Foto/ tomada del Twitter de la PNC
Redacción Clanci Rosa/ Edición Fátima Cruz.
(Los nombres que se usan son ficticios para proteger la identidad de las víctimas )
Organizaciones de mujeres y feministas denunciaron un caso de tortura y lesbofobia contra dos mujeres lesbianas en Santa Ana por parte de agentes policiales. Según indicaron, las jóvenes, Valentina y Fernanda regresaban de una cena el 6 de febrero cuando fueron interceptadas por vigilantes de la residencial en la que habitan, quienes sin motivo alguno llamaron a la policía. Ellos al llegar sin mediar palabras las golpearon y posteriormente las trasladaron a Bartolinas donde fueron torturadas.
Un caso de lesbofobia
Revista la Brújula se contactó con las jóvenes y de acuerdo con su testimonio los vigilantes ya las conocen y saben que son lesbianas. Afirman que siempre han tenido una actitud hostil hacia ellas, por lo que no dudan que sea la razón por la cual llamaron a los agentes. “Cuando los policías llegaron lo primero que dijeron fue: qué pasa con estas putas” explica Fernanda, quien notó por la actitud que les pretendían hacer daño. Entonces, les dijo que ellas conocían sus derechos- estas palabras- expresan fueron las detonantes para que en un momento las sometieran, tiraran al piso y empezaron a golpearlas.
No obstante, las agresiones no se quedaron hasta ahí. Sin indicarles delitos o motivos los policías las “tiraron” a la patrulla, tampoco les indicaron a dónde las llevaban.
“Creí que nos iban a matar o desaparecer, en la patrulla pusieron nuestros rostros frente a frente y un policía ponía la bota sobre la cara de Valentina, haciendo presión sobre mi cara, nos veíamos mientras ellos nos golpeaban. Nosotras solo gritamos que nos dejaran, pero nuestras súplicas no fueron escuchadas. Los vigilantes de la colonia vieron todo pero no hicieron nada”, expresa Fernanda.
Los agentes las condujeron a Bartolinas, ahí se dieron actos de tortura de acuerdo a declaraciones de las víctimas: “fuimos conducidas a un espacio donde el piso era de grava, nos tiraron al suelo y siguieron golpeándonos, nos tiraban agua sucia y helada”, detallan.
Además, explican que los agentes se dirigían a ellas con expresiones misóginas y las obligaron a hincarse sobre la grava, “esa era una forma de humillarnos” . De acuerdo con el testimonio de Valentina en ese momento le quitaron su teléfono, el cual no ha podido reponer hasta el día de hoy. Después de lanzarles el agua las esposaron a un poste y las amenazaban con seguir golpeándolas, al haber sido de madrugada ellas tenían frío “Pedimos que pararan, que nos dejaran ir al baño, teníamos ganas de orinar y hasta eso nos negaron”, cuenta Valentina.
Posteriormente fueron llevadas a una Delegación 911 en Santa Ana. “ Ahí cambió totalmente la actitud de los agentes: hasta querían ayudarnos a bajar, nosotras no nos conocíamos, estamos hinchadas de la cara, a mí me dañaron la mandíbula y a raíz de esos golpes tengo problemas en la vista, estaba tan enojada por todo lo que nos había pasado”, dice Valentina entre lágrimas.
Según relatan, las metieron a una celda donde al parecer habían mujeres pandilleras: “nosotras teníamos miedo porque no sabíamos nada, ni siquiera entendíamos por qué nos metían ahí”, explica Fernanda. Ellas pidieron hacer uso de la llamada, un derecho de toda persona detenida, pero les fue negado. La abogada Angélica Rivas explica que al no darles la llamada se les vulnera el derecho a tener un defensor, pues si la familia no sabe que están detenidas no pueden ayudarles para poner un abogado o abogada.
Valentina y Fernanda cuentan que los cuatro días que estuvieron detenidas no recibieron comida, pues nadie las fue a visitar porque no sabían dónde estaban. En la delegación no caía el agua, así que tenían que repartirse un poquito entre todas, “algunas veces logramos solo tomar un pequeño sorbo para mojar la boca” comenta Fernanda. Al entrar a las celdas les quitaron todo, estaban descalzas y el cepillo de dientes que les dieron era reutilizable.
“Nos tocó dormir en el piso, sin saber porqué estábamos ahí y sin que nadie de nuestra familia lo supiera, eso no se supera tan fácil” dice Valentina.
Al cuarto día salieron a audiencia porque uno de los policías, que es sargento, las había denunciado por resistencia al arresto y lesiones. En este punto la defensora de las jóvenes resalta la desproporción en la denuncia “ como van a creer que dos cipotas como son Valentina y Fernanda, de estatura media, flacas, iban a lesionar a dos policías armados y entrenados”, cuestiona Rivas.
En la audiencia la jueza sobreseyó a Fernanda, pero el juicio continúa contra Valentina. El próximo 21 de septiembre es la audiencia. El caso es acompañado jurídicamente por la Colectiva Feminista, que ya interpuso una demanda contra los dos policías bajo los delitos de Agresión, Tortura, Actos Arbitrarios y Privación de Libertad por Funcionarios Públicos.
Mayor temor a la polícia
La psicóloga que atiende a las jóvenes, Nathalie Mejía, diagnostica un cuadro de trastornos de sueño, trastornos alimenticios, episodios de ansiedad derivados de un estrés postraumático, debido al evento de violencia y abuso de poder.
“También tiene mucha ansiedad por la incertidumbre de qué puede pasar en el proceso. Hay sentimientos de frustración, rabia, tristeza, enojo por la preocupación de sus familias y por la situación que enfrentan” explica la psicóloga.
Valentina y Fernanda comentan que desde que salieron de la delegación tienen miedo de salir de su casa, ahora tienen miedo a los policías.
“ Nos cuesta dormir, tenemos miedo al ver policías, ya no podemos andar en transporte público tranquilas porque a cada rato se suben. No es justo que quienes tendrían que protegernos nos violentan y nos hagan sentir miedo”, dice Valentina.
A las denuncias del caso se han sumado diversas colectivas de activistas feministas, entre ellas las Hijas de Safo, una colectiva de lesbianas, la Colectiva Amorales, la Red Salvadoreña de Defensoras, Ales Lavinia, Las Majes Emputadas y ARDEMUSA.
Valentina y Fernanda han sido claras en que no buscan negociar en el caso. «Queremos justicia. No es posible que quienes dicen servir y proteger sean quienes nos violenten», enfatiza Valentina.
Qué barbaridad, como es la intolerancia!!!