Por: Fátima Cruz
Asistencia y protocolos
Ileana Merino, psicóloga feminista y técnica en atención a víctimas de violencia en casos de violencia social o de vulneración a derechos humanos, explica que el 90% de atenciones de violencia que atienden en la organización a la que pertenece son mujeres. La especialista menciona que en Latinoamérica 1 de cada 5 niñas sufre violencia sexual y que el 92% de hechos de violencia sexual, en el país, según la FGR en 2019 fueron cometidos a mujeres entre las edades 10 y 19 años de edad.
En este sentido, afirma que en los casos de violación que se cometen contra las niñas existe un elemento diferenciador puesto que las personas que la ejercen son quienes deberían ser factores de protección ya que son quienes pertenecen a sus círculos cercanos como padres, tíos, padrastros. Merino indica que no es usual que sean personas desconocidas, en este caso la experta considera que también es un mito que la violencia se realiza en un contexto desconocido ya que generalmente es en la casa donde generalmente sufren violencia las niñas.
La profesional menciona que la situación de violencia hacia las niñas se debe repensar los retos que se poseen respecto a la salud mental de las niñas, las leyes y también conocer a profundidad los sistemas de protección hacia ellas: ¿Cómo se manejan? ¿Cómo se activan las atenciones primaria? ¿Si están funcionando? ¿Cuáles son los protocolos de atención hacia las niñas que han sido víctimas?
En este sentido, el Instituto Salvadoreño para El Desarrollo de la Mujer (ISDEMU) posee el Protocolo de Atención A Mujeres que Enfrentan Violencia Basada en Género. El documento, en el apartado 7.6, hace referencia a la violencia sexual como – toda conducta que amenace o vulnere el derecho de la mujer a decidir voluntariamente su vida sexual, comprendida en esta no solo el acto sexual, sino toda forma de contacto o acceso sexual, genital o no genital, con independencia de que la persona agresora guarde o no relación conyugal, de pareja, social, laboral, afectiva o de parentesco con la mujer víctima- .
El mismo documento posee cinco pasos de atención hacia las víctimas. El primero menciona la acogida en el que se debe crear un ambiente cálido y de confianza, donde se facilite expresar sentimientos, dejar claro que no existe ninguna justificación para ejercer violencia a alguien y que no es la culpable de la misma, no imponer criterios o decisiones. En esta primera instancia, el documento hace énfasis en demostrar que cree en lo que la persona relata, que no debe poner en duda los hechos y que no se permite emitir juicios.
Por otro lado, la entrevista es privada, con la asistencia de una psicóloga, consultar datos del agresor y evaluar riesgos, informar sobre la importancia de la evaluación médica para conocer su estado físico, hacer énfasis en realizarse un examen legal para recopilar pruebas: (no bañarse, guardar la ropa que portaba al momento de la agresión en una bolsa de papel y no en bolsas plásticas, no cortarse las uñas, etc), identificar las redes de apoyo de la persona, identificar otros tipos de violencia que pueda estar sufriendo y registrar el caso en Expedientes y Control de Citas (SIMEC), (fechas de agregaciones y transcripción de todos los hechos).
Mientras que, el segundo paso definido es para brindar Orientación/Referencia, es imprescindible identificar el proceso a seguir en dos casos: cuando se presenta como flagrancia (24 horas, para recolección de evidencias por IML y detección del presunto agresor). Se activa el equipo de emergencia del Código 1 (MINSAL, FGR, IML, PNC e ISDEMU) y cuando se presenta fuera del término de flagrancia penal y médica. En flagrancia si hay emergencia médica el MINSAL refiere a la víctima al hospital más cercano, si el caso lo amerita, la FGR podrá captar la denuncia en el hospital y girar indicaciones al IML, que emite diligencias urgentes a la PNC, FGR coordina con PNC para búsqueda de la persona agresora, si la víctima no desea denunciar, la FGR emite oficios a IML, MINSAL suministra kits médicos necesarios que protejan la salud de la víctima, se refiere a ISDEMU que brinda asistencia psicológica y social. Fuera de flagrancia debe ser atendida por MINSAL y, si se requiere atención médica de emergencia, la refiere al hospital más cercano, de acuerdo al interés de la víctima, será referida para atender su denuncia, si desea denunciar, se refiere a la FGR, que iniciará diligencias necesarias para deducir responsabilidad penal, si no desea denunciar, se refiere al MINSAL para evaluación médica y suministro de kits médicos necesarios (que informa del hecho delictivo a FGR mediante oficio) e ISDEMU, el cual brindará asistencia psicológica y social a la víctima, cita el protocolo.
El documento define que el paso tres que consiste en realizar evaluaciones psicológicas donde se analizará su condición anímica y sus funciones psíquicas. En caso de presentar una severa crisis personal (acompañadas de conductas autodestructivas, ideas o intentos suicidas) se realizará intervención de crisis; se manejará como una urgencia psiquiátrica.
El paso cuatro consiste en identificar riesgos para la persona violentada (riesgo severo para su integridad/vida o la de sus familiares) se debe reconocer situaciones de peligro y elaborar un plan de emergencia y seguridad, este se realiza de manera conjunta. El diseño se debe crear en función de la víctima (sus necesidades y demandas) y este debe coordinarse con las profesionales correspondientes.
