Foto/ Sombrilla Centroamericana
En el foro “ Dispositivos control y represión de los estados centroamericanos. Resistencias feministas en contextos de crisis”, realizado por La Sombrilla Centroamericana, se abordaron las formas de dominios en los territorios para afrontar las emergencias actuales en el cual participaron las panelistas: María López Vigil, (teóloga, escritora y periodista) Montserrat Sagot (Doctora en Sociología con especialidad en Sociología de Género) y Sandra Morán, (ex diputada del Congreso de Guatemala y activista feminista).
Entre los dispositivos de control que se usan en nuestras sociedades se encuentran los fundamentalismos y fanatismos, explica la teóloga feminista, María López Vigil. Para ella estas ideas con base religiosa se han utilizado a lo largo de la historia, solo que en la actual emergencia se han desarrollado más. “En momentos difíciles en los países de América Latina en relación con Europa o Asia la pandemia da origen a que surjan con mayor insistencia ideas religiosas que debemos pensar ”. Por ejemplo: existe la noción del ayuno y la oración, el primero se está mostrando como un camino para superar lo que se está atravesando, sin embargo es contrario a las explicaciones médicas que insisten en alimentarse debidamente para mantener un sistema inmune fuerte, explica.
También menciona que las tradiciones cristianas son transmitidas desde el sentido del sufrimiento y el castigo, principios que están muy arraigados. En este sentido, el fundamentalismo religioso es anticientífico, por definición, porque rechaza la ciencia y atribuye una enfermedad a un castigo externo y no a la responsabilidad propia, añade. Vigil hace énfasis en que en esta coyuntura deben asumirse cambios en la idea de Dios y migrar de la religión a la espiritualidad porque sistemáticamente hay que dar respuestas religiosas a temas de fundamentalismos religiosos, este es un gran reto para las mujeres feministas, aclara.
La activista feminista, Sandra Morán, expone que dichos fundamentalismos tienen presencia en todos los países y en los lugares de toma de decisiones. Señala que en los debates del congreso de Guatemala se hacían muchas referencias a pasajes bíblicos “yo les decía a mis colegas diputados que ellos nombraban más las partes de la biblia y en poca medida los artículos de la Constitución”. Comenta que la religión es un mecanismo muy fuerte de control, y que el presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, hace llamadas al ayuno.
En el caso guatemalteco, para atender la emergencia por la COVID-19, se han realizado toques de queda entre 6 de la tarde a las 5 de la mañana y de cierta forma se está de acuerdo para protegerse y queda hacerse un trabajo colectivo, expresa Morán. Sin embargo, estas medidas suman a la violencia contra los mujeres, puesto que gubernamentalmente las instituciones para la protección de las mismas ya estaban debilitadas.
Explica que esta problemática es muy grave ya que la violencia contra las mujeres es el segundo delito más denunciado (para marzo 11,700 denuncias y más de 700 mujeres son asesinadas cada año). Asimismo, Morán comenta que para atender la violencia sexual contra las niñas presentó un artículo en el que incluía la posibilidad suspender el embarazo y que el Estado y el congreso no aprobó a esto se sumaron dos iglesias que formaron protestas para bloquearla, las estadísticas muestran que para mayo de este año se registraban 1,962 embarazos en niñas de 10 a 14 años.
Los mensajes de pastores también han existido entre ellos “hay pastores que han dicho lo que estamos viviendo es un mandato de Dios para que las mujeres volvamos a nuestra casa y que cumplamos el rol que Dios manda”, recuerda. En este caso, para Morán es importante construir redes de apoyo, colocar en la mesa en el centro la vida y no la sobrevivencia (desde la economía feminista) y sobre todo no naturalizar Estados de excepción como la única forma de cuidados sino continuar construyendo institucionalidad desde las apuestas feministas.
Nueva normalidad
“No creo que podemos hablar de una nueva normalidad. No creo que podemos hablar de un mundo postCOVID o postpandemia ya que en Centroamérica esta pandemia actual se entrelaza y se alimenta de otras pandemias. El mundo y las sociedades presentes en la región ya enfrentaban desde antes pandemias ocasionadas por los poderes coloniales, pandemias de hambre, de violencia causadas por largas historias de despojo.
El coronavirus ha dejado en descubierto todas las opresiones y desigualdades preexistentes”, argumenta la socióloga, Montserrat Sagot. El virus lo hizo es reproducir e intensificar las formas dominantes de control y exposición que se ven materializadas en los cuerpos individuales, en las personas que se han enfermado, pero que son resultados de procesos históricos de necropolítica y necroeconomía, expone la especialista. Explica que encuentra continuidades entre esas corporalidades deshumanizadas que están muriendo solas en hospitales, casas ya que las instituciones de salud se encuentran colápsalas o hasta en las calles como ha escuchado que ocurre en Nicaragua. Asimismo, hizo referencia a los altos contagios en zonas como las bananeras, en Costa Rica, que son estas poblaciones históricamente explotadas en los campos.
