
El 12 de julio de 2024, la periodista feminista Fabiola Tercero desapareció sin dejar rastro. Su ausencia no fue una sorpresa aislada para quienes la conocían, sino la culminación de una larga historia de vigilancia, amenazas y miedo impuesto por la dictadura Ortega-Murillo.
Por: Sacuanjoche
Fabiola llevaba ya muchos años viviendo con miedo, tras recibir amenazas por parte de la dictadura. Violeta (seudónimo), una amiga cercana, relata: “Desde 2020 la Fabi empezó a sufrir amenazas tras la muerte de su padre. Me contó que la organización popular del FSLN, conocidos como CPC, quienes se encargan de labores de vigilancia en los barrios, le prohibieron velar a su papá, bajo el argumento de cuidado colectivo por COVID19, lo que era una mentira”.
Desde su desaparición, distintas organizaciones, incluida la Unión de presas y presos políticos nicaragüenses (UPPN), han lanzado publicaciones en redes sociales como una acción de protesta frente a la actual dictadura de Ortega-Murillo, para que informe sobre el paradero de la periodista. “Fabiola desapareció el 12 de julio de 2024, tras un allanamiento policial en su casa de habitación. Desde entonces no se ha sabido nada de su paradero y ni del estado de su familia…”, (Unión de presas y presos políticos nicaragüenses (UPPN).
Periodista, feminista, lectora: la vida de Fabiola
Fabiola Tercero es licenciada en Filología y Comunicación por la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua. Siempre tenía una sonrisa lista para compartir. Su activismo se tejía con las palabras, los libros, la calle y la imagen. Amaba la fotografía, en especial los autorretratos, que compartía como expresión artística. Se identificaba como feminista, y aunque nunca se afilió a una organización específica, fue parte esencial del movimiento feminista nicaragüense.
Desde 2013, su implicación política fue creciendo. Se nombraba anticapitalista. Participó en #OcupaINSS, se integró a círculos de pensamiento feminista gestionados desde La Corriente y fue parte del PCIN (Periodistas y Comunicadores Independientes de Nicaragua). Su activismo era independiente, contundente y comprometido con causas como el movimiento anticanal, el medio ambiente y los derechos de las mujeres maquiladoras, a través de colaboraciones con el Movimiento María Elena Cuadra. Se desempeñó como docente en procesos educativos que esta institución sostenía en compañía de la Universidad Centroamericana (UCA).
Fabiola creía en el poder del pensamiento crítico. En 2017 fundó “El Rincón de Fabi”, una plataforma para promover la lectura en la era digital. Desde esa trinchera organizaba intercambios de libros, grababa videos en museos y cafés, rifaba obras literarias, recomendaba lecturas. Decía que el conocimiento debía fluir.
“Fabiola salía con su mochila llena de libros y los intercambiaba en cafés, universidades, reuniones. A mí me regaló muchos. Todas tenemos algún libro que nos dejó”, cuenta su amiga Violeta.
En las protestas de 2018, se le vio en las calles recogiendo basura “para no olvidar el medio ambiente”, con pancartas que afirmaban que informar era un derecho. Sistemáticamente documentaba lo que ocurría en el país, colaborando con medios como Cultura Libre y la revista Las Malcriadas, además de ayudar a elaborar planes de medios para organizaciones defensoras de derechos humanos.
“La Fabiola nos sigue asombrando y nos asombraba siempre, ella nunca tuvo la necesidad de decir que pertenecía a algo, la Fabiola estaba en todos lados, en 2018 recuerdo que hacía acciones grandiosas a través de redes sociales, de pancartas en las calles, de comunicados y por supuesto nunca olvidó la lectura, aunque yo también creo que el deseo de la Fabiola venía desde muchos años atrás.”
Violeta

“Fabiola nunca quiso irse del país. Siempre dijo que el exilio no era una opción. Decía que no dejaría sola a su madre”, explica Violeta. Vivía cerca de El Carmen, muy cerca de la residencia de Ortega y Murillo. Su cercanía territorial con el núcleo de poder, sumada a su activismo, la hacía un blanco permanente.
Las sombras del régimen
Las señales eran claras. En mayo de 2024, Fabiola desapareció de sus redes sociales. Cerró todos sus perfiles, dejó de interactuar. “Solo veíamos que alguien miraba nuestras historias, pero no respondía a los mensajes. No sabíamos si era ella”, recuerda UnPlaneta, su compañero activista.
