Por Kathy Bougher
A los 11 años, Julia fue violada por un hombre en su comunidad rural. Salió embarazada. Con tan solo 12 años, pasó de ser niña a madre, debido a la imposición de su embarazo. Ahora, a los 15 años, es una niña/madre con la responsabilidad de mantener a su hija, mientras intenta seguir estudiando.
Las niñas sobrevivientes de abuso sexual, además de vivir con la carga física y emocional que conlleva esta agresión, no tienen opciones para evitar un embarazo no deseado y deben cargar con una maternidad impuesta, en un país donde la prohibición del aborto es absoluta,
Entre 2015 y 2020, El Salvador registró 5,104 embarazos en niñas de 10 a 14 años. Una de ellas era Julia. Debemos recordar que todo embarazo a esa edad debe considerarse resultado de la violencia sexual.
A diferencia de otros casos, Julia cuenta con el apoyo de su centro educativo y de una organización feminista que la ha acompañado durante su embarazo, parto y durante el proceso judicial para condenar al violador. Y, siguen acompañándola en su vida como niña/madre.
Según organizaciones feministas, los números “oficiales” representan un subregistro. Pero, aunque sí ayudan a dimensionar la situación, “esos números no reflejan las condiciones de vida de las niñas,” explica “Flor» [seudónimo], feminista ligada al acompañamiento de niñas/madres.
Flor declara que el Estado tiene una responsabilidad de desarrollar políticas públicas que respondan a la pregunta: “¿Cuál es el entorno de la niña?», y así saber cuáles son sus condiciones de vida.
Flor explica que muchas de estas niñas “son de familias de escasos recursos económicos y de bajos niveles educativos. Las niñas tienen responsabilidades laborales en sus casas, como lavar ajeno o ir a vender. Viven en situaciones donde la madre sale a trabajar y deja a la niña sola en la casa. Los agresores aprovechan la pobreza y la vulnerabilidad.”
También, “La violencia sexual empieza muy temprano y cuando la niña llega a edad reproductiva, queda embaraza.”
Además, dice Flor, muchos de los agresores rondan entre los 20 hasta los 80 años. «En vez de ver las condiciones de vida de la niña, la sociedad la culpabiliza diciéndole: Ella lo provocó».
El sistema de salud, y otros sistemas, tratan a las niñas como si fueran mujeres adultas, expresa Flor “No tienen políticas, estrategias, o programas para proteger a niñas que son madres producto de violación. Por eso, las atienden como adultas, como si la niña de 10 o 11 años tuviera una gran experiencia. Para las instituciones es una manera de ignorar el problema de la violencia sexual y los embarazos impuestos. “
Julia llegó al hospital para dar a luz, sin saber nada de lo que le iba a pasar. Cuando las enfermeras empezaron a prepararla para el parto con procedimientos invasivos y dolorosos, no le explicaron nada. Julia dio gritos espantosos que se escuchaban por todo su sector del hospital. Y luego, después del parto, una enfermera le dijo, “no volvas pronto,” sin darse cuenta de que estaba hablando con una niña violada de 12 años.
La familia de Julia lucha para que ella, una estudiante seria con su proyecto de vida, pueda seguir estudiando. Según Flor, la mayoría de las niñas y adolescentes madres se encuentran obligadas a abandonar la escuela, y así se perpetúa el ciclo de pobreza.
Tampoco existe educación sexual integral en las escuelas. Así, no hay información científica y apropiada para niñas y niños que les enseña que la violencia sexual no es normal y que pueden denunciarla.
¿Y las nuevas leyes de Nacer con Cariño y Crecer Juntos? ¿Van a dirigirse a las realidades de niñas como Julia y otras en su misma situación? Es un trabajo pendiente para el Estado.
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Kathy Bougher es una escritora independiente, activista feminista, y educadora que vive entre El Salvador y Denver, Colorado, EEUU. Se dedica a temas como los derechos sexuales y reproductivos y la migración.
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