Por: Sofía Guzmán
Septiembre es conocido en El Salvador como el “mes patrio”, en representación a lo que se identifica como “patria” y la defensa/orgullo de la bandera como representación del territorio-pueblo; alrededor de este mes se realizan diversos eventos en ámbitos culturales y sociales.
El aprendizaje y reconocimiento del “sentimiento patriótico” viene en la mayoría de individuxs desde la escuela, ahí es donde se nos enseña narrativas identitarias en las que de alguna forma enardecen el orgullo de pertenecer a un pueblo y de envalentonarnos a luchar por ese territorio.
En la historia, mayoritariamente se ha utilizado el término “patria” como sinónimo de guerra; la defensa de la patria ha avalado invasiones a otros territorios, muertes y extracciones de materias y materiales para producciones económicas.
Pero, “patria”, es la tierra a la cual se siente ligada una persona por motivos jurídicos, culturales, históricos o afectivos; la patria, aunque es determinada por un conjunto de elementos geográficos no debería responder a los conceptos neocapitalistas de crecimiento económico para países altamente desarrollados, capaces de saquear territorios de países conocidos como “en vías de desarrollo”.
A través de las narrativas de guerra, generalmente, nos han vendido ideales patrióticos para que las personas en las fuerzas armadas tengan motivos para justificar las consecuencias que siempre han dejado las guerras, muertes y extractivismo.
Como ya sabemos, cada país posee una bandera, un escudo, un ave nacional y hasta una flor, todos estos factores son las identificaciones correspondientes a país/ patria, creando desde aquí las identificaciones identitarias lo suficientemente poderosas para mandar a personas a otros territorios a luchar por lo que conocen, su tierra y por los que conocen, su gente.
Además, quienes usualmente son beneficiarios de las identificaciones de patria suelen ser los gobernantes, quienes a partir de las premisas de “la patria está en riesgo” pueden jugar con las emociones de su pueblo y lanzar ideales de guerra como única opción para “defender” su territorio, atacando a otros territorios.
Este concepto de defensa y lucha puede reconocerse socialmente desde las fuerzas armadas de cada país hasta elementos policiales y todos aquellos aparatos de seguridad que profanen proteger la patria.
Entonces, ¿cómo debemos construir “patria” dejando de lado la idea de guerra?
Por encima de que la noción de patria ha sido históricamente entrelazada con la idea de guerra utilizando el concepto de defensa nacional para justificar acciones que a menudo han conducido a sufrimiento y devastación, la patria debería ser entendida como el vínculo profundo y afectivo que cada individuo siente hacia su tierra y su gente, no como un pretexto para la violencia y el saqueo.
En lugar de perpetuar ideales de guerra es fundamental redirigir nuestro sentido de patriotismo hacia valores que fomenten la paz, la justicia y el bienestar colectivo.
Mejor dicho, la verdadera fortaleza de una patria no reside en guerras ganadas, sino, en su capacidad para unir a sus ciudadanos en la construcción de un futuro común, donde el respeto por la diversidad y la cooperación sean los pilares de una identidad compartida.