
Dalia, una joven de 27 años que vive en San Salvador, enfrenta cada mes el desafío de gestionar su menstruación dentro de un presupuesto limitado. Como estudiante y trabajadora, su historia refleja la realidad de muchas mujeres en América Latina que deben buscar alternativas económicas para adquirir productos de higiene menstrual, enfrentándose a barreras económicas y sociales.
Por: Reiny Ponce y Emma Sandoval
Desde pequeña, Dalia supo que la menstruación llegaría algún día, aunque apenas tenía información al respecto. A los 11 años, su primera experiencia menstrual fue traumática. “Me desperté y vi sangre. Mi mamá salió a comprar toallas sanitarias económicas, las más cómodas que encontró por dos coras (50 centavos)”. Ahora, Dalia debe costear sus propios productos con presupuesto limitado.
Las niñas, jóvenes y mujeres desconocen sobre sus ciclos menstruales como un proceso biológico y natural. En diferentes culturas se relaciona la menstruación con mandatos patriarcales al servicio de los hombres. Frases como “ya es una señorita” y “ahora si puede quedar embarazada” reducen la menstruación a aspectos meramente reproductivos y desde una mirada heteronormada.
En los últimos años se ha visibilizado que la salud menstrual abarca la gestión menstrual, la salud, el bienestar y la igualdad de género para empoderar a las mujeres y personas menstruantes. Esto implica tener acceso a productos para gestionar la menstruación e información que desmonte mandatos patriarcales.
El costo económico de la gestión menstrual
Dalia comenzó a trabajar desde joven para costear sus estudios. Actualmente es bailarina en un club nocturno de la zona de San Salvador. En estos lugares, es común ver a jóvenes y mujeres que son madres ejerciendo este trabajo para poder pagar sus estudios y/o mantener a sus hijas e hijos.
Sin embargo, las condiciones laborales en estos establecimientos están lejos de ser dignas para las trabajadoras. Deben enfrentar largas jornadas, entornos inseguros y salarios precarios que apenas cubren los gastos básicos. A esto se suma la necesidad de destinar parte de sus ingresos a la compra de productos para la gestión menstrual.
Este es un desafío que todas las mujeres menstruantes comparten, pero los productos de higiene femenina esenciales para garantizar la salud no son reconocidos como bienes de primera necesidad. Para muchas, adquirirlos supone un gasto adicional, ya que en numerosos países estos productos están gravados con la tarifa plena del Impuesto al Valor Agregado (IVA).
En el caso de los productos dirigidos a mujeres, se aplica el conocido «pink tax» o impuesto rosa. Según un informe de OXFAM, éste se traduce en una tasa invisible que las mujeres pagan debido a la marcada diferencia de precios entre los productos diseñados para mujeres y aquellos destinados a hombres.
Este fenómeno refleja cómo los sistemas tributarios pueden reforzar patrones y estructuras que perpetúan la desigualdad de género. Los productos para la gestión de la menstruación no son la excepción, ya que suelen estar gravados con tasas adicionales que dificultan aún más su accesibilidad.
“En los patrones de consumo, las mujeres tienden a destinar una mayor proporción de sus ingresos a bienes y servicios orientados al cuidado del hogar, como alimentación, educación y servicios básicos como agua y electricidad. Sin embargo, muchos de estos bienes esenciales, como los alimentos, no están exentos del IVA. Estas diferencias en los hábitos de consumo reflejan que, al final, la carga económica que enfrentan las mujeres es significativamente más alta”, explica la economista Sara Hércules.
La investigación de la Fundación Friedrich Ebert: Impuestos Sexistas en América Latina plantea que “gravar los productos de atención a la menstruación significa que el hecho generador del impuesto es la condición biológica de menstruar. Justificar un impuesto a partir de una diferencia biológica no es solo un acto de violencia económica, sino que se traduce en un costo adicional por ser mujer”.
De acuerdo a dicha investigación, hay países en América Latina que tienen la tarifa plena del IVA en toallas sanitarias y tampones, generando una desigualdad económica y reproducción políticas discriminatorias e impuestos sexistas a partir de diferencias biológicas.
Sin embargo, el estudio “Period Tax” de la organización WASH United refleja que hay 27 países que tienen tasa cero o eliminaron impuestos a estos productos, entre ellos la India, Colombia y México. Estos han sido logros de las luchas feministas que han apoyado iniciativas para una menstruación libre de impuestos sexistas.
Actualmente, existen diversos productos para gestionar la menstruación, como toallas sanitarias, tampones, ropa interior menstrual, discos menstruales y copas menstruales, que son parte de la canasta básica femenina. También se incluyen pastillas para dolores menstruales, bolsas térmicas, té y consultas médicas cuando es necesario.
