Dios, (des)unión y poca libertad

Por Karoline J. Alvarado

Llega septiembre y en los países centroamericanos se respira la consumación de la más grande fantasía nacionalista. En términos sencillos, el canceroso patriotismo/nacionalismo no es más que adorar un pedazo de tierra porque se cree que de él se genera la fraternidad entre las personas, y creerlo especial por el simple hecho de haber nacido ahí. Esta es la premisa principal que, a la vez, siembra valores que refuerzan en el imaginario colectivo aquella necesidad de proteger “lo que es nuestro” y quién mejor que las Fuerzas Armadas para hacer cumplir este cometido. 

¿Exactamente qué es lo que se está defendiendo tan fervientemente? ¿Serán valores, costumbres o tradiciones? Pero éstos no dependen de la nacionalidad para ser adoptados, sino de la consciencia y educación de las personas. ¿Serán los habitantes? Pero los habitantes pueden vivir igualmente en otra locación geográfica, ya que no están inherentemente atados a una región. ¿Serán los bienes materiales o recursos naturales? Puede ser, aunque defender los recursos naturales que pueden convertirse en mercancías no sería muy honorable. 

Realmente no se pelea por nada al defender a la patria. Pero es el pretexto perfecto para militarizar la conciencia; hacer de estos actores parte indispensable de nuestra sociedad, tal y como sucede con la Iglesia. Esta ficción es utilizada por los que ostentan el poder para manipular la consciencia de las personas y asegurarse así también la posesión de recursos estratégicos.

¿Y cómo se puede controlar a la población con militarización disfrazada de patriotismo? Fácilmente. Hagamos un desfile el 15 de septiembre en el cual, de manera performativa, el presidente de la república se ubica en una tarima y observa, con júbilo, el desarrollo una dramatización sobre el “heroísmo” de los militares actuando frente a una situación de inseguridad a punta de bota y arma y ¡boom! tenés a la población hechizada y encantada. Sin el patriotismo no habría forma de que las autoridades y grupos de poder lograran tener tal magnitud de convencimiento.

De eso y más se ha podido observar en la gestión de Nayib Bukele y su necesidad de controlar las percepciones de sus seguidores y arremeter contra las voces disidentes, aun así sean personas defensoras de derechos humanos, periodistas que destapan casos de corrupción, mujeres, líderes ambientalistas, organizaciones populares y de sociedad civil en general.

Llegó septiembre y no hay nada que celebrar. Hay más por denunciar, más por criticar y más por lo que debemos luchar, pero no guiadas con la receta patriótica, sino motivadas por destruir esos vestigios colonialistas y patriarcales que han permeado hasta nuestros días y que han limitado la construcción de una sociedad más inclusiva, justa y laica.

Karoline J. Alvarado es socióloga, feminista e investigadora con experiencia en estudios sobre migraciones, desplazamiento forzado y violencia contra las mujeres. 

4 Comments

  1. Según tu perspectiva, esos actos cívicos a los que has hechos alusión y de menos han sido creados por el actual gobierno.? Si tu respuesta haré crítica, y te comprendo porque aún eres muy pequeña para entenderlo.

  2. Caballero, lea de nuevo el artículo, en ningún momento se afirma que los actos cívicos haya sido creado por el gobierno, la crítica va más enfocada a otra cosa.
    Y segundo querer desacreditar la crítica el artículo de la chica aludiendo a su edad, eso es una falacia ad hominen no demuestra nada mas que prejuicio. Además por lo que leo es socióloga e investigadora, así que supongo que tendrá sus bases (y experiencia) para analizar el espectro social de esta forma.

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