Entre mayo y junio, su presencia virtual se desvaneció. Y el 12 de julio, desapareció físicamente. Un día antes, se decía que había sido vista en el Distrito II de Managua, firmando una medida cautelar junto a su madre, como parte del control impuesto por el régimen a quienes considera opositores.
Poco después, amistades comenzaron a investigar. “Sabemos que fue golpeada y agredida cuando salía de su casa. Es la misma forma en que han sido detenidas más de 130 personas excarceladas este año”, asegura un compañero. La familia, según testigos, dejó su vivienda: la casa está vacía, desmantelada. “Antes era un hogar lleno de vida. Hoy no hay ni un sonido”, dice Violeta.
Para Claudio Parrales (seudónimo), exmiembro de las fuerzas represivas del régimen, el caso es claro: “La policía usa el terror psicológico como método. Las detenciones son secuestros. Se llevan a las personas sin informar nada, sin permitir siquiera un grito. Es una forma de tortura no solo a la víctima, sino a su entorno”.
Ni en los portales judiciales ni en los centros de detención hay rastro oficial de Fabiola. El «carro blanco», un vehículo sin placas utilizado para detener personas sin identificación policial, ha estado presente en la mayoría de secuestros recientes. Es parte del aparato de inteligencia estatal, según confirman varias fuentes.
Las desapariciones forzadas no son nuevas. Como señala Amnistía Internacional, son crímenes en los que el Estado —o agentes que actúan con su autorización— niegan la detención y ocultan el paradero de la víctima. Es el caso de Fabiola. No hay cargos, no hay juicio, no hay información.
Su acercamiento al FSLN
Durante su etapa universitaria, especialmente en la universidad pública, muchas y muchos jóvenes que hoy son opositores al régimen tuvieron un acercamiento político al FSLN y al movimiento estudiantil. A este momento de sus vidas Fabiola lo llamaba estar del lado oscuro, haciendo referencia a la saga de Stars Wars. “Me decía que agradecía mucho por haber abierto los ojos, ver la luz y tener consciencia social”, comenta UnPlaneta.
Violeta reflexiona que como generación nunca tuvieron verdaderas opciones políticas, candidatos sin ningún tipo de carisma ni cercanía con el pueblo, “la chavalada de esos entonces que íbamos a dar nuestro voto por primera vez no sabíamos qué hacer, y nos creímos el romanticismo del FSLN”, relata.
Con el tiempo, sin embargo, esa falta de rumbo político comenzó a evidenciarse. Al enfrentarse con el feminismo y la defensa de los derechos humanos, muchas y muchos comenzaron a cuestionar las narrativas oficiales y a reconocer las mentiras del régimen.
“Decidimos actuar desde distintas iniciativas para cambiar esta historia, fue lo que me pasó a mí, a la Fabi y a toda una generación, convirtiéndonos en opositoras y contestatarias.” Violeta..

No olvidar a Fabiola
El régimen ha perfeccionado el miedo como herramienta de control. Pero las amistades de Fabiola insisten en no permitir que su desaparición quede en silencio. “Ella no es famosa, no era una figura mediática internacional, pero hizo trabajo comunitario y colectivo constante, y eso también importa”, afirma Violeta. “Tenemos que seguir hablando de ella, difundiendo sus fotos, haciendo memoria. Porque lo que le pasó a Fabiola le puede pasar a cualquiera”.
UnPlaneta agrega: “Seguimos publicando su foto todos los días. La seguimos buscando. La queremos viva, libre y de regreso”.
También hacen un llamado a su familia: “Sabemos que tienen miedo, pero Fabiola construyó redes afectivas con muchas personas. Nos merecemos una respuesta, aunque sea mínima, por respeto a todo lo que tejimos juntas”, expresa Violeta.
Su círculo cercano coincide: “Fabiola Tercero no solo es una víctima de desaparición forzada. Es una mujer que amó los libros, el pensamiento crítico, la calle, la música y el café. Una activista que apostó por la justicia social sin buscar protagonismos. Su desaparición es un crimen, pero también un símbolo de la brutalidad de un régimen que teme a quienes piensan y se organizan».
Alrededor de la desaparición de Fabiola Tercero, existen aún muchas conjeturas, suposiciones, y teorías, que nadie termina de entender, pero lo que sí se afirma en todos los espacios donde ella participaba, es la necesidad de verla pronto, de saberla segura y libre.