
Por Gabriela Mendoza
Primero me supe como mujer, después me reconocí como mujer con discapacidad. ¿Es solo una palabra agregada? No, es todo un trayecto que me ha hecho despertar en el reconocimiento de las actitudes humanas. ¿En qué consiste el ser humano? ¿La sexualidad en la persona humana? Es parte de la vida. ¿Y en el ser humano con discapacidad? Silencio, tabú, ladear la cabeza hacia lo invisible.
¿Quién soy yo como mujer en esta sociedad que premia lo capacitista? Soy una mujer disca, me digo. Yo, quien antes les creí a quienes decían que una mujer con discapacidad no podía ser atractiva. Claro, ha pasado el tiempo, y ese don de transitar los años hace que ahora pueda decirlo sin miedo.
La mujer es bella por naturaleza, dicen. Sí, menos cuando tienes una discapacidad. Porque entonces la belleza se condiciona a la funcionalidad, al movimiento, a la independencia. Aún así, pese a las adversidades y los comentarios acerca de mi condición, siempre me he visto como una mujer completa, con un cuerpo, con una voz. Deficiente ante los demás, pero con un cuerpo. Por eso existo, por eso soy. Porque tengo un cuerpo.
Ser deseada como mujer con discapacidad es lo opuesto a ser deseada como mujer. Porque con la discapacidad no existo… pero como mujer sí, sobre todo si encajo en los estereotipos, algo que está muy alejado de mi realidad. La feminidad aceptada se rige por reglas que mi cuerpo transgrede. Mi belleza no es la que se presume en comerciales tradicionales ni la que adorna pasarelas. Es una belleza interrumpida por la incredulidad ajena, por la infantilización de quienes me ven y deciden que no pertenezco al mundo del deseo.
Pero resulta que en internet hay una incontable cantidad de personas interesadas en el mundo de la discapacidad y, con mucho más interés, en la discapacidad y la sexualidad. ¿Quiere decir que hay personas regulares que desean a personas con discapacidad? Sí, existen. Se hacen llamar devotees. Algunas personas sienten una atracción genuina, mientras que otras experimentan esta atracción como una preferencia.
¿Es problemático que lo que les atraiga sea la discapacidad? El conflicto radica en la idea de que el deseo debe ajustarse a ciertos estándares, y que los cuerpos con discapacidad no encajan en ellos. Nos enseñaron que la belleza y la sensualidad pertenecen solo a lo que se considera funcional, fuerte y normativo. La atracción hacia cuerpos discas rompe con esa visión, generando incomodidad y prejuicio. De ahí surge el término devotee, utilizado para describir a quienes encuentran atractiva específicamente a la persona con discapacidad.
La pregunta es, entonces, ¿necesitamos ser deseadas para sentirnos mujeres? La respuesta es compleja. No se trata de que la validación externa nos defina, sino de que el deseo es también una forma de afirmación. Ser vistas como mujeres deseables es también ser reconocidas en nuestra totalidad. Porque la sensualidad no es solo para cuerpos hegemónicos. Porque el erotismo no está reservado para quienes cumplen con el ideal social de la belleza.
El derecho a la salud sexual y reproductiva de las mujeres con discapacidad sigue siendo un tema ignorado. Pocas veces se nos habla sobre placer, sobre exploración del propio cuerpo, sobre anticoncepción o sobre consentimiento. La autonomía sobre nuestra sexualidad es un tema que la sociedad prefiere evadir, como si nuestras experiencias fueran menos reales. Como si el deseo en nuestros cuerpos no contara. Y si no contamos, entonces, ¿cómo podemos exigir espacios de atención en salud sexual que respondan a nuestras necesidades?
No hay que poner expectativas irreales sobre las personas con discapacidad, ni limitarlas al lugar de la inocencia y la pureza. Tenemos derecho a la sensualidad, al deseo y al placer. Y cuidado ahí afuera, donde en cualquier momento tus estigmas pueden derrumbarse y descubrir en una persona con discapacidad un atractivo que te sorprenderá.
Gabriela Mendoza es periodista y creadora de contenido con enfoque en derechos humanos y disca-activismo. Comparte sus vivencias como persona con discapacidad en El Salvador a través de redes sociales y su pódcast Qué hará Gabriela. Ha trabajado en proyectos sobre inclusión, cambio climático y derechos de mujeres con discapacidad. Se ha formado en comunicación digital, marketing, diseño y periodismo en redes. Actualmente, es periodista multimedia y ha trabajado en periodismo cultural, corrección de estilo y gestión de comunidades. Su trabajo busca generar conciencia y promover espacios accesibles para todas las personas.