Demasiado radical, ¿para quién?

Llevo mucho tiempo escuchando que soy demasiado radical para estar con un hombre heterosexual. Llevo largo rato escuchando que soy buena pareja, pero no me eligen. ¿Y si soy tan buena desde su visión del mundo, entonces por qué me han lastimado? 

Por: Tatiana Alemán

Estoy segura de que no es un problema ser quien soy. Sin embargo, siempre que escucho esas palabras, algo se quiebra en mi interior y las lágrimas brotan sin control. Esas palabras saben colarse en una grieta que usualmente pasa desapercibida, pero en ella habita la duda sobre si estas creencias que me constituyen han sido buenas decisiones. Por ejemplo, tengo miedo de tener hijos. 

Hace unos meses me di cuenta de que no he tenido hijos por temor, porque tengo las ganas de maternar, pero me inunda el pánico de no ser lo suficiente proveedora para elles. Me da miedo que pasen hambre, que sientan el abandono, la ira. Me da miedo que no sientan la plenitud de ver hacia el sol y sentir tranquilidad. 

Pienso que todo me falló a mi y por eso yo fallaré. Como dice el internet: Solo soy un adulto chiquito. Tengo miedo de maternar porque recién comencé a maternar a mi niña interior. Deje de ser la hermana mayor que cuida a cuidarme, y claro, está resultando difícil reconocer mis necesidades y atenderlas en el momento que ameritan. 

Y siempre me pregunto, ¿esta vez estaré dispuesta a dejarme para después por atender a otres? Si aún no he parido, entonces la respuesta es evidente. 

La siguiente creencia, por la cual no me eligen, es porque la idea de Dios la uso a mi conveniencia. A veces creo y a veces no. Depende de las situaciones. Pero, definitivamente no profeso ninguna religión y no tolero la idea de violentar en nombre de un ser que se supone es amor. Paso. 

Y a la supuesta radicalidad extrema se suman el feminismo antirracista, la práctica decolonial, la conciencia de clase y el deseo ferviente de la caída de las dictaduras y sus ideas rancias de una familia nuclear alejada de la comunalidad, el matrimonio, el odio hacia la diversidad sexo genérica, el culto a los ricos y toda la mierda que sostiene al capitalismo devora mundos. 

Se me olvidaba agregar que me gusta el punk, el hardcore, el ska, de vez en cuando el metal y otros derivados, y perrear hasta el subsuelo. Música ruidosa, me dijeron alguna vez. Ah, y también me gusta vestirme como caiga. Debo admitir que a veces la presión por ser una ¨girl¨es muy fuerte y cedo. 

Mientras escribo este texto, y leo parte de lo que soy, mis creencias y modos de vivir no me parecen algo extraordinario. Solo veo a una persona existiendo desde sus formas y colores; sin embargo, eso es demasiado radical para los hombres heterosexuales en los tiempos de dictaduras de derecha en el continente americano. 

En 2008, la académica Cecilia Villarreal Montoya dijo en su artículo “La soltería en mujeres de mediana edad”: “La estereotipia patriarcal, necesariamente, cala en la auto-identidad de las mujeres. Aquellas quienes no se han casado sufren de gran presión social,  esta  las  cronometriza  y  les  recuerda  año tras  año  el  no  haber  logrado  el  matrimonio”.

El 18 de marzo voy a cumplir 35 años, y como ya dije anteriormente, no tengo hijos y desde 2019 no tengo una relación sexoafectiva saludable con un hombre heterosexual. Es más, la terminé de complicar en mi etapa como migrante en Estados Unidos, pues en mi segundo año valiendo verga en el imperio, me vinculé sexualmente con una persona 11 años menor que yo. 

En este punto de mi vida, las palabras de Cecilia hacen eco. Estoy a 5 años de cumplir 40 y siento que tengo el ritmo circadiano de una adolescente, cuando pensamos que tenemos toda una vida para vivir, que todo llegará en el tiempo que la sociedad patriarcal ha impuesto, como el marido, les hijes y la estabilidad.

 Pero la realidad es que no hay siquiera candidatos a parejas, no hay hijes y tampoco estabilidad. Y año con año me hacen la pregunta que para cuándo. Y año con año no tengo respuesta, solo contradicciones.

Contradicciones como quiero jugar a la casita, pero no tengo dinero; quiero pareja, pero siempre me drenan la energía con la excesiva carga de cuidados que me han impuesto en la relación. Quisiera un hije, pero siempre me termino eligiendo a mi misma. Y esto es agotador.

 La sociedad patriarcal y capitalista jamás será un lugar seguro para las mujeres. Nunca estoy confiada de mis decisiones, dudo mucho sobre mis capacidades y el aislamiento me ha sometido a una depresión casi crónica. 

Quiero estar feliz con mi casita formada por mis hermanas y mama. Quiero estar feliz con mi capacidad de amar y mi vida sexual. Quiero quedarme con vos y tener la opción de ir y venir cuando lo necesite.

Quiero estar en comunidad  y a veces irme a Marte con vos. Quiero ser realmente radical desde mi visión y no desde la perspectiva de un hombre que tiene miedo a pensar más allá de lo que le enseñaron en casa sobre las mujeres. 

Hace unos días vi la serie de Netflix “Envidiosa”, en donde la protagonista es una mujer de 40 años, obsesionada con casarse, tener hijes y vivir como ama de casa. En ese camino tortuoso de cumplir las exigencias patriarcales que se grabaron en su mente, tras haber sido abandonada por su padre cuando era niña, la pregunta ¿Por qué no me eligen? es recurrente en sus sesiones de terapia. 

A estas alturas del desmadre de mundo humano que tenemos, tanto yo como mis amigas y otro sinfín de mujeres ya pasamos por el consultorio de una terapeuta haciéndonos la misma pregunta. De hecho, yo se la hice a la persona 11 años menor que yo, su respuesta fue que “tenemos ideas muy diferentes”, que yo tengo ideas muy radicales y que él es más tradicional. 

Esta es la primera vez que conozco a alguien que se considera así de opuesto a mis formas de vida. Pero tampoco me eligieron hombres de mis círculos. Esto ha sido como que soy demasiado radical para algunos, mientras que para los supuestos radicales todavía me falta algo para entender su puta vibra. 

¿Por qué no me eligen? La conclusión para este 6 de marzo de 2025 es que me elijo yo. Me quedo conmigo. Ya me eligieron mis amigas, mi mamá y mis hermanas. Probablemente tenga una nueva crisis alrededor de esta tortuosa pregunta, pero estoy segura que, después de llorar, me volveré a elegir. 

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Soy Tatiana Alemán y nací el 18 de marzo de 1990. Actualmente tengo 34 años de edad y no vivo en El Salvador desde hace dos, pero esto es temporal, el regreso siempre está a la vuelta de la esquina, digo yo. O al menos ese es mi consuelo en el exilio. Escribo desde los ocho años de edad. Platero y yo fue el primer texto que me alborotó hasta las entrañas y, desde entonces, escribo, escribo, elimino documentos y vuelvo a escribir para ver si por fin me sale otro libro. He participado en diversos concursos de cuento y poesía, pero si me preguntan qué escribo, aún no estoy segura de la respuesta, porque la literatura es transgénero, creo. Leo, aprendo y desaprendo según los territorios de sentipensares que habito en cada ciclo de mi vida.