Mi orgullo es lesbofeminista, descolonial y antifascista

Por Larissa Villacorta

Inicio con el titular de este texto haciendo una reinterpretación de la frase original de las vulvas ardientes, un grupo de amigas feministas, que en la marcha del orgullo del 2021 hicieron una acción política que se llamó “mi orgullo es feminista y antifascista”.

Este año se conmemoran 55 años de los disturbios de Stonewall que dieron pie a las luchas por los derechos de las personas LGBTIQ+ en el mundo. En El Salvador la primera marcha del orgullo se realizó en 1997. Nació en un contexto de posguerra y con la intencionalidad política de protestar frente a una masacre perpetrada por el ejército en 1984 a compañeras travestis.

Han pasado 27 años desde la primera marcha, han habido cambios en el movimiento que, con el auge del capitalismo rosa y la influencia del norte global, han hecho que desde hace unos años la marcha del orgullo se aleje de su carácter político de resistencia y se acerque más a “el pride”, una fiesta con sentido carnavalesco que irónicamente celebra identidades que hoy por hoy en El Salvador se ven forzadas a no existir legalmente.

En el paisito nos enfrentamos a la discriminación y al odio institucionalizado desde el discurso oficial que refuerza lo que Juan José Tamayo llama “la Internacional del odio” una estructura fascista con creencias y valores basados en el rechazo y la condena respecto a lo que consideran “diferente”. Esta estrategia ha servido para mantener el control y el poder de las culturas dominadas por la colonia, posiciona la figura de Jesús, María y José como el modelo único y válido de familia en la sociedad, y refuerza los roles de género otorgándoles características masculinas y femeninas que son inamovibles dentro de estos discursos, situando así, todo aquello que no quepa en la caja de lo “normal” como “antinatural”, y por lo tanto, carente de humanidad.  

Las palabras pride no me representan, no representan de dónde vengo. El pride como idea representa la idea de progreso de lo blanco, la idea de celebrar “derechos humanos” que fueron “adquiridos” o “ganados”, la idea de que mi existencia no incomoda porque se ha amoldado a las aspiraciones de “normalizarme”, de blanquearme.

La palabra pride no me representa porque representa a la publicidad de grandes empresas que se visten de arcoíris el primero de junio para vender sus productos y una falsa idea de inclusión que se termina al finalizar el mes. Son empresas contaminantes de humedales, que explotan los territorios, que pagan salarios precarios, que buscan mano de obra barata, que están financiando el genocidio a Palestina por parte de Israel. No quiero ser cómplice de todo esto, no voy a consumir sus productos, no quiero a sus productos en la marcha, mi lesbiandad no quiere servirle al capitalismo ni a la colonialidad.

Además, existo en un Régimen de Excepción que criminaliza la pobreza, criminaliza la existencia de identidades que no caben en lo normal, un régimen en el que hay más Sandras, Eidis, Alicias y Saras en el sistema penitenciario que fueron denunciadas y detenidas sólo por ser lesbianas, un régimen en el que dentro de las cárceles les niegan sus hormonas a las personas trans y les obligan a no expresar su identidad.

Existo, en un país que institucionaliza el odio e intenta borrarnos de los programas de salud y de educación, existo en un sistema que ha impuesto una tarifa de $1,130 dólares a personas en tránsito que provienen mayoritariamente de países africanos. En este paisito, el gobierno tiene el control de los tres poderes del Estado y su representante ha sido reelegido pese a que la reelección es inconstitucional. Y todo lo anterior, es fascista. 

Frente a lo anterior…

Soy la planta que resiste y resquebraja el asfalto en la selva de cemento patriarcal-colonial, “soy porque somos”, juntas tejemos redes de mujeres que rechazamos la heterosexualidad obligatoria y resistimos a la lesbofobia y la misoginia; tejemos cuidados, nos cuidamos entre nosotras; defiendo la vida cuando el sistema nos quiere invisibles: heterosexuales, en las cárceles, muertas o desaparecidas; el sistema patriarcal-colonial con todos sus apellidos nos oprime a todas las mujeres e identidades que no cabemos en el molde.

Mi orgullo es político porque mi lesbiandad es resistencia. Me niego a participar en espacios en los que todo lo anterior no les indigne y el ruido sea fiesta y no protesta.