La lucha de una madre migrante por reencontrarse con su hijo

Por Dora Luz Romero

Sandra Centeno migró de Nicaragua a México, le tomó tres años volver a ver a su hijo Héctor. Esta es su historia.

Sandra Centeno, de 37 años, decidió irse de Nicaragua en 2018 tras el inicio de la crisis sociopolítica en el país. Ese año, Sandra se quedó sin trabajo. Su negocio, el café Mará Mará, que había abierto con una amiga en la colonia Centroamérica cerró. “Con la represión se vino abajo. No era seguro… Cerramos un par de meses”, cuenta. Intentaron seguir, pero pronto tuvieron que cerrar definitivamente. Sandra estudió psicología, pero llevaba ya varios años dedicándose a la cocina.

Vivir en Nicaragua “era insostenible”, dice. Primero probó en Costa Rica, pero no logró establecerse. No pudo conseguir trabajo y el proceso de regularización no le fue fácil. Después intentó en México, y ahí sí, pudo quedarse. Desde noviembre de 2018 vive en Ciudad de México y ahí comenzaba su nuevo objetivo: lograr llevarse a su hijo que había quedado en Nicaragua.

Su primera opción fue Costa Rica como la de miles de nicaragüenses. Costa Rica ha sido históricamente un destino de migrantes procedentes de Nicaragua, pero a partir de 2018 las estadísticas se han disparado. Según cifras de marzo de 2022 de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) el número de refugiados y solicitantes de asilo nicaragüenses en Costa Rica se había duplicado en los últimos ocho meses. Para entonces se contabilizaban 150,000 desplazados. La cifra, según ACNUR, ya supera el total de refugiados y solicitantes de asilo que se produjo en la década de los ochenta con las guerras civiles en Centroamérica.

 

 

 

Sandra viajó con su hijo Héctor a Costa Rica en agosto de 2018 con la idea de quedarse. “Había demasiado flujo de nicas, estaba difícil conseguir trabajo, conseguir papeles. Esos tres meses estuve súper deprimida, sin hacer nada. No pude inscribir a mi hijo en la escuela. Entonces se nos hizo bien difícil. Además era un poco hostil la situación en cuestiones de xenofobia. Nunca me sentí cómoda. Sentí que no era ahí por muchas razones”, dice.  Así que que volvieron a Nicaragua.

En noviembre de 2018 decidió viajar a México para participar en el encuentro “Venir al sur” y también a ver si había una posibilidad de migrar a ese país. “Cada vez estaba saliendo más gente de Nicaragua, estaban estos picos de represión. No era seguro volver. Me puse a investigar el tema de las solicitudes de refugio, conseguir trabajo no se me hizo nada difícil”, cuenta. Así que decidió quedarse. Su hijo se había quedado con su mamá en Nicaragua.

Para poder solicitar refugio, Sandra tenía que salir y volver a entrar a México. Así que en mayo de 2019 viajó a Guatemala, ahí se encontró con su mamá y su hijo. Estuvieron un par de semanas juntos y al volver ella hizo su solicitud de asilo. “Fue la despedida más dura. Varias veces nos hemos separado porque tengo que viajar o vacaciones, pero esa sí fue difícil”, Para ese entonces su hijo tenía 12 años.

Sandra pensó que llevarse a su hijo a México le tomaría máximo un año, pero se cruzó la pandemia y todos los planes se retrasaron. Le tomó tres años poder reunirse con él.  “La verdad Héctor y yo hemos sido bien pegados. Hemos vivido toda la vida los dos juntos y separarnos tres años estuvo bien heavy para los dos”, comenta.

En los últimos años México se ha convertido en un país receptor de migrantes nicaragüenses. De enero a septiembre de este año 7,795 nicaragüenses han pedido asilo en México, según datos de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar). Se trata de la cifra más alta de los últimos cinco años. Nicaragua es el quinto país con más ciudadanos en busca de refugio en ese país, solo superado por Honduras, Cuba, Haití y Venezuela.

Migrar nunca es un camino fácil. Y eso lo sabe bien Sandra. “Al principio lo que más fue complicado tal vez fue sentirme sin familia y sin amigos. Todas mis amistades estaban por todos lados. Ya en Nicaragua no quedan casi ninguna de mis amigas”, afirma. Dejar a su hijo en Nicaragua, asegura, nunca fue opción. “Desde el primer día fue trabajar para eso. Sentí ese tiempo eterno, se vino la pandemia y fue peor, encerrada, sin trabajo, estuve muy deprimida mucho tiempo”, dice.

