La musicoterapia como puente de expresión y pertenencia para niñez con discapacidad

En un país donde los espacios para la niñez con discapacidad son escasos y muchas veces aislados, la musicoterapia se abre camino como una herramienta de expresión y bienestar. A través de ritmos, melodías e improvisaciones, esta disciplina ofrece un lenguaje alternativo para quienes encuentran limitaciones en la comunicación verbal. Más allá de una actividad recreativa, se convierte en un proceso terapéutico que fortalece la identidad, la pertenencia y los vínculos familiares.

Memena Rivera, musicoterapeuta y parte de la Fundación Entre Colores y Sombras, comparte en esta entrevista cómo la música puede transformar la vida emocional y social de niñas y niños con discapacidad, y por qué es necesario que las familias acompañen y valoren estas formas de expresión.

Por Redacción

RLB: ¿Qué es la musicoterapia y en qué diferencia a la musicoterapia de otras terapias?

Memena Rivera: La musicoterapia ocupa la música para cumplir objetivos terapéuticos: ritmo, repetición, escucha activa, escritura y trabajo grupal. La arteterapia utiliza artes plásticas; la danzaterapia, el movimiento corporal. Cada disciplina tiene su herramienta, pero la música tiene un poder único de conexión y expresión.

RLB: ¿De qué manera la musicoterapia contribuye al bienestar emocional de la niñez con discapacidad?

MR: La música es un lenguaje que incluye melodías, ritmos, silencios, pausas y armonías. A veces las palabras se quedan cortas, pero la música permite que la persona se exprese de alguna manera. Eso ayuda mucho a sentirse escuchado, visto, valorado, ser parte de algo.

RLB: ¿Cuáles son los principales efectos positivos de la musicoterapia en niñez con discapacidad?

MR: El sentido de pertenencia, la visibilidad, el sentirse escuchado y visto. También aporta identidad y comunidad, algo que nuestra sociedad no le brinda a las personas con discapacidad.

RLB: ¿Qué papel juegan las familias en este proceso?

MR: El tema de discapacidad atraviesa la dinámica de toda la casa. Por eso es importante dar a la familia un espacio seguro, confiando en que sus hijos estarán en buenas manos. Yo siempre entrevisto a los familiares para conocer canciones, gustos, realidades. Muchas veces los hijos tienen repertorios personales, canciones favoritas, que son parte de su mundo emocional. Aunque no hablen, esa música les da identidad y acompañará toda su vida.

RLB: ¿Cómo esta práctica facilita la socialización entre niños, niñas con discapacidad y sus familias?

MR: La interacción es la necesidad básica del ser humano de sentirse parte. Lamentablemente en el país hay pocos espacios disponibles y consecutivos para esto. La musicoterapia rompe los esquemas de quién puede y quién no puede hacer música. No importa lo estético, sino la forma en la que expresás a través de un instrumento o tu voz. Poco a poco eso se convierte en pertenencia, identidad y comunicación.

RLB: ¿Puede la musicoterapia ayudar a expresar emociones?

MR: Hay modelos, como el de Nordoff Robbins, que se basan en la improvisación con instrumentos. Eso permite que la persona intensifique y desahogue sus emociones. También hay procesos en paralelo con la psicoterapia, como cambiar la letra de una canción significativa o escribir una nueva desde cero. El arte es una necesidad humana de expresión, no algo reservado a museos.

RLB: ¿Qué mensaje darías a las familias que nunca han considerado la musicoterapia?

MR: Cualquier niño o niña que tenga acceso a una expresión artística desde temprano desarrolla mejor sus capacidades cognitivas, emocionales y psicosociales. No lo veamos como un recreo o distracción, sino como algo fundamental para el crecimiento. Si ya quieren un proceso de musicoterapia, pueden acercarse a los espacios donde se aplica y buscar profesionales dedicados a esto.