Fotografía/Cortesía
Lissania Zelaya es artista, defensora de derechos, estudiante de psicología y profesional de la licenciatura en Ciencias Jurídicas. Pertenece a la Colectiva Amorales, artistas feministas que luchan por los derechos de las mujeres a través del arte.
En mayo del año pasado Lissania fue notificada de una demanda interpuesta por el profesor de la Universidad de El Salvador, Ricardo Mendoza, contra ella y otra activista de Amorales. El docente las acusó de calumnia y difamación, tras acompañar a estudiantes del profesor que manifestaban ser víctimas de acoso y agresión sexual por parte del catedrático. El proceso judicial duró más de ocho meses, finalmente el 3 de diciembre de 2018 se dio la resolución final: Lissania fue condenada a pagar más de 2 mil dólares al profesor, la jueza desacreditó los testimonios de las víctimas y condenó a la defensora.
Revista la Brújula contactó a Lissania para conocer su postura frente a la decisión de la jueza e indagar en su trayectoria como artista y feminista.
¿Qué valoraciones hacés de la resolución de la jueza qué decidió condenarte y no creer en los testimonios de las víctimas?
Resulta chocante y hasta frustrante pensar en cómo una mujer es incapaz de empatizar con las verdaderas víctimas en estos casos, lo que sucede es que resuelven desde el mismo sistema de valores patriarcal. Muchas veces desde el privilegio, la misoginia internalizada y del poder que les otorga colocarse junto al “patriarca” (el gran violador).
Su sistema de pensamiento se basa en la aceptación de las reglas tradicionales, con los roles establecidos desde la ideología históricamente imperante, capitalista por supuesto y patriarcal. Vivimos en la cultura de la violación, se normaliza, se acepta, se calla y se encubre la violación, la avergonzada sigue siendo la víctima y el honor a defender es del agresor y a pesar de haber vivido (seguramente) ciertas opresiones como mujer las cree “normales”.
Estamos frente a la ideologización. Son mujeres que se han creído la ficción de todo un sistema impositivo heteronormado, colonizador y patriarcal, por lo tanto, son reproductoras de ese sistema. Luego todo eso se lleva a las instancias judiciales, porque esa es su “sana crítica”.
Ahora que has vivido todo un proceso judicial, ¿Cómo ves el acceso de justicia para las mujeres?
Voy a enfatizar en un término técnico que para muchas personas conocedoras de las leyes se convierte en un cliché, en una excusa: “sana crítica”, esto hace referencia a que cada juez, resuelve los casos que llegan a su conocimiento según sus apreciaciones, reflexiones y valoraciones. Pero ¿qué tipo de jurisprudencia puede generar un juez con pensamiento patriarcal? ¿En qué criterios basará su decisión final?, tenemos un montón de funcionarios públicos, jueces, magistrados y abogados produciendo y reproduciendo un pensamiento de siglos antepasados, bajo paradigmas positivistas como “la ley es la ley”, no se han dado cuenta que las corrientes modernas del derecho exigen análisis multidisciplinarios, pretenden seguir ignorando la inminente realidad sobre la violencia de género que vivimos las mujeres, ignoran ese porcentaje de niñas embarazadas cada día producto de violaciones, ignoran que hay mujeres que tienen que pasar procesos de recuperación extensos para poder nombrar lo que les sucedió ¿y las que no tienen acceso a procesos de recuperación, de atención? ¿Qué pasa con estas mujeres que mueren sin haber podido nombrar lo que les pasó?
Lo cierto es que no podemos esperar que un juez que no conoce de estos otros criterios resuelva de forma científica, con enfoque de género y derechos humanos. Tenemos resoluciones fomentadas y basadas en un pensamiento histórico patriarcal que busca mantener un orden, porque esa es la función del sistema judicial y el derecho penal es como “el chancletazo de tu mamá” es el poder de castigar, se castiga lo que “no se debe hacer”, porque en cuanto a ello también se marca un ejemplo para la sociedad de lo “que no se debe hacer”.
El castigo es para nosotras, no para ellos. Toda esta narrativa forma parte del pensamiento del juez, esta es su “sana crítica” y estas son las resoluciones que están emitiendo. Por eso tenemos a mujeres víctimas de abusos sexuales criminalizadas por aborto como el caso de Imelda, porque el acceso a la justica no es para nosotras y aunque los jueces sigan aludiendo a una “objetividad” lo cierto es que su objetividad es la subjetividad masculina que discrimina a la mujer en razón de una “inferioridad”.
En diciembre del año pasado conociste la sentencia condenatoria ¿Actuarías distinto si el tiempo retrocediera?
No, jamás, aun sabiendo este fallo, yo volvería a repetir todas y cada una de las acciones de acompañamiento y denuncia que realicé junto a otras mujeres, porque todas esas acciones son legítimas ante un sistema que no responde a las víctimas y protege a los agresores, este fallo lo que ha hecho es individualizar, pero las acciones por las cuales se me ha criminalizado fueron conjuntas y fueron producto de un descontento de un “Estamos hartas”, claro que no es legítimo exigir espacios académicos donde no seamos violentadas en ningún sentido, yo no me arrepiento, ni me siento culpable, me siento orgullosa de mi, de mis compañeras Amorales, de las mujeres que valientemente han denunciado y de las que ahora nos acompañan en esta lucha contra la justicia patriarcal.