Justamente en pandemia empezó con un emprendimiento que la conectaba con Nicaragua. Comenzó a preparar comida nicaragüense y a vender en la Ciudad de México. Prepara nacatamales, indio viejo, gallopinto para esos nicaragüenses que sienten nostalgia por los platillos de su país. Pero además el emprendimiento, cuenta, ha sido un viaje para conectar con su madre y su abuela. La primera vez que hizo nacatamales en Ciudad de México tuvo a su abuela al teléfono explicándole qué debía hacer. Su abuela falleció en 2020 por covid.  “En Navidad hice relleno me fue super bien este año y una señora me escribió diciendo: me regresaste a la casa de mi mama, recuerdo cuando estábamos chiquitos con mis hermanos. Eso es muy reconfortante. Es como triste y bonito conectar con la gente desde la nostalgia”, comenta.

El proceso de refugio fue aprobado en 2020 e inmediatamente comenzó el proceso de su hijo y en 2021 lo logró. Trasladarlo de Managua a Ciudad de México, sin embargo, le salía muy caro. “Un boleto de Managua a CDMX literal está pegado al cielo”, dice. Así que armó un plan con su mamá de que se encontrarían en Costa Rica. Además de lo caro del pasaje era una oportunidad de ver a su mamá porque no sabría cuándo podría volver a verla.

Para recoger dinero para los gastos del viaje Sandra hizo un bazar en Coyoacán. “Era un dinero que no podía conseguir ni muy pronto ni muy fácil. La actividad fue un éxito. Vendimos comida nica, ropa de segunda mano, cobramos una entrada. La amiga de una amiga cantó, fue como una tarde cultural. Yo estaba  asustada, conmovida, al borde del llanto. La gente muy solidaria, gente que ni conocía, nicas y mexicanos, fue super lindo”, asegura. Con el dinero recaudado finalmente pudo volver a ver a su hijo. Ya no era el niño de 12 años que había dejado. Era un adolescente de 15, estaba más alto que ella y la voz ya le había cambiado.

“Cuando él llegó más que él adaptarse a la ciudad fue readaptarnos nosotros dos a vivir juntos, un proceso de adaptación. Un pequeño duelo del niño chiquito que dejé y con el adolescente que me estoy encontrando”, cuenta.

“Ha sido un año bien difícil de muchos retos económicos y emocionales, pero tenemos muchas ganas de hacer cosas. Queremos conocer México, viajar. Hacer cosas juntos. Seguir con el emprendimiento”, dice. Sandra está convencida que salir de Nicaragua fue la mejor decisión. “Pasar de Matagalpa a la Ciudad de México es una gran cosa”, comenta entre risas. Migrar para ella ha sido abrirle un mundo de posibilidades a su hijo.

El organismo de la ONU indicó que el actual número de nicaragüenses que buscan protección en Costa Rica ya supera el del total de refugiados y solicitantes de asilo que se produjo en la década de 1980 con las guerras civiles centroamericanas.

Mucha de la nostalgia de comer lo que una ha comido siempre. que en mi casa nunca falte gallopinto y de vez en uando nacatamales . He conectado con mucha gente bien  bonito desde ahí. Por ejemplo en Navidad. Los mensajes de mis clientas. En Navidad hice relleno. Me fue super bien este año y una señora me escribió: me regresaste a la casa de mi mamá, recuerdo cuando estábamos chiquitos con mis hermanos, es muy reconfortante. ES como triste y bonito conectar a la gente desde la nostalgia.

Y en lo personal ha sido un viaje de conectar con mi mama y mi abuela. Falleció en 2020  por covid y los meses antes había comenzado con el emprendimiento. la primera vez que hice nacatamales aquí la tenía a ella en el teléfono, ahora qué hago, y la masa, y el amarre…(entrecruzar la hoja, el amarre de tal manera, acordate que echar manteca a la masa..)

Me conectó en sus últimos días, nos conectamos por medio de la comida.

La migración de nicaragüenses ha incrementado a partir de 2018 tras la crisis sociopolítica que vive el país.

Sandra Centeno se había quedado sin trabajo. Era 2018 y el café que había abierto con unas amigas había cerrado.

Y no solo ha incrementado la cifra de los que se van a Estados Unidos. De enero a agosto de este año 6,921 nicaragüenses han pedido asilo en México, según las cifras oficiales y así nos convertimos en el quinto país que más refugio pide en ese país. México no había recibido tantas solicitudes de nicaragüenses, se trata del pico más alto en los últimos cinco años. Aquí te dejamos una nota por si querés ver los datos a detalle.

