Vivo con miedo, pero no puedo quedarme ahí

Por Edith Elizondo, feminista

El miedo que sentimos tiene mucho que ver con las cosas que nos han transmitido. Desde pequeña te dicen ‘cuídate de esto o de lo otro’. Esto se suma a las cosas que hemos vivido, a nuestras propias experiencias de vida, recuerdo la primera vez que sentí miedo de ser niña tenía diez años, en todas las noticias circulaba el caso de Katya Natalia Miranda Jiménez una niña como yo, que fue violada y asesinada en la madrugada del 4 de abril de 1999. En ese tiempo me costaba mucho conciliar el sueño pensaba que a mí me podía pasar o a mis hermanas, lloraba en las noches y pedía a Dios que no nos pasara a nosotras.   

Cuando tenía quince años, era una adolescente, me abusó sexualmente el amigo de mi novio, pero me dio vergüenza contarlo, cada vez que lo encontraba en la calle no podía verle porque me daba pena y cuando estaba lejos comenzaba a llorar. De joven estaba peleando con mi novio y me golpeó muy fuerte la cabeza y me empezó a ahorcar, pero ya estaba acostumbrado a vivir con miedo pues ya otro hombre me había golpeado en el transporte público para robarme la cartera, años después volviendo a casa de repente vi a un hombre que pasaba por delante de mí y luego volvía a pasar, cuando me giré y comenzó a masturbarse, entonces, comencé a gritarle y la loca fui yo.

Después en otra relación mi pareja me gritó y me echó de su casa a media noche, ese día me quedé en la calle, quisiera decirles que solo fue una vez nada más, pero no, no hace falta darte una bofetada para hacerte sentirte una mierda.  Sumado a eso, vivo pensando que cuando voy por la calle me puede pasar algo, estoy segura que no soy la única que le han pasado estas cosas, otras ya no lo pueden contar.

Somos muchas y estamos en todas partes, las mujeres que vivimos con miedo, pero salimos todos los días a enfrentar la vida, somos las sobrevivientes supremas de este sistema.

Con el tiempo reflexiono cada edad tiene sus preocupaciones y en el debate de la igualdad, también. estar organizada me ha permitido reconocerme y reconocer que vivo en un país que ha instalado esa sensación de miedo en las mujeres. 

Hoy en día he sanado estoy sanando con otras. Ya no quiero estar en el lugar de víctima del patriarcado por eso creo firmemente en la organización de las mujeres en la lucha feminista que salva vidas, pero cuando piensas que ya estaba segura, la fiscalía General de la República y la Policía Nacional Civil allanan tu oficina solo por el simple hecho de defender de los derechos humanos de las mujeres, ahora es el Estado que no quiere que olvide cual es mi lugar en este sistema patriarcal.

Pero la diferencia es que hoy no estoy sola, tengo miedo, me siento acompañada, acuerpada por una manada que me protege y si un día no vuelvo, sé que destruirán todo, saldrán a la calle y gritarán mi nombre, grita por mí y por todas: grita por el dolor de las que ya no están, grita por las que quedan.