Vivir en Nicaragua, un país en dictadura y con constantes retrocesos en materia de derechos humanos, es particularmente difícil para las mujeres y niñas. La persecución a las defensoras y el desmontaje de la ruta de acceso a la justicia evidencian una voluntad política de desarticular al movimiento feminista y amplio de mujeres, del cual, históricamente se ha derivado distintas acciones que salvaguardan el derecho a una vida digna y libre de violencia. A pesar de esto, las feministas han desarrollado un sin número de estrategias de resistencias creativas, innovadoras, individuales y colectivas para continuar analizando el contexto, incidiendo políticamente por la democracia, denunciando las violencias, defendiendo los derechos de mujeres y niñas.
Este artículo reúne las voces de Olimpia, Rita, Audre y Marcela, seudónimos de cuatro feministas históricas nicaragüenses que reivindican la participación política de las mujeres, el derecho a vivir una vida libre de violencia y la importancia de la agenda del movimiento feminista y amplio de mujeres en un contexto de dictadura.
Por: Periodistas feministas nicas
La violencia política y el movimiento feminista de Nicaragua
A pesar de la violencia política contra las activistas, feministas y defensoras; el movimiento feminista y amplio de mujeres sigue existiendo en Nicaragua: resistiendo, proponiendo y creando espacios conjuntos para cuestionar el accionar del Estado. Olympia, integrante activa de la Red de Mujeres contra la Violencia, destaca que el movimiento feminista amplio “es el movimiento social más sólido de todos los movimientos sociales en Nicaragua, el primer movimiento social que denunció las violaciones de Derechos Humanos, incluso antes del 2018”.
Marcela, activista del Movimiento Feminista de Nicaragua, señala que las mujeres articuladas en diferentes territorios y en diferentes etapas de la historia de Nicaragua han interpelado a las agendas del Estado. “Ha sido un espacio de movilización social y denuncia permanente desde antes de la crisis que vino en abril del 2018. Antes y ahora no hemos callado ante ningún gobierno, no nos hemos callado ante ningún abuso de poder y hemos hecho visibles temas incómodos en un país machista, conservador y ahora en dictadura” explica.
Para Audre de la Articulación Feminista, el movimiento es un actor político, dinámico y resiliente que ha sostenido su capacidad de organización, su capacidad de visibilizar agresiones y violaciones a los Derechos Humanos y que ha encontrado maneras de actuar ante la dificultad de operar frente a las leyes creadas, como la Ley Contra el Lavado de Activos, el Financiamiento al Terrorismo y el Financiamiento a la Proliferación de Armas de Destrucción Masiva publicada y puesta en marca desde 2018 y la Ley Especial de Ciberdelitos en vigencia desde 2020.
“La dictadura ha imposibilitado y convertido en delitos situaciones que son un derecho, como el derecho a la movilización, el derecho a la libertad de expresión, el derecho a organizarte y a estar asociada. Entonces el rol del movimiento feminista ha estado en mantener en la palestra pública el análisis de las consecuencias que tienen todos los cambios y todas estas agresiones en el país, pero sobre todo en la vida de las mujeres”, enfatiza Audre, sobre las condiciones adversas que el movimiento ha atravesado y la resiliencia que ha desarrollado.
Por su parte Rita, integrante del Movimiento Autónomo de Mujeres describe al Movimiento como un espacio de debate y de resolución para “las búsquedas de salidas a la crisis política y particularmente la construcción de fuerzas democráticas que puedan liderar el país y que puedan comprometerse con los Derechos Humanos en general, pero particularmente con los derechos de las mujeres”.
Una agenda política feminista en el contexto de dictadura
Desde sus inicios como movimiento social organizado, las feministas han evidenciado la corrupción de la clase política, la falta de procesos democráticos y sus consecuencias en la justicia social; cuestionando a las agendas oficiales del Estado gerenciadas por el primer período del gobierno sandinista, el post revolución entre 1979 a 1990, los gobiernos neoliberales 1990-2006 y por supuesto, la actual dictadura sandinista entre el 2007 al presente año.