Además, coincide en que el confinamiento puede ser una medida positiva pero que al volverla homogenizante no se tomó en cuenta las diferente formas de vulnerabilidad y desigualdad. Sagot explica que aplicarla en Centroamérica se tornó una política de vigilancia y de gerenciamiento de los cuerpo asumiendo la existencia de una población con los mismos accesos a recursos, esto aumentó la precarización, la violencia y no se tomó en cuenta el género y otras.
Añade que con estas acciones se endurecieron las políticas más autoritarias y controladoras de los Estados, la crisis ofreció justificaciones para la implementación de medidas represivas y nuevas formas de coerción política – social, por ejemplo en países como El Salvador, Honduras y Guatemala están reviviendo el repertorio represivo del pasado modificados, claro, en nombre de la salud pública; el miedo a la muerte o enfermedad hace que las personas acepten estas medidas casi sin protestar y otras que se vuelvan mecanismos de control, comenta.
El caso de Nicaragua es una política eugenésica de exterminio, según lo que ha observado la experta. Debido a lo anterior, “las propuestas desde el feminismo deben ir hacia lo macro y hacia lo micro. Lo primero corresponde a demandar estados de bienestar, pedir reformas fiscales integrales, sistemas públicos competentes y políticas redistributivas (capaz de reparar desigualdades).” En lo segundo, “tenemos que valorar la interdenpencia entres seres humanos, entre la naturaleza, recuperar prácticas ancestrales de solidaridad comunitaria y las formas precapitalistas de intercambio, rescatar objetos de valor de uso, revalorizar los trabajos de cuidado, rescatar la producción y la defensa de los territorios”.
Mantener la agenda de los movimientos sociales en la pandemia
Las panelistas concuerdan en que la palabra es clave para mantener la agenda de las luchas de los movimientos sociales, más en estos momentos en lo que no se cuenta con presencia en las calles y que por la actual coyuntura sanitaria grupos están aprovechando para aprobar medidas regresivas en tema de derechos. Para Morán un reto es hablar de democracia, fortalecerlas, conocerlas, reafirmarlas y tomar las propuestas que desde las poblaciones y territorios se poseen para darlas a conocer aún más, para hacer visibles lo que las disidencias, mujeres y pueblos dicen.
Montserrat, respecto a las disidencias, reacciona que se ha ejercido mucha violencia con las poblaciones LGBTI, por ejemplo la persecución a las mujeres trans (al igual que Guatemala) y al no tomarlas en cuenta para aplicar medidas sectorizadas en el confinamiento, agrega que aunque Costa Rica tenga un avance significativo en la legislación con la reciente aprobación del Matrimonio Igualitario aún existen deudas.
Por otro lado, menciona que en este contexto de pandemia también han entrado a discusión temas importantes que como feministas debemos aprovechar como la valoración de los trabajos de cuidados, labores reproductivas, la importancia del trabajo doméstico y el aumento de la violencia contra las mujeres, que no se hablaba o no se habían alcanzado esferas públicas. “Antes lo hablábamos entre nosotras ahora lo vemos en grandes medios de comunicación. Es decir, hay que aprovechar que surgieron y que la emergencia logró sacar a la luz una serie de discusiones que eran temas nuestros hace más de 200 años y que ahora salen a la discusión pública. Tenemos que aprovechar esa conversación para construir alianzas y procesos para que esto pueda transformarse en acciones concretas ”, expresa.
Replantear el distanciamiento social, resistir y estrechar lazos comunitarios
Para Cintia Amanecer, ante las pandemias que ya estaban presentes la lucha de las mujeres y de los pueblos centroamericanos y del Caribe es importante mantenerse firmes, creativos y resilientes con la capacidad de reinvertarse ante las mutaciones de los virus de las dictaduras, de gobiernos autoritarios, de violencias contra las mujeres (negras, lesbianas, de pueblos originarios y más).
Menciona que ante la nueva dictadura sanitaria se debe resistir y no dejar crecer el conservadurismo, no aceptar dispositivos deshumanizantes, ideas religiosas que atentan contra la dignidad humana, abandonar construcción del miedo hacia la otra persona al pensar que es portadora y va a matar sino abordarlo desde la solidaridad y acuerpamiento.
Amancer explica que ante la naturalización de mecanismos de control es importante replantear el distanciamiento social como única solución. En este sentido, se debe buscar diferentes maneras para estrechar lazos comunitarios, políticos, sociales y salvaguardando la salud. Además menciona que la letalidad del virus no ha sido el grave problema sino la falta de capacidad de los Estados dar respuesta a la salud pública, por la privatización de los mismos. Lo que hace letal a la enfermedad es el sistema.
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