El protocolo señala que debe de realizarse un seguimiento, el cual consiste en que se debe verificar si se han dado nuevos episodios de violencia y si la mujer viviendo violencia ha hecho uso de las medidas de protección en los casos que aplique. Además, en el mismo se plantean cuatro causas para que un caso pueda cerrarse: (1) Intervención completa (verificar que el nivel de empoderamiento y la capacidad que la mujer ha logrado desarrollar son adecuadas para poder vivir una Vida Libre de Violencia); (2) Mujer viviendo violencia referida a otra institución;(3) Mujer viviendo violencia decide restablecer el ciclo de violencia y (4) Mujer viviendo violencia no desea dar continuidad.
Tomado de: PROTOCOLO DE ATENCIÓN A MUJERES QUE ENFRENTAN VIOLENCIA BASADA EN GÉNERO/ INSTITUTO SALVADOREÑO PARA EL DESARROLLO DE LA MUJER ISDEMU
Respecto a la aplicación de los anteriores, Revista La Brújula solicitó al encargado de comunicaciones, de Policía Nacional Civil (PNC), Fernando Santos una entrevista con el Subcomisionado Carlos Romero, jefe de la delegación San Salvador de la PNC, para conocer los procesos y la aplicación de protocolos a atención a víctimas de violencia sexual de la Oficina de Denuncia y Atención Ciudadana UNIMUJER-ODAC. Sin embargo, no obtuvimos respuesta. Debido al desinterés en abordar el tema, una periodista de la Brújula asistió a la ODAC, delegación Santa Tecla, La Libertad, para solicitar información sobre los mencionados, pero esta fue negada por los y las agentes con número de identificación 11420, 16357 y 05983. También, se negaron a facilitar folletos o información sobre violencia hacia las mujeres y a brindarnos un espacio con la Unidad de la Mujer.
ODAC, Santa Tecla, La Libertad.
El mundo de las niñas cambia luego de una agresión
Merino explica que sufrir una agresión a una edad temprana influye en cómo se entiende o percibe al mundo y al cuerpo, este último como un sufrimiento que se desprende de una experiencia de trauma. “Usualmente cuando una niña vive violencia sexual se genera un cuestionamiento a la propia dignidad y se genera una ruptura del esquema de sí misma frente al mundo (referido a que el mundo para los niños y niñas, dependiendo la edad pero sobre todo en primera infancia, todo lo que sucede alrededor ya sea bueno o lo malo es porque algo hicieron, de esa forma funciona el cerebro). Desde esa visión sus más significativos como sus cuidadores y cuidadoras son personas que en teoría afirman el sentido de seguridad personal, de calidez y confianza”. La experta hace énfasis que cuando se sufre violencia sexual el mundo deja de ser seguro para ellas y se destruye la creencia básica de la bondad de las personas.
Lo anterior, explica, posee un impacto directo ya que va a impedir que las niñas puedan relacionarse socialmente, se le dificultará establecer vínculos afectivos que les permita vivir con bienestar emocional y, algo muy importante, es que las afectaciones de la violencia sexual puede desembocar en una situación de estrés postraumático: con efectos mentales, sociales y físicos, qué van a hacer debilitantes y se pueden manifestar hasta la edad adulta.
Asimismo, otro síndrome que se encuentran con frecuencia en las víctimas es el de la Impotencia Aprendida, las niñas se ven limitadas e indefensas en detener el abuso ya que en este sentido puede ser que las niñas hagan algo por detener el abuso pero al no encontrar resultados se encuentran en desventaja significativa frente al agresor y dejan de intentarlo. Sobre los agresores, que en la mayoría de casos son conocidos, las niñas atraviesan una ambivalencia porque la figura que debe brindar seguridad también se encuentra ejerciendo violencia, relata Merino.
En el síndrome mencionado también ocurre un entrampamiento: cuando las niñas que sufren sistemáticamente abusos llegan a posicionarse en un rol del que no pueden salir debido a la manipulación a la que están siendo sometidas. Sin embargo, la experta describe que aparece lo que se denomina revelación espontánea, en el cual funciona como un mecanismo para afrontar lo que se está sufriendo donde la niña expresa a sus pares en mayor medida o un adulto de confianza lo que está viviendo.
Por otro lado, la psicóloga menciona que existen otros síntomas importantes a los que se debe atender como la retracción emocional, en el cual las niñas se auto culpabilizan, en el que sienten vergüenza y miedo, entre otros. “Estas situaciones son comunes encontrar en niñas y adolescentes que sufren abusos. También podemos mencionar las alteraciones físicas como la hipocondría, dolores crónicos, trastornos psicosomáticos y algo muy frecuente en la adolescencia son las alteraciones en el sueño, pesadillas, deterioro de respuestas académicas y sociales, sentimientos de humillación, problemas gastrointestinales, desórdenes alimenticios y otros como la naturalización de esa violencia.
¿Qué mitos debemos romper?