Estos productos representan un impacto económico significativo para las mujeres que deben adquirirlos mensualmente. Según los precios consultados en dos farmacias de El Salvador, un paquete de toallas sanitarias clásicas de 10 unidades de las marcas Sabas y Kotex cuesta entre $1.30 y $2.10. Los precios varían según la marca y el uso, como los que se usan para practicar deportes, de uso nocturno, con fragancia, con alas o flujo abundante, y pueden oscilar entre $1.10 y $4.30.
Los protectores diarios tienen un valor de $1.25 (15 unidades) y $3.25 (50 unidades), mientras que los tampones varían entre $3.50 y $6.85. Las copas menstruales se venden entre $23.95 y $35, y un calzón menstrual de la marca Sabas cuesta $11.50. Además, las pastillas para aliviar dolores menstruales, como Finadol Mujer (10 unidades) y Dorival (12 cápsulas), cuestan $2.10 y $6.50 respectivamente. Las bolsas térmicas se venden a $10, y las consultas ginecológicas privadas oscilan entre $35 y $40.
La información recopilada por Plan Internacional en América Latina y el Caribe revela que el precio promedio de un paquete de 10 toallas sanitarias en la región es de $1.87. Una situación preocupante para las personas que viven en países como El Salvador considerando que la medida de pobreza extrema se sitúa en $1.9 por persona al día, según el Banco Mundial.
De acuerdo a una encuesta que Revista La Brújula realizó a 130 mujeres entre los 18 a 45 años de edad, el producto que más utiliza el 86,9 % de las encuestas, son las toallas sanitarias.
Una mujer debe comprar dos paquetes de 10 unidades de toallas equivalente a $3.74 por mes, está realizando un gasto anual de $44.88. Por 40 años que dura la menstruación suma una totalidad de 1,795.20 dólares. Este contexto plantea un dilema para las mujeres, ya que deben elegir entre gestionar su menstruación o destinar esos recursos a la compra de sus necesidades básicas como alimentos.
La mayoría de las encuestadas por La Brújula (31,1 %) respondió que sus ingresos rondan menos de los $300 dólares y que destinan mensualmente entre los 5 y 10 dólares (40,8 %) para estos productos, mientras que un 5,4 % de las encuestadas gasta más de $20 mensuales. Aunque un 72,3 % dijo que los productos de higiene menstrual son accesibles, un 27,7% dijo que no son accesibles.
Para la doctora María Cruz, los productos para la gestión de la menstruación se van adaptando a las necesidades pero también al poder adquisitivo. Cruz explica que es necesario conocer la variedad de productos, cómo utilizarlos y cuando cambiarlos según el sangrado, pero adquirirlos depende de la economía de las personas.
En el caso de Dalia, sus ingresos rondan los 300 dólares mensuales, los cuales tiene que distribuir para pagar los gastos de su casa, sus estudios, productos de la canasta básica, además de comprar toallas sanitarias para gestionar la menstruación.
Afectaciones a la salud por no contar con productos adecuados
No poder acceder a los productos menstruales no solo genera un impacto económico, sino también en la salud de las mujeres. Dalia, por ejemplo, debe destinar parte de su presupuesto mensual a zapatos y ropa para bailar, lo que reduce aún más su dinero disponible. Cuando está menstruando y tiene que trabajar, no puede usar toallas debido a la ropa que necesita para bailar. Como alternativa, ella y sus compañeras compraban toallas húmedas con alcohol, las lavaban, las doblaban y las reutilizaban. Esta práctica llevó a Dalia a ser diagnosticada con cervicitis en 2021, una inflamación del cuello uterino. Aunque está en tratamiento, dejó de usar este método que afectó su salud.
La ginecóloga Mayra Ortiz explica que los altos costos de los productos menstruales pueden hacer que muchas mujeres y familias reconsideren sus necesidades. Es crucial cambiar los productos con frecuencia para evitar infecciones, pero esto también depende de la situación económica.
Las mujeres deben tener acceso a productos menstruales adecuados. Aunque algunas marcas ofrecen productos con pH neutro que no alteran la flora vaginal, estos no son accesibles para todas. En muchos países, los productos menstruales están exentos de impuestos, pero en El Salvador deberían reducirse los costos, ya que son un gasto mensual recurrente.
Según la OMS y UNICEF, una gestión menstrual adecuada implica utilizar materiales limpios, que se puedan cambiar en privado y con acceso a agua y jabón para la higiene del cuerpo.
Para Dalia, los productos menstruales deben ser más accesibles y la educación sobre el tema debe ser parte de los programas escolares, sensibilizando sobre la menstruación como un proceso biológico normal.
*El nombre de la protagonista ha sido cambiado para proteger su identidad