Por Larissa Villacorta
El pulgarcito, estos veinitunmil kilómetros cuadrados heredados de la colonia en los que habitamos, es un lugar donde reivindicarse lesbiana significa un acto que trasgrede al sistema colonial, machista, patriarcal, heterocentrado, de cuerpos normativos, capacitista y misógino.
Crecemos escuchando frases como “ella es machorra” o “no hay que ser varonila” o “las niñas son femeninas”. Nos adoctrinan, nos hacen querer encajar en un molde donde la única manera de ser mujer válida para el sistema es ser cisgénero, heterosexual, tener piel blanca, ser delgada, femenina y acomedida.
Las lesbianas habitamos las periferias en el patriarcado. Somos casi como una historia de terror heterosexual en la que venimos a “ganar almas” para nuestro proyecto de aniquilar al hombre heterosexual promedio, por lo menos las lesbianas de las que tu mamá te advirtió. Tu papá por otra parte, no te advirtió de nosotras, porque lo que conoce de las lesbianas está mediado por la industria pornográfica en la que se nos cosifica para el disfrute de los hombres.
Entonces, querida persona heterosexual, ¿Por qué tanta jodezón con las lesbianas? Porque en este sistema nos invisibilizan; porque conectamos con nuestro cuerpo, con otras mujeres y tomamos como bandera el reivindicarnos como se nos da la gana.
La invisibilidad lésbica es un problema estructural del patriarcado, es legitimada en nuestra cultura cuando, por ejemplo, al hablar de personas LGBTIQ+ las lesbianas no aparecemos en los informes, no aparecemos en los datos y el cambio social va orientado a la amplitud de las siglas que no visibilizan nuestras experiencias, mucho menos nuestras opresiones. Es un problema estructural porque históricamente hemos sido etiquetadas como “amigas”, “hermanas”, “primas”, etcétera. Antes que como parejas y cuando no hemos estado en parejas se asume que debemos estarlo para verdaderamente ser lesbianas.
El eje de la invisibilidad lésbica es la heterosexualidad obligatoria, es decir, el mandato social que asume que todas nacemos heterosexuales y que al asumirnos en un proceso de reconocimiento de nuestra lesbiandad, este puede cambiar radicalmente al “encontrar al hombre adecuado”, a partir de esta noción se justifican acciones de violaciones correctivas, acoso sexual, sexualización, agresiones psicológicas y físicas que se expresan en una lesbofobia normalizada. Invisibilizarnos es parte de la lesbofobia, la misoginia, vehículo de expresión de la violencia patriarcal y una acción directa hacia nuestra existencia.
Pese a este panorama, las lesbianas resistimos a la invisibilidad, incluso en escenarios de represión en donde el conservadurismo encrudece sus acciones. Las lesbianas formamos redes de cuidados que nos sostienen y nos permiten defendernos las unas a las otras, darle continuidad a nuestra existencia, reivindicar los afectos más allá del amor entre mujeres vinculado al amor romántico y organizar la rabia.
Somos esas lesbianas de las que el patriarcado te advirtió.
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Larissa Villacorta es antropóloga, sentipensante, lesbofeminista, en busca de la conexión con las ancestras y la tierra que el colonialismo ha querido arrebatar. “Es mi primer esfuerzo en la vida por escribir sobre nosotras, las lesbianas. Escribo, mayoritariamente para mí misma y sueño mucho, porque creo que soñarnos nos permite tejer redes de resistencia”.