Para Merino aún existen ideas en este tema que deben de configurarse para entender la problemática como:
Solo se debe perseguir el delito:
No solo se debe de entender la problemática sobre las cifras sino que se debe comprender desde las víctimas que sufren el abuso y plantearse qué necesitan, cómo podemos apoyar al proyecto de vida de las niñas que han sufrido violencia o agresiones sexuales.
La sexualidad entendida como un acto sexocoital:
Se debe brindar información a las niñas y adolescentes sobre sus cuerpos, un ejemplo es en Colombia que incluyó en la currícula contenido donde se muestran sus derechos, cómo identificar agresiones y evitar embarazos. En la medida que las niñas conocen sus cuerpos y los elementos de la sexualidad también entienden situaciones en las que se encuentran en desprotección, asimismo puedan identificar herramientas con las que cuentan para hacer público cualquier intento de abuso.
Respecto a lo anterior, ninguna niña o adolescente debe de encontrarse en esas instancias. El abuso o la violencia no debería de ser parte de la vida de las niñas o adolescentes. Por otro lado, la falta o acceso de información de las niñas ante el tema les impide conocer qué está pasando, identificar las conductas de un posible agresor. En este sentido, la educación sexual y reproductiva puede ayudar a minimizar esas situaciones de abuso y reconfigurar el rol de las mujeres en la sociedad.
La agresión viene de un hombre común y corriente no viene de un loco:
La violación es un acto moralizador que ejerce un poder sobre las niñas o adolecentes, le dice cómo debe de comportarse y muestra quién tiene el poder en lo simbólico y en lo concreto. En este sentido, son hombres comunes y corrientes los agresores y es por eso que la incidencia explica que son familiares: padres, padrastros, tíos, amigos. No son desconocidos ni locos. Las agresiones suceden en la casa, en espacios “seguros”, porque se ha celebrado, se ha permitido, porque existe la cultura del silencio y porque no se castiga ya que se percibe como una conducta socialmente aceptada: la violencia sexual hacia las niñas y adolescentes.
Las violaciones sexuales no es un tema de pulsión sexual sino de potencia (poder):
Rita segato dice en sus estudios antropológicos que las razones que motivan la violación sexual no son razones sexuales sino en realidad la motivación principal es mostrar potencia, como frente a los pares (la cofradía masculina) para demostrar la capacidad de violencia y de hostilidad que un hombre puede ejercer. Aunque un hombre realice la violencia sexual a solas posee el respaldo de los otros, cabe mencionar el papel de los medios de comunicación en posicionar al violador pues el mensaje que generan llega a nivel de pensamientos y se configura, desde ese lenguaje nos muestran la capacidad brutal de ejercer violencia y eso refuerza esa identidad masculina desde la hostilidad. Por lo tanto, los hombres se alejan mucho más de la protección y el cuidado de la vida y en ese sentido hay que repensar cómo se es hombre.
Debido a este contexto, ¿qué pasa con la sociedad salvadoreña respecto a las niñas?
La profesional explica que la violencia hacia las niñas no son situaciones aisladas sino que poseen una raíz y causas en las estructuras sociales. “Una premisa del enfoque psicosocial dice que no puede superarse el trauma si no se abordan las causas estructurales que lo generan. Esto podemos trasladarlo al abuso sexual, este no va a ser superado si no se abordan las causas estructurales que está generando el abuso sexual.
En este caso, podemos entender que estamos frente a una sociedad machista, regida por un sistema patriarcal. Y que todavía tenemos un trecho largo en donde debemos avanzar como sociedad porque estamos frente a una sociedad feminicida, misógina, que utiliza el cuerpo de las mujeres y las niñas como un como un motín de guerra ejemplarizante para demostrar la potencia de los hombres sobre el cuerpo de la mujer y la capacidad que tiene para violentar a las mujeres.
Por eso, el cuerpo de las niñas se puede vulnerar para mostrar esta violencia expresiva, ya que el mensaje expresa que están en la capacidad de ejercer esa violencia y de utilizar ese cuerpo de una determinada forma. Ahí nos damos cuenta que la justicia no está al lado de las mujeres porque la misma también es patriarcal ya que las criminaliza si de manera desafortunada tienen un embarazo producto de una violación y así se legítima la conducta de un violador“, afirma.
Abordaje de la problemática
Según Liliana, este tema se debe abordar con los principios de derechos humanos y desde el feminismo.
“Creo que la educación debe de ser feminista… que es importante porque el mismo es el que ha evidenciado esas violencias y ha dado un aporte importante para la exigibilidad de los derechos de las niñas y adolescentes. Las psicólogas somos psicólogas pero también debemos de ser feministas porque es una violencia que nosotras la podemos acompañar de manera directa o indirecta, porque también ha impactado nuestros cuerpos o somos potenciales y que una cosa debería de acompañar a la otra“, finaliza.
Los principios rectores de la LEPINA establecen la responsabilidad de la familia, la sociedad y el Estado para garantizar los derechos de las niñas, niños y adolescentes. En el contexto de El Salvador es importante que la ciudadanía se mantenga vigilante y garantice un país que dignifique los derechos de la niñez.
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