El legado de Marianella García Villas no se queda en la defensa de derechos humanos y la denuncia constante que realizó junto al equipo de la Comisión de Derechos Humanos de El Salvador. También recopiló testimonios y pruebas del uso de napalm y fósforo blanco en diferentes comunidades por parte del Ejército Salvadoreño. Su captura y asesinato, el 14 de marzo de 1983, detuvieron la investigación. Ahora, para las personas defensoras de derechos, y para quienes la conocieron, Marianella es inspiración de fuerza, valor y constancia en su trabajo, sobre todo en contextos adversos para las mayorías más empobrecidas.
Por: Krissia Girón
Abogada, filósofa, reportera e investigadora. Sus armas eran una cámara fotográfica, una grabadora de voz y sus cassettes. Fue fundadora de la Comisión de Derechos Humanos de El Salvador No gubernamental (CDHES), de la que posteriormente fue presidenta. Previamente, trabajó estrechamente con el equipo de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, documentando violaciones a derechos humanos. Fue capturada el 12 de mayo de 1978 -semanas después de la fundación de la Comisión- por la Policía Nacional; y luego, el 13 de junio de ese mismo año, por la Guardia Nacional. En ambas ocasiones fue torturada.
Luego del martirio del arzobispo de San Salvador, recibió diversas amenazas de muerte, por lo que se refugió en México y viajaba a diferentes países donde se convirtió en la portavoz de las violaciones a derechos humanos que se estaban cometiendo en un El Salvador enfrentado por las desigualdades sociales, la represión del Estado y la intervención de países como Estados Unidos, que financiaba al ejército.
Marianella dedicó sus últimos años a investigar el uso de armas químicas, por parte de la FAES, en contra de la población civil, en específico, de campesinos y campesinas. Según los testimonios plasmados en documentales y artículos de la época que recogen el trabajo realizado por Marianella, en las zonas de Cuscatlán, San Vicente, La Unión, Morazán y La Paz, se registraban bombardeos de aviones de la FAES que fueron descritos por las y los pobladores como “poco usuales”. Según comentaron, las bombas que caían eran una especie de “gelatina”, que al hacer contacto con el suelo, quemaba toda la naturaleza a su paso, incluyendo la piel de las personas alrededor. Los testimonios afirman que las y los sobrevivientes experimentaron ardor en los ojos y piel, vómitos, diarreas, quemaduras, entre otros efectos de las bombas.
“Nosotros fuimos evacuados hacia un poblado que se llamaba Tenango. De ahí nos llevaron a un pueblo llamado Guadalupe. En ese trayecto de Tenango a Guadalupe fuimos bombardeados indiscriminadamente por el ejército nacional. Cuando íbamos pasando un río, el ejército lanzó un bombardeo donde murieron alrededor de 120 personas, entre ellos niñxs, mujeres y ancianxs. Pude observar que ahí lanzaron otro tipo de bombas como una especie de barriles, más o menos de un metro de altura, que tiraban un ingrediente como grasa, como gelatina, pegajoso, el cual, al hacer contacto con la tierra, producía fuego. Pude ver a un niño que fue alcanzado por ese material, para apagarle el fuego le echaron lodo. Muchas personas fueron afectadas por esa bomba”, contó uno de los sobrevivientes.
La defensora de derechos humanos recorrió todos los lugares donde se dieron este tipo de bombardeos, habló con las personas sobrevivientes -entre ellos niños y niñas-, fotografió los cadáveres, tocó sus heridas y quemaduras para registrar cada detalle. En sus declaraciones a varios medios nacionales e internacionales, aseguró que tenía serias sospechas del uso de armas químicas como Napalm y fósforo blanco, armamento utilizado por Estados Unidos durante la guerra de Vietnam -de hecho, habló de una “vietnamización” de la guerra en El Salvador- y que, según reportaron medios estadounidenses como The Washington Post y The New York Times en esos años, estas armas se incluyeron dentro del paquete enviado por el país del norte hacia El Salvador, para el “fortalecimiento de las fuerzas armadas”.
En una entrevista para la televisión italiana, Marianella condenó la ayuda y asesoría militar de Estados Unidos, lo cual consideraba una clara violación al derecho de autodeterminación de los pueblos. Además, denunció la violencia sexual contra las mujeres como una de las principales armas del ejército, las amenazas a quienes denuncian estas violaciones a derechos y, como en la mayoría de sus intervenciones, advirtió que continuaría trabajando por la justicia y la verdad de todos estos crímenes de guerra. “La conciencia del pueblo es irreversible, como lo es nuestro empeño por conquistar la justicia y la libertad para edificar la paz en nuestro país. No nos detendrá nadie, ni siquiera Estados Unidos. Continuaremos luchando hasta conquistar realmente los derechos humanos para nuestro pueblo”.
Según relatan quienes la conocieron, como Marisol Galindo, veterana de guerra y cercana a Marianella García, su objetivo era presentar las pruebas ante la Asamblea General de Naciones Unidas, para condenar al Estado salvadoreño por el uso de armas químicas. “Lamentablemente, la perdimos. Perdimos a una mujer que pudo haber aportado más al país”.
En medio de su investigación, el 14 de marzo de 1983, Marianella fue capturada en la comunidad La Bermuda, municipio de Suchitoto, Departamento de Cuscatlán. Ahí, se había reunido con la comunidad para hablar de las víctimas y sobrevivientes de bombardeos y para seguir documentando el uso de armas químicas en contra de civiles. La Fuerza Armada disparó desde el aire a la comunidad, por lo que García y el grupo buscó refugiarse en la iglesia local, pero fueron emboscados por el Batallón Atlacatl. Uno de los testigos afirma que el ejército se llevó únicamente a Marianella en helicóptero, quien estaba con vida. Ese mismo día fue asesinada. La autopsia confirmó que también fue torturada.
En su honor, la Comisión de Familiares y Madres de Desaparecidos durante el conflicto armado, CODEFAM, agregó a su nombre oficial “Marianella García Villas”, por su trabajo de denuncia de las personas desaparecidas y contra las violaciones a derechos humanos que se cometieron en la época, así lo cuenta madre Sofía Hernández, integrante histórica de CODEFAM.
Tanto Marisol como madre Sofía, coinciden en la importancia de destacar su aporte pionero en la defensa de derechos humanos en El Salvador y rescatar su memoria para las nuevas generaciones. “Ella siendo abogada y filósofa, tenía una profundidad de conocimiento y de pensamiento sobre lo que significaba aportar a la lucha en el país, desde la perspectiva de derechos humanos. Además de que era una mujer muy inteligente y con un pensamiento muy profundo, tenía algo que es fundamental: su compromiso, su honestidad, su transparencia, su valor para enfrentarse a todo lo que significaba luchar por los derechos humanos en El Salvador, en aquellos momentos tan oscuros”.