Cuando Sandra Centeno, de 37 años, decidió que se iba a quedar en Ciudad de México estaba clara que se llevaría a su hijo con ella. El proceso, pensó no duraría más de un año. Pero se cruzó la pandemia y fueron tres años sin su hijo. Fue difícil, cuenta.

Primero en agosto me fui para Costa Rica porque la situación en Nicaragua ya era insostenible. para mí la fecha que me quebró fue la del 30 de mayo después de la represión de abril llegó mayo me encerré más de un mes, después empezó la operación limpieza echaron preso a varios amigos y en agosto nos fuimos con mi hijo a CR estuvimos tres meses allá, pero no la armamos. CR estaba bien difícil. Había demasiado flujo de nicas,

Entonces en noviembre de 2018 había un encuentro que se llama Venir al Sur que es un encuentro LGBT y yo siempre he participado. Me daban el boleto, dónde quedarme un par de días y así y mi pareja de ese entonces ya se había venido para acá. Dije, voy a ir a ver a este maje un par de meses, aprovecho que ya tengo boleto comprado para tantear. Venía a explorar a ver si era posible moverse para acá. Al final decidí quedarme, cada vez estaba saliendo más gente, estaban estos picos de represión. No era seguro volver. Me puse a investigar el tema de los solicitudes de refugio. conseguir trabajo no se me hizo nada difícil acá. Busqué trabajo super fácil rápido. No fue una decisión tan complicada en ese sentido.

Mi hijo quedó con mi mamá en Nicaragua y después fue todo el rollo de tener esas conversaciones de qué va a pasar, cuánto tiempo va a ser. Yo no pensaba que fuera más de un año el que estuviéramos sin vernos. Fueron tres años.

Tenía que salir de México y volver entrar para poder solicitar refugio. Salí de México me encontré a con mi mama y con Héctor, mi hijo en Guatemala. Estuvimos un par de semanas, me regresé y ya hice la solicitud cuando volví.

.Fue en 2019, en mayo. Para entonces tenía 12 años. Ahorita va a cumplir 16 años.

Ya tenía varios años dedicándome a cocinar. Yo estudié otra cosa. Estudié psicología pero nunca la ejercí, pero ya cocinaba. tenía con una amiga un pequeño negocio Mara Mara. Un café en la Centroamérica.

El proceso de asilo no fue tan complicado. Supuestamente iba a durar seis meses, al final duró un año y pico, para que saliera la aprobación de la solicitud. Luego se cruzó la pandemia. 2020 nos complicó las cosas. Eso hizo más largo el proceso. En lo que salía mi solicitud y ya que luego tramitar la de mi hijo.

 

 

 

La Comar gestiona mi solicitud, probar que lo puedo mantener a mi hijo, recibo de remesas, de que estás enviando, te preguntan por qué tiene que viajar, explicar toda la situación, por qué Nicaragua no es seguro por qué no es viable.

me salía muy caro un boleto de Managua a CDMX literal está pegado en el cielo. Armamos un plan con mi mamá con mis amigas cercanas de encontrarnos en CR. Él ya llega con residencia aprobada. Cuando lo aprueban ver toda esa vuelta.

Hicimos un bazar en una sala de Teatro en Coyoacán.

No sé cuándo voy a volver a ver a mi mama y decidí hacerlo de esa manera. Todo eso era un dinero que no podía conseguir ni muy pronto ni muy fácil, medio empleada. Solo tenía el trabajo con el emprendimiento. Tenía que ahorrar un montón de dinero. La actividad fue un éxito. Vendimos comida nica, ropa de segunda mano para vender, cobramos una entrada. La amiga de una amiga cantó, fue como una tarde cultural. Yo estaba entre asustada conmovida al borde del llanto, la gente muy solidaria, gente que ni conocía nicas y mexicanos, super solidarios, fue super lindo. Con una amiga cocinamos. Fue muy íntimo que la gente llegaba y apoyaba. (Con esto logró traerlo)

Pasar de Matagalpa a la CDMX es una gran cosa. La verdad Héctor y yo hemos sido bien pegados. hemos vivido toda la vida los dos juntos y separarnos tres años estuvo bien heavy para los dos.

Nunca fue una opción dejarlo allá. Desde el primer día fue trabajar. Sentí ese tiempo eterno. se vino la pandemia y fue peor estar encerrada, sin trabajo, estuve muy deprimida mucho tiempo. Entre la situación de Nic en general y luego esas particularidades e cada caso es para deprimirse.

Estoy trabajando en un café. Tengo un emprendimiento de comida nicaragüense. No lo dejo ir. Ahí estamos.

La ciudad es cara, sobre todo la renta y estoy sola con él.

