El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) presentó el documento titulado: Llegar a cero embarazos en niñas y adolescentes – Mapa El Salvador 2020, investigación que brinda datos alarmantes de los embarazos en niñas y adolescentes que, entre otros factores, les impiden terminar su proceso de escolarización.
Según la investigación, el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología (MINEDUCYT) reportó en 2019 que aproximadamente 5,923 niñas desertaron entre el séptimo y el noveno grado, mientras que 5,149 adolescentes abandonaron la escuela durante el bachillerato. Ese mismo año se registraron 554 niñas embarazadas de entre 10 y 14 años y 14,716 adolescentes, de 15 a 19 años.
Por tanto, la deserción escolar tiene factores diferenciados entre adolescentes mujeres y adolescentes hombres. “Las niñas y adolescentes mujeres muestran causas de deserción relacionadas con el trabajo doméstico y el embarazo; mientras que los niños y adolescentes hombres muestran mayor porcentaje en abandono de la escuela debido al trabajo agrícola”, detalla el documento.
Ante esta situación, la ministra de educación Carla Hananía de Varela expresa que el fenómeno trasciende el ámbito educativo; “sin embargo, el carácter de la escuela y su obligación de garantizar el derecho a la educación sin ninguna discriminación puede contribuir, sustancialmente, a la prevención, detección y un apropiado abordaje, disminuyendo sus nefastas consecuencias en la vida de niñas y adolescentes”, se lee en la investigación.
De acuerdo con la investigación, en los casos de embarazo detectados en los centros escolares durante 2018, los directores de las escuelas aseguraron que el 50 % de estas niñas y adolescentes terminaron abandonando sus estudios.
Embarazos en niñas como producto de violencia sexual
La violencia sexual sigue siendo una de las causas de los embarazos en niñas y adolecentes. El documento refleja que en 2018, 175 escuelas reportaron 233 casos de violencia sexual dentro o fuera del centro escolar, de los cuales 42% fueron cometidos por familiares y 28% por otros agresores, mientras que de un 30% no se tenían datos.
“Estas cifras confirman la vulnerabilidad de las niñas y las adolescentes inclusive al interior de sus familias, en donde deberían gozar de absoluta protección”, manifiesta la investigación.
Además, se detalla que de acuerdo con los datos del Instituto de Medicina Legal, los casos de violencia sexual en los que se realizaron peritajes y en los que el agresor era un familiar tuvo un incremento del 24 % en 2019 al 30 % en 2020. “En cuanto a la persona agresora, en 94% de los casos fue un hombre y en 5.7% no se logró identificar”.
Impactos durante la pandemia
De acuerdo con el documento, en 2020, el Ministerio de Salud (MINSAL) registró un total de 12,982 inscripciones prenatales en niñas y adolescentes entre los 10 y los 19 años, de las cuales 503 pertenecieron a niñas de 14 años o menos. Sin embargo, al hacer la comparación con las cifras mensuales del 2019, se observa una disminución en el periodo de marzo a agosto en el que se establecieron las medidas con mayores restricciones de movilidad para prevenir contagios por COVID-19, pero a partir de junio se observa un incremento en las inscripciones prenatales de niñas de 10 a 14 años.
“Lo que hace suponer que sus familias prefirieron no acudir a los establecimientos de salud o tuvieron limitaciones para hacerlo durante el periodo de confinamiento, procediendo a la inscripción una vez levantadas las medidas de restricción por la pandemia del COVID-19. Esto permite suponer que estas niñas fueron víctimas de abuso sexual durante el confinamiento en sus hogares, lo que terminó en un embarazo”.
Para la representante de UNFPA en El Salvador, Neus Bernabeau, prevenir y atender los embarazos en adolescentes, las uniones tempranas y la violencia sexual, es una labor titánica y compleja.
“Tiene que tocar y transformar el machismo y adultocentrismo de la sociedad salvadoreña y convertirla en una sociedad que vela y protege a las niñas y adolescentes y les ofrece oportunidades para vivir de manera libre, autónoma y segura”. Para esto, Bernabeau considera fundamental la colaboración y responsabilidad de todos los actores: gobierno, sociedad civil, familias, educadores, academia, iglesias, medios de comunicación, agencias de desarrollo y cooperantes, entre otros.
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