
Si estudiaste periodismo en la Universidad de El Salvador seguramente te hace eco la palabra muckrakers, los rastrilladores de estiércol, como el expresidente Roosevelt, con sentido despectivo llamó a quienes hacían periodismo de investigación a inicios del siglo XX en Estados Unidos.
Por. Edición General
Eran mujeres y hombres que, en el contexto de la creciente industrialización y urbanización, escribieron y documentaron la corrupción política, las tácticas anti éticas de las empresas.
Ellas y ellos, pusieron en el ojo público cómo las grandes empresas, con alianzas políticas corruptas, estaban despojando a pequeños comerciantes. Y cómo estas prácticas al final del día afectaban a las grandes mayorías empobrecidas.
Una de las llamadas ”rastrilladoras de estiércol” fue Ida Minerva Tarbell (1857–1944), docente, historiadora, escritora y conferencista. Ida fue considerada una de las rastrilladoras de estiércol tras investigar y evidenciar las prácticas antiéticas de Standard Oil.
Tarbell, reveló esquemas del ferrocarril, tarifas manipuladas, eliminación de competidores y acoso financiero a pequeñas empresas, lo que debilitó significativamente el monopolio Rockefeller.
La evidencia arrojada por su investigación logró que en 1911, la Corte Suprema de EE. UU. ordenara la disolución de Standard Oil por prácticas antimonopolio. Su obra impactó en las políticas antimonopolios de Estados Unidos.
Tarbell rechazaba ser llamada muckraker, decía que era más historiadora que polemicista. Trabajaba con paciencia, tenía un enfoque desde la historicidad. En 1999, su obra fue clasificada como la quinta más importante de no-ficción del siglo XX del periodismo estadounidense.
Su gran investigación sobre las prácticas corruptas de John D. Rockefeller y la Standard Oil, fue motivada por un tema personal, su padre había sido víctima de esas prácticas, perdió negocios ante prácticas monopólicas de Standard Oil.
¿Por qué traer a Ida Tarbell en el Día del/la Periodista?
Porque es importante hacer memoria de las mujeres que desde los inicios del periodismo y con todas las limitantes que tenían en esa época, rompieron brechas y, aún así, siguen siendo menos visibles en la historia del periodismo que los hombres.
Tarbell vivió en años donde estudiar para las mujeres era imposible y vivió mucho tiempo en un contexto donde no estaba permitido el voto para las mujeres. Fueron sus propias condiciones de clase las que le permitieron estudiar.
Aunque a los inicios de las discusiones del sufragio femenino, no fue la más entusiasta, años después reconocería la importancia de ese derecho. Hay quienes consideran que sus posturas fueron más estratégicas que la mera oposición de votar.
Aunque el periodismo desde sus inicios ha sido un espacio masculinizado, hubo mujeres abriéndose espacios, como ya mencioné, pese a las discriminaciones de género que vivían.
Es decir, mientras a las mujeres les costaba estudiar por todos los estándares de género impuestos, confinadas al espacio privado, (el hogar, la familia, matrimonio), este no era el caso de los hombres.
Siendo más precisa, hablo de hombres blancos y cisgénero. Sabemos que la opresión, a parte del género, también se vive por la raza y clase. La misma Tarbell fue privilegiada respecto a raza y clase, aunque no por género. Lo que le permitió abrirse caminos que las mujeres negras no podían.
Creo que de Tarbell podemos aprender muchas cosas, pero hoy me quiero referir a una que en este contexto me parece más que relevante:
Nuestras subjetividades no debilitan nuestro trabajo. Al contrario, lo fortalecen y lo sacan de las meras superficialidades de hacer por hacer. Lo anclan con lo que nos importa , y más importante aún ,con lo que le importa a las grandes mayoría. En esas grandes mayorías están las mujeres. En El Salvador las mujeres y niñas somos más de la mitad de la población. Ahí estamos nosotras, nuestras madres, nuestras tías, nuestras parejas, nuestras amigas.
Es más que evidente que se necesita repensar sobre cómo seguir haciendo periodismo que conecte con la gente. Antes fue Roosevelt, hoy son otros, que con menos descaro atacan a quiénes seguimos insistiendo en contar lo que no está bien, pero necesitamos volver a conectar.
La culpa no es de la gente. Sufren un ataque sistemático, bárbaro, antiético. Financiado con recursos que la misma población vulnerada paga. Pero nuestra labor sigue siendo importante.
Pensando en Audre Lorde, no podemos desmontar la casa del amo con las herramientas del amo. Si nuevas pedagogías son posibles, nuevas formas de hacer periodismo, de conectar con la gente, también son posibles. Nuestra posición no debe ser: nosotrxs hacemos periodismo y ustedes tienen que leernos. Debemos pensar nuevamente en esa práctica dialógica por la que abogaba Freire.
Quizá debamos, como Tarbell, trabajar con más paciencia. Que la inmediatez del discurso no nos ponga la pauta. Miremos detenidamente, repensemos en calma, con otras. Y siempre apostemos por pedagogías, citando a Freire, liberadoras. Hagamos periodismo que libere, y que nos libere. El feminismo, como apuesta política y filosófica, es necesariamente liberadora y profundamente transformadora.