María Teresa Blandón, socióloga feminista desterrada por la dictadura Ortega Murillo desde 2022; describe en su investigación Los Cuerpos del Feminismo Nicaragüense (2011) que: “paradójicamente, los inicios del feminismo [años 80] no estuvieron marcados por el descubrimiento de las desigualdades entre mujeres y hombres, sino por la existencia de una clase política corrupta devenida en dictadura y entendida como la principal causa de todo tipo de injusticias sociales”.
Una agenda feminista nicaragüense, significa en sí mismo resistencia, creatividad, esperanza, acuerpamiento, contención, ejercicio de ciudadanía, compromiso con el cambio y voluntad política por una vida libre de violencias para las mujeres y niñas de Nicaragua radicadas en el país, migrantes y exiliadas.
“Yo creo que el hecho de que seguimos existiendo es vital para mí, yo lo he puesto en todas las evaluaciones de proyecto y lo hemos hablado en los espacios; solo el hecho de existir, para mí es el principal logro. Hemos logrado mantener nuestro grito, nuestra demanda y nuestra denuncia” explica Marcela, destacando como logro fundamental la capacidad de las feministas de seguir hablando en colectivo a pesar de la persecución y hayan feministas que se reconozcan todavía como líderes, promotoras, activistas y dirigentes de base comprometidas con su trabajo.
Rita, destaca la importancia del aporte de los feminismos, las reflexiones y acciones cimentadas en la convicción de que “las mujeres existimos, que las mujeres tenemos derecho y que el mundo también nos pertenece, entender esa resistencia que busca una transformación y transgresión de un sistema de opresión para las mujeres. Poder reafirmar nuestra condición de mujeres ya no solo por mí, sino por el resto, que merecemos otro contexto donde podemos desarrollar todas las capacidades y que la violencia no puede seguir de por vida, eso a mí me motiva, poder seguir siendo parte de este feminismo y contribuir en lo que me queda de vida a lograr esa transformación y cerrar esos ciclos interminables de violencia y de impunidad ”.
Por su parte Olympia resalta el poder nombrarse ciudadana y feminista; y desde esas identidades ser una sujeta activa en el proceso de reconstrucción del país.“Tengo bien incorporada la colectividad, tener esa conciencia colectiva que nos lleva a sentirnos bien, sentirnos activas y que tenemos trabajo pendiente. Aquí hay mucho por hacer y creo que, haya pago o no, solo por considerarme ciudadana tengo una obligación de educar, prevenir, participar en reconstruir este país, y si no somos nosotras que como ciudadanas nos involucramos, ¿quién lo va hacer por nosotras? nadie, tenemos que tomar esa responsabilidad como ciudadana y como feminista de seguir aún en tantas dificultades y tantos obstáculos” reflexiona.
“Yo pienso que el trabajar conjuntamente, el hacer colectivo, el hacer redes, el hacer espacios conjuntos, diversos, es la única manera que tenemos para hacerle frente a todas estas agresiones que nos vienen del patriarcado y que se consolidan más en épocas de dictaduras. Yo ya viví una dictadura de niña y eso me reafirma más en no querer que las generaciones mías y las que vienen detrás, tengan que volver a vivir las atrocidades tanto de esta dictadura como de un patriarcado que está latente y que yo siento que cada vez tiene más garras sobre las mujeres” comenta Audre.
Además señala que plantearse acciones desde la mirada feminista y articulada en una agenda compuesta por mujeres diversas, muestra el compromiso con la defensa de los derechos de las mujeres en el presente y el deseo de la no repetición de injusticias sociales que desembocan en dictadura.
