Contar lo que nos duele

Este año no fue fácil. Todas las personas que creemos en la justicia, la paz y en un mundo menos cruel lo sabemos. Hoy todo parece caminar hacia el lado equivocado. Los malos han vuelto a ser populares. Lo que antes era políticamente incorrecto ya no lo es. Narrar este mundo patas arriba —como diría Galeano— no es sencillo cuando se hace periodismo comprometido, periodismo feminista.

Editorial

En estos últimos años nos hemos visto llorar, tener miedo, desear que todo lo que vive nuestro país sea solo un mal sueño. Pero este año, en particular, nos hemos visto quebrarnos, escuchar —y a veces creer— esas voces que dicen que todo se terminó. Nos hemos oído hacer catarsis, mirar de reojo las otras vidas que pudimos tener.

Y aun así, también nos hemos visto sostenernos. Darnos esperanza por turnos, cuando una está un poquito “mejor” que la otra. Escuchar cómo cada “tené cuidado” hoy tiene otro peso, otra profundidad, otra recepción en cada une.

En medio de todo, también nos vimos abrazarnos. Darnos el tiempo de conocernos y escucharnos. Durante años, al gremio periodístico se le ha señalado como individualista, dominado por el ego. Y aunque no ha desaparecido del todo, qué alegría ha sido encontrarnos, sabernos segurxs —en la medida de lo posible— incluso cuando ha tocado cruzar fronteras. Integrarnos como medios, sin importar si somos grandes o pequeños.

2025 no ha sido un año fácil, eso es innegable. Pero no todo es pérdida cuando las redes se expanden, cuando entendemos —como dicen las feministas descoloniales— que no nos salvamos solxs: lo hacemos en comunidad. Esa certeza aplica para todo.

Ahora mismo solo vemos una parte de la película: lo que está ocurriendo y lo que ya ocurrió en el pasado. El futuro todavía no se deja ver. Aun así, tengamos la convicción de que lo que hoy hacemos tendrá repercusiones en los tiempos que vienen.

Las fuerzas dialécticas no operan en fila, sino al mismo tiempo.
Mientras quienes concentran el poder levantan sus palacios, quienes creemos en la justicia no hemos estado quietas: hemos investigado, denunciado, acompañado, tejido redes y sostenido la palabra.
Ambos procesos conviven, chocan y se tensionan.

Y aunque hoy parezca que el poder avanza sin freno, la realidad no es lineal. Es dialéctica. Las luchas se acumulan, la conciencia se expande, y llega un punto en el que lo que parecía marginal se vuelve imprescindible.

Después de vivir la censura, el silencio impuesto y la persecución, la necesidad del periodismo será más clara que nunca. Esa experiencia social puede abrir un futuro donde informar no solo sea valorado, sino también más protegido. Ningún periodista debería ser obligado a abandonar su país por hacer su trabajo. Veo un futuro donde eso sea impensable. 

2025 no ha sido el mejor año, pero lo hemos hecho bien, colegas.

Si de este lado hay miedo, recordemos que del otro lado también lo hay: miedo a la verdad.

Y es que los malos no caen por castigo divino, sino por las contradicciones que ellos mismos producen y que la verdad, tarde o temprano, expone.