Verónica Delgado: “Miedo no tengo, yo sé que Dios me cuida y voy a seguir buscando a Paola”

Foto/ Reini Ponce

Verónica Delgado recuperó su libertad el pasado 3 de abril,  después de ser capturada bajo el régimen de excepción el 11 de marzo. Su captura alertó a diferentes organizaciones de derechos humanos nacionales e internacionales, pues el régimen había privado de libertad a una madre buscadora.

Por Clanci Rosa y Karen Sibrian

Un abrazo de Valentina y la búsqueda de Paola mantuvieron ocupada la mente de Verónica esos días. El lunes 11 de abril, mientras ella terminaba de lavar la ropa, un grupo de agentes rodeaban su casa. Uno de ellos ingresó por la parte trasera y le pidió que abriera el portón principal, a la vez que le preguntaba por qué mantenía cerrada la entrada principal, Verónica le respondió que por seguridad, ya que se mantenía sola con su nieta y, hace dos años, le habían desaparecido a una de sus hijas.  

“Se nos ha notificado que aquí se vende marihuana, andá a abrir el portón que ahí están mis compañeros”, le gritó el agente. Se metieron a su casa, hurgaron en todas sus cosas. Verónica vive con su hija mayor y su nieta Valentina de 4 años, hija de Paola, la hija menor que fue desaparecida en 2021.

Cuando revisaron el cuarto de su hija mayor, encontraron dinero ahorrado, producto de sus ingresos trabajando en un call center. Pero los agentes no escucharon la explicación de Verónica. En cambio, le dijeron que se la iban a llevar porque consideraban que ese dinero era producto de la venta de marihuana. 

El teléfono de Verónica se estaba cargando, uno de los agentes lo desprendió del cargador con violencia, ella se lo pidió porque les dijo que llamaría a su abogada, pero le dijeron que tenía prohibido llamar a cualquier abogado, solo podía hablarle a su mamá para que recogieran a la niña (Valentina), sino, se la llevaría el CONNA. 

Verónica les enseñó a los agentes una foto de Paola tratando de encontrar un poco de empatía y que verificaran lo que ella les estaba diciendo: era una madre buscadora, no delincuente. Pero uno de los agentes le dijo que para qué la seguía buscando, si seguramente ya estaba muerta. Verónica no respondió y no pudo evitar llorar junto a Valentina, quién no quería desprenderse de ella. El agente, nuevamente, se acercó y le dijo, “no llore por la niña, ella no es nada suyo. Esa niña no es ni su hija”. Verónica entregó a la niña en manos de su madre (mamá de Verónica), una mujer de avanzada edad, que tampoco comprendía lo que estaba pasando. 

A Verónica se la llevaron en una patrulla hasta una delegación policial de Ciudad Arce. Desde las 12:30 del mediodía hasta la medianoche estuvo esposada. Cenó porque su hija le llevó unas pupusas, pero no pudo verla. A la media noche la sacaron para la captura de huellas, después regresó a la delegación. A una banca anclaron la esposas, le dieron un colchón para dormir.

A eso de las 7 de la mañana del siguiente día, salieron a la Procuraduría General de la República de Santa Tecla para asignarle una abogada. Después la llevaron a Fiscalía a dejar su teléfono. Antes de salir para Apanteos, pasaron nuevamente a su casa a traer las pastillas de la presión porque le dijeron que sin esas pastillas no podía entrar.

“Ese policía andaba tan desesperado por deshacerse de mí, porque dijo vamos a ir a almorzar rapidito, y la llevamos a Apanteos, qué tanto va a estar haciendo ella en la delegación”.

La llegada al penal de Apanteos

“La llegada fue bien horrible porque yo nunca había entrado a ningún lugar así, ni nunca me habían esposado. Sentí tan feo, porque, bueno, ahí le hacen tantas cosas a una: la custodia lo revisa allí en la entrada para ver si uno lleva algo. Ella (la custodia) me dio ropa blanca porque yo no llevaba, yo iba así de particular y ella me dijo ´vaya tire toda la ropa aquí. Aquí están los sapos. Aquí está lo que le voy a dar”.

Después la llevaron donde un médico, le hicieron una prueba de embarazo, aunque Verónica les dijo que andaba con su periodo y que no necesitaba la prueba, aún así se la hicieron. También les dijo su condición médica de hipertensión. 

Cuando Verónica ingresó lo hicieron otras cinco mujeres. “Unas no paraban de llorar, pobrecitas, por sus hijos verdad. Otras me dijeron: primero Dios ya vamos a salir porque no hemos hecho nada malo”. La mayoría de estas mujeres eran jóvenes y de San Salvador. 

Las condiciones en las que están las mujeres dentro de las cárceles, desde la mirada de Veronica, son complicadas. No les entregan toallas sanitarias para la gestión menstrual, su familia debe enviarlas en el paquete. “Ahí se comparte porque hay muchachas a las que no les mandan paquete, así que uno comparte”.

Uno de los casos que impactó a Verónica fue el de una joven que iba a cumplir dos años de estar detenida bajo el régimen de excepción. Cuenta Verónica que la joven estaba desesperada por salir de la cárcel. En  su desesperación, tomó lejía. Entonces las custodias ya no le creían cuando les decía que estaba enferma. Sin embargo, en los días que Verónica estuvo ahí, pudo presenciar cuando la joven pidió ayuda por un fuerte dolor estomacal.