Prioridades e intereses de la agenda del movimiento feminista en Nicaragua
Audre, Olympia, Marcela y Rita consideran que hablar de una agenda feminista significa que hay intereses, necesidades, temas y acciones identificadas como claves desde los diferentes espacios de discusión y análisis sobre las realidades de las mujeres y las niñas nicaragüenses. Por tanto, guía la incidencia del movimiento feminista de Nicaragua y contribuye a la recuperación del estado social de derecho mediante iniciativas que aportan a la transformación social, cultural, política y económica del país.
Las feministas entrevistadas están de acuerdo que la prioridad está en cuidar y defender la vida como activistas, defensoras, mujeres y niñas en un sentido amplio y profundo, porque significa terminar con narrativas y prácticas del pasado que exaltaron a héroes, mártires y el sacrificio por una causa o por un país. En este caso, las entrevistadas sí se reconocen como ciudadanas activas y claves para el restablecimiento de la democracia en Nicaragua, pero esta causa no está por encima de su integridad, su bienestar, sus sueños y metas personales, han comprendido que el autocuidado, la red de apoyo y la oportunidad de sanar es parte de la reconstrucción del país y el cambio cultural.
“Mientras no salgamos de esta dictadura no habrá condiciones dignas para vivir, mientras no tengamos un Estado y una sociedad democrática se hace más necesario e imperativo continuar soñando que otro mundo es posible, mientras hay esperanza, hay acción. El asunto no es por mí, el asunto es por todas” expresa Marcela, para señalar que sostener la esperanza, la capacidad de soñar otra realidad y otros liderazgos para Nicaragua son parte de las prioridades de la agenda.
Olympia destaca que no hay una sola agenda, sino varias agendas que se construyen desde los diferentes territorios del país y de las mujeres migrantes o exiliadas nicaragüenses: ”hemos hablado en varios espacios de que no hay una sola agenda, sino que hay diversas agendas, porque el feminismo es diverso. Está la agenda de las mujeres indígenas, de las mujeres afrodescendientes, las caribeñas, las mujeres rurales, incluso niñas y adolescentes, migrantes, mujeres de la diversidad, donde cada una nombra sus necesidades específicas, posiciona sus derechos, pero podríamos tener consenso que donde nos unimos todas es por vivir libre de violencias que es el derecho principal de todas, el respeto a nuestro cuerpo, incluyendo el aborto legal y seguro, el trabajo integral de los Derechos Sexuales y Reproductivos y sobre todo en estos momentos de dictadura feroz y atroz, es la lucha por un país democrático”.
Sin lugar a duda hablar del movimiento feminista nicaragüense, es describir a un conglomerado de mujeres que colocan el derecho de las mujeres por una vida libre de violencia como centro de su acción política. Además está integrado por mujeres jóvenes, urbanas, rurales, afrodescendientes, universitarias, académicas, lesbianas, bisexuales, trans, radicadas en el país, exiliadas, desterradas y defensoras históricas; comprometidas con prevenir y denunciar la violencia machista, visibilizar, defender y garantizar los derechos de las mujeres y las niñas, como también demandar la restitución de un Estado democrático e incluyente de la participación activa de las mujeres.
Finalmente, Audre, Rita, Marcela y Olympia señalan que, en nombre de las insurrecciones no se pueden sacrificar los derechos de las mujeres y niñas, y que ello debe ser un recordatorio clave para no repetir historias sucedidas en la década de los ochenta con la Revolución Popular Sandinista.
“Nuestros temas en la agenda siguen siendo los mismos; no hemos cambiado, es que hemos ampliado y buscado cómo articular esas demandas con un ejercicio ciudadano consciente, porque los derechos políticos y el ejercicio de la ciudadanía no es exclusivo de los hombres».
Agregó que las mujeres tenemos claros algunos caminos comunes en este contexto, por ejemplo salir del sometimiento y la exclusión, de la inferiorización a la que nos somete el patriarcado, y ser personas, que es justamente lo que nos da el feminismo, ser persona es tener derechos, ser persona con la ciudadanía completa(…)” concluyó Marcela.