Nunca fue una opción dejarlo allá. Desde el primer día fue trabajar. Sentí ese tiempo eterno. se vino la pandemia y fue peor estar encerrada, sin trabajo, estuve muy deprimida mucho tiempo.

Migrar nunca es un camino fácil. Y eso lo sabe bien Sandra. “Al principio lo que más fue complicado tal vez fue sentirme sin familia y sin amigos. Todas mis amistades estaban por todos lados. Ya en Nicaragua no quedan casi ninguna de mis amigas”, afirma

“Ha sido un año bien difícil de muchos retos económicos y emocionales, pero tenemos muchas ganas de hacer cosas. Queremos conocer México, viajar. Hacer cosas juntos. Seguir con el emprendimiento. Mucha de la nostalgia de comer lo que una ha comido siempre. que en mi casa nunca falte gallopinto y de vez en uando nacatamales . He conectado con mucha gente bien  bonito desde ahí. Po rejemplo en Navidad. Los mensajes de mis clientas. En Navidad hice relleno. Me fue super bien este año y una señora me escribió: me regresaste a la casa de mi mamá, recuerdo cuando estábamos chiquitos con mis hermanos, es muy reconfortante. ES como triste y bonito conectar a la gente desde la nostalgia.

Y en lo personal ha sido un viaje de conectar con mi mama y mi abuela. Falleció en 2020  por covid y los meses antes había comenzado con el emprendimiento. la primera vez que hice nacatamales aquí la tenía a ella en el teléfono, ahora qué hago, y la masa, y el amarre…(entrecruzar la hoja, el amarre de tal manera, acordate que echar manteca a la masa..)

Me conectó en sus últimos días, nos conectamos por medio de la comida.

 

Ya tengo una base social mexicana como de nicas que nos hemos ido encontrando por acá. Siento que Héctor en ese sentido se ha acoplado bien. Tiene su grupo de amigos, salen, se van a comer una pizza. La gente nos recibe muy bien. No he sentido xenofobia acá.

Venirnos fue la mejor decisión. Yo ya no tenía trabajo, perdí el negocio, no me iba a regresar a la casa de mi mamá, entre eso y el tema de la seguridad. En Nicaragua ya ni universidades hay, eso hizo mucho peso en la decisión. Pensar en las posibilidades que él tiene acá.

Mi familia, mi mamá, mi hermana vive en CR, mi hermano vive allá pero está pensando migrar a EEUU.

“Ha sido un año bien difícil de muchos retos económicos y emocionales, pero tenemos muchas ganas de hacer cosas. Queremos conocer México, viajar. Hacer cosas juntos. Seguir con el emprendimiento. Mucha de la nostalgia de comer lo que una ha comido siempre. que en mi casa nunca falte gallopinto y de vez en uando nacatamales . He conectado con mucha gente bien  bonito desde ahí. Po rejemplo en Navidad. Los mensajes de mis clientas. En Navidad hice relleno. Me fue super bien este año y una señora me escribió: me regresaste a la casa de mi mamá, recuerdo cuando estábamos chiquitos con mis hermanos, es muy reconfortante. ES como triste y bonito conectar a la gente desde la nostalgia.

Y en lo personal ha sido un viaje de conectar con mi mama y mi abuela. Falleció en 2020  por covid y los meses antes había comenzado con el emprendimiento. la primera vez que hice nacatamales aquí la tenía a ella en el teléfono, ahora qué hago, y la masa, y el amarre…(entrecruzar la hoja, el amarre de tal manera, acordate que echar manteca a la masa..)

Me conectó en sus últimos días, nos conectamos por medio de la comida.

Me quedé sin empleo. Ya había estado cocinando para las amigas, pero ya como negocio en 2020 mayo junio. Mi abuela falleció en julio.

Pude estudiar un curso de gastronomía. Yo ya cocinaba pero la escuela me dio orden, disciplina, técnica. Pude hacerlo acá y fue una gran experiencia.

En esa escuela tiene convenios con restaurantes (Gastromotiva) priorizan migrantes en condición de vulnerabilidad social entonces te dan ese curso intensivo tres meses y es gratuito.

Una vez que terminás te mandan a hacer pasantías en estos restaurantes. Algunos de cadenas y otros como más fancy. a mí me salió la oportunidad. Hice prácticas de cocina: Sut 777 que está en el pedregal y después oportunidad de hacer una pasantía en servicios en el Pujol. A media pasantía empezó la pandemia.

Nos dieron carta que dice que hice prácticas en Pujol.Ahí la tengo para cuando la necesite. Una gran experiencia pero como el servicio no es lo mío soy más de cocina.