“Un día la hallamos con un gran dolor de estómago, no aguantaba y no la llevaron a pasar consulta, solo la sacaron,  le dieron pastillas y se la llevaron para adentro y ella todavía, en su gran desesperación se cortó el estómago, a saber con qué. La llevaron a enfermería, la cosieron y ella de lo mismo se rompió la herida, y lo que hicieron fue amarrarla, le pusieron esposas en los pies y en las manos y la pusieron en otro cuarto, ya sola para que ella no hiciera nada”.

En la celda donde se encontraba Verónica, había aproximadamente 95 mujeres distribuidas en camarotes triples. Cada una compartía la cama con otra persona, lo que resultaba en seis mujeres por camarote.

 La primera noche es difícil, dice Verónica, muchas lloran y todo se escucha. A pesar de encontrarse en una situación complicada, no dejó de pensar en buscar a su hija Paola. “Yo le pedí a Dios que me ayudará, que cuidara a Valentina, y también no dejaba de pensar cómo iba a ser para seguir buscando a Paola desde adentro de la cárcel. Pero yo decía: aunque esté aquí me tengo que enterar si sucede algo”

La comida tampoco era agradable, relata. “Yo comí hasta que me llegó el paquete, porque la comida no tenía sal. En el desayuno daban una sopa de frijoles con arroz, como casamiento; en el almuerzo, macarrones con carne de soya, arroz y dos tortillas; en la cena, frijoles molidos, un pedazo de plátano sancochado y dos tortillas de taco”.

El problema, dice Veronica, es que la comida enferma. Ella cuenta que muchas personas no pueden ir al baño, porque esta comida les da estreñimiento. Ella misma pasó una semana en esa situación. 

Entre las estrategias que Verónica encontró para resistir al encierro y calmar su ansiedad por salir de inmediato, asistió a los talleres que se facilitan en el Centro Penal. Fue al de aeróbicos y a uno sobre cosmetología. 

La salida

El día que Verónica salió ella no se lo esperaba, ni siquiera estaba enterada que su carta de libertad había sido enviada una semana antes, pero Centro Penales no ejecutó de inmediato la orden que el juzgado emitió. 

“Me llegaron a hablar a la celda, una custodia me dijo que saliera y que fuera a una oficina que me señaló. Al llegar me atendió una señora, me dijo que firmara unos papeles y pusiera huellas, lo hice. Después me pidió mi dirección, se la dí. Hasta el final me dijo ´tome, esta es su carta de libertad, usted va libre´». 

Verónica no lo podía creer, estaba muy feliz, pensaba que por fin iba a llegar a su casa, vería a su hija mayor y abrazaría a Valentina.  “Me acuerdo que justo cuando yo estaba saliendo (de la oficina), habían varias muchachas entrando, una de ellas me dijo ´Ay no, a usted la carta de libertad le acaban de dar ́ y todas las muchachas me aplaudieron, algunas se acercaron y me dieron un abrazo”. 

No hubo tiempo para despedirse de las compañeras de celda, Verónica ya no podía regresar al sector, ahora era libre. Pero le dijo a una de las jóvenes que iba de ingreso que fuera a la celda 5 y le comunicara a sus compañeras de celda que ella, Verónica, se iba libre.  

Un transporte del centro penal la llevó hasta la casa de su mamá. El encuentro con la familia fue emotivo, entre abrazos y lágrimas. Valentina no dejaba de llorar, afianzada a Verónica. Al final, estaba con su abuela y no quería que se volvieran a separar nunca.

“Miedo no tengo, yo sé que Dios me cuida y  voy a seguir buscando a Paola”, dice Veronica, ahora en libertad.

Verónica y Dina, buscadoras detenidas en el régimen de excepción

El 8 de marzo, Verónica marchó a la par de Dina, defensora de derechos humanos e integrante de Alerta Raquel, que también fue detenida en el marco del régimen de excepción. Dina es amiga de Raquel, joven desaparecida en 2019 y que, hasta el día de hoy, su familia continúa buscando.

Dina tenía 8 meses de embarazo cuando fue detenida el 17 de marzo, también acusada de agrupaciones ilícitas. El embarazo era de alto riesgo, por lo que necesitaba atención médica adecuada. Sin embargo, el domingo 7 de abril, personal de la Granja Penitenciaria de Izalco informó a la familia que Dina había sido trasladada al Hospital “Dr. Jorge Mazzini Villacorta” y que la niña que esperaba había muerto. Después de casi dos meses de ese hecho, ni la familia ni las organizaciones de personas buscadoras han tenido información sobre el estado de salud de Dina. 

“Vi a Dina en la marcha, andaba con su gran panza, le pregunté si no se había cansado, ella me dijo que no, que no pesaba mucho. Después me enteré de todo lo que ha pasado. Su bebé no tenía que pagar eso. Pero fue su bebé el que pagó la injusticia de esta gente. Es duro perder a un hijo, yo sé de eso, no tengo a mi Paola, imaginen como se ha de sentir ella estando ahí encerrada. Esta gente debe recordar que existe esta Ley Nacer con Cariño y esto no es nacer con cariño”, opinó Verónica.