas las mujeres como homogéneas hacen caso omiso de las maneras personales en que cada mujer vive, experimenta e interpreta su embarazo y su aborto.
En contraposición al mito, la evidencia dice lo contrario, un estudio a largo plazo realizado por Centro Bixby de Salud Reproductiva Global 4, encontró que las mujeres se sienten aliviadas inmediatamente después de tener un aborto y que aún se sienten aliviadas cinco años después. Este estudio y otros hacen énfasis, en el alivio que implica la decisión de interrumpir un embarazo en condiciones dignas, esta realidad coloca la urgente necesidad de modificar las leyes que penalizan de manera absoluta el aborto porque son los contextos hostiles y restrictivos los que generan culpa, estigma y desinformación. Es fundamental generar condiciones de apoyo social y empatía para las mujeres que necesitan interrumpir un embarazo; el aborto es un evento obstétrico que existe desde siempre, por tanto, debe dejar de ser un tema punitivo, porque es un tema de salud pública.
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