Por Reina Ponce
*El nombre de la protagonista fue cambiado para proteger su identidad.
Era abril de 2018, policías y militares en las calles reprimían la primera protesta de estudiantes universitarios. Detuvieron a uno que iba vomitando y en mal estado de salud. Lo llevaron custodiado y encañonado a un bus.
El teléfono de Azucena timbró y en la llamada le dijeron que su hijo había sido capturado. “Cuando estudiantes de la UCA salieron por primera vez a protestar, mi hijo estaba en clases, tuvo que salir porque tenía problemas de salud y se tenía que trasladar urgente para mi ciudad y la policía lo confundió. Esa situación me marcó”. Azucena salió a defender a su hijo e impidió que se lo llevaran.
Azucena es madre de dos universitarios, es defensora de derechos humanos y ejercía la abogacía en Nicaragua, su labor la llevó a formar parte de «lista negra» del gobierno al grado de ser perseguida, hostigada y custodiada por la policía. Salió de Nicaragua para proteger su vida y la de sus hijos. Está exiliada en El Salvador desde 2019.
“En el contexto de la situación del país en el 2018 me trastoca, como abogada y porque soy madre de hijos universitarios. De una forma u otra me fui involucrando por ayudar a sacar jóvenes que estaban en las cárceles, a buscar jóvenes que se capturaban en diferentes lugares y en el caso de los abogados nos pusieron en el ojo del huracán porque nos teníamos que identificar como tales. Como madre sentía el deseo de ayudar a otras a sacar a sus hijos que habían sido capturados”.
La policía tenía custodiada la casa de Azucena. Una vez el carro donde viajaba fue requisado, recibió llamadas anónimas sobre personas que estaban en peligro «hubo dos veces que me sacaron de mi casa para entregarme a la policía».
El teléfono de Azucena sonó, ella dentro de su casa respondió la llamada. La voz le dijo: “Licenciada la tienen encañonada con un franco tirador”.
«Dije es hora de irnos y no nos podemos quedar más tiempo. Solamente dejé terminar el año 2018 para salir en 2019. Frente a mi casa estaba lleno de paramilitares, no sé si por mi o por otra cosas pero podían estar horas frente a mi casa».
Azucena salió con su hijo adolescente de Nicaragua. «Es fácil decir yo la migrante, yo la mujer que sale del país pero cuando esa mujer migrante también viene con alguien ya se convierte en dos yo, pienso por mi y por el que viene conmigo también».
Ella sentía culpa al tener que salir con su hijo, él dejaba de estudiar, también dejaba su hogar y a su familia. Los otros hijos de Azucena se quedaron en Nicaragua cuidando el patrimonio, su casa. Ellos le dijeron que era urgente que ella saliera con el hijo menor porque corría peligro.
«Mis hijos me dijeron que era mejor que nos viéramos en una cámara que en una cárcel. Eso fue duro cuando ya te toca irte porque dejás tu confort, mi carrera, nivel de vida que tenía. Yo salí como si fuera atleta porque no traía ropa más que deportiva. También había un vacío, mi hijo era estudiante y todas esas cosas se van cargando en el viaje pero sí sabía que no iba a regresar, estoy consciente que no puedo regresar. Dios sabe que lo que hice, lo hice de corazón y lo volvería a hacer.
La adaptación para el hijo de Azucena fue difícil en los primeros meses al no poder estudiar. Por otra parte, ella menciona que en El Salvador el acceso a la salud es limitado, que no hay un tema de prevención “las mujeres no dejamos de tener cambios. A mi ya me llegó la etapa de la menopausia, yo esperaría que me dijeran vaya a pasar consulta para ver la menopausia y me dijeran los cambios que pueden pasar pero no es así. Desde esa perspectiva se vulneran los derechos de las mujeres porque de esa manera somos números para estadísticas malas.
“Yo comencé a sentir un respiro cuando mi hijo se comenzó a adaptar. Si alguien adolescente no estudia, eso crea diferentes estados emocionales porque se siente que yo estaba frustrando el futuro de mi hijo, eso por un lado; por otro motivar a que aprendiera otras artes u otras cosas que fueran importantes en el crecimiento de él”.
Los hijos que se quedaron en Nicaragua esperan que su madre regrese a casa. Todavía le guardan un lugar «mis hijos lavan mi ropa y la guardan. Es una forma sentir que yo estoy ahí», aunque ella les ha dicho que la boten, ellos dicen que no han tenido tiempo.
“Cada cierto tiempo sacamos toda la ropa, la ponemos en suavitel, la ponemos a lavar, la volvemos a poner en los mismos lugares igual que en el día que usted se fue y así como los zapatos. Esta es su casa, este es su lugar”, le dicen los hijos a Azucena.
Sentí una ternura mezclada con un estado de tristeza porque sé que no llegaré pronto. Decirles a ellos que la ropa que la boten, que la quemen, que la regalen, sin embargo, en la navidad de este año la volvieron a lavar y las volvieron a poner en el mismo lugar donde yo las tenía.
Azucena sueña con una Nicaragua libre, democrática, donde las hermanas feministas que aún están detenidas recuperen su libertad, donde la historia no se vuelva a repetir y que llegue la paz, que “las mujeres puedan a decidir sobre sus vidas, que en nuestro país se elimine el aborto en su totaliad y se recupere al menos el derecho de la maternidad como un derecho y que al país regrese a las causales como estaban antes que llegara Daniel Ortega”.