Tres mujeres dieron sus testimonios durante el juicio, otras quizás no han hablado. ¿Tenés un mensaje para las víctimas de Ricardo Mendoza?
Que no están solas, que somos muchas mujeres que si les creemos y estamos para acompañarlas, que sé que es un tema difícil y que no todas estamos preparadas para hablarlo, pero que si en algún momento necesitan hablarlo, escribirlo, denunciarlo nosotras estaremos ahí para acompañarnos y romper el silencio.
A las compañeras que han dado su testimonio decirles que las admiro muchísimo porque se han enfrentado a un sistema revictimizante que en lugar de escucharles les ha cuestionado el ejercicio legítimo de un derecho, el acceso a la educación libre de violencia. Les abrazo y les digo que esto no será en vano, que este es un precedente para que muchas otras mujeres que están siendo víctimas de violencia sexual sepan que pueden denunciar.
Teatro y activismo feminista
Me describo como una mujer que ha nacido en conflicto con este mundo, no porque yo quiera, más bien por amor, porque veo muchas cosas que no me gustan. Mi nahual es ajpuj, una cazadora, creo que soy muy apasionada con lo que hago.
¿Cómo te introducís al mundo del teatro?
Siempre que me hacen esta pregunta recuerdo a mi mami. Ella nos llevaba al teatro cuando estábamos pequeñas, tengo en mi mente los recuerdos de las luces, la música, el escenario, esa fue una forma de introducción, mostrarme que ese mundo existía y que era posible para mi.
Estando en tercer año de mi carrera (licenciatura en ciencias jurídicas) comencé aprendiendo malabares pero sentía que me hacía falta aprender algo más, así que inicié a buscar posibilidades artísticas, encontré el teatro, al principio fue complicado porque no encontraba un lugar donde me sintiera plena, un maestro me dijo que el “teatro no es para personas intelectuales”, para él yo era una persona intelectual porque todo el tiempo preguntaba y quería indagar sobre los ejercicios o las obras que él nos proponía, eso no me gustó, así que me fui.
Luego encontré el teatro universitario, ahí monté mi primera obra y mi primer personaje que se llamaba “Laura”; la segunda obra que marcó mi vida fue “Lilith”.
Años después en Escénica trabajé por primera vez teatro con enfoque de derechos humanos, era una campaña de prevención de violencia de género y violencia sexual, ahí fue donde comencé a combinar mi conocimiento en leyes con el teatro, la animación socio cultural, el teatro de calle y otras herramientas que me han formado hasta ahora como artista; paralelo a esto conocí a las Amorales que para ese entonces ya tenían un año de trabajar y estaban haciendo una convocatoria, así fue como empecé a conocer más sobre el feminismo y a trabajar una apuesta política junto a otras mujeres, explorando también el teatro desde la construcción colectiva y el performance.
En ese sentido, ¿Qué significa el teatro para vos?
¡TODO! La vida, las posibilidades, el juego, la recuperación de lo mágico entre tanta guerra, un lenguaje, casi como un idioma que hablamos algunas personas de manera consciente, pero que en todo momento está ahí, en la cotidianidad de las cosas.
Hace diferentes ademanes con sus manos y sigue expresando con entusiasmo el significado del teatro para ella. Es un arma poderosa, una forma de conocimiento y de percepción, de comunicación de la realidad, de necesidades, de las carencias y de los deseos, no es solo una herramienta política es lo político en sí mismo. Una forma de poder.
¿Cómo juntas el teatro, el feminismo y el activismo feminista?
Veo la vida desde una perspectiva filosófica feminista, el arte produce y reproduce pensamiento, algunos dirán que mi postura artística es sesgada, yo respondo que para mi perspectiva de vida quienes tienen un sesgo machista son estas personas que se niegan a deconstruir esa realidad y le temen al feminismo y a que las feministas estemos dentro del ámbito de las artes, porque claro, cuestiona privilegios históricos, el ámbito artístico y cultural no es ajeno a ese sistema, a esos privilegios.
El activismo feminista es la forma en como yo resolví que quiero ejercer parte de mi carrera de licenciatura en jurisprudencias y ciencias sociales, a mí me gusta hacer mucho énfasis en que no es lo mismo la ley que el derecho, yo defiendo derechos no necesariamente las leyes, porque éstas, responden en su mayoría a este mismo sistema, patriarcal y además capitalista.
El activismo es producto de todas estas reflexiones y de la necesidad de visibilizar algo que me molesta y nos molesta, que nos duele, que nos parece injusto, el arte es mi lenguaje para expresar todo eso, y claro que busco algún nivel de incidencia con mis representaciones artísticas, busco causar incomodidad, busco transgredir el símbolo que se nos plantean como “sagrado”, para el caso de las denuncias que hemos realizado dentro de la Universidad de El Salvador, todas ellas se enmarcan dentro de un movimiento artístico que surgió en el sur posterior a las dictaduras militares, “el escrach”, utilizado por artistas y movimiento social, se trata de montar festivales con el fin de exponer de forma pública a diferentes agresores.
Jueza desacredita testimonios de víctimas y condena a defensora
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