Esto lo escribo desde dos puntos de vista: primero, mis sentires al ser una persona con un diagnóstico psiquiátrico; segundo, bajo la reflexión de Rita Segato, quien en su obra «No son animales ni bestias, son hijos sanos del patriarcado», aborda la violencia masculina no como algo excepcional o patológico, sino como una consecuencia estructural del sistema patriarcal.
Por: Katherine García
Parte I: Mis sentires como persona con un diagnóstico psiquiátrico
Es difícil no sentir una gran incomodidad cuando figuras públicas como Adrián Marcelo son etiquetadas como «psicópatas» o «enfermas» debido a sus comportamientos violentos y misóginos. Esto no solo trivializa las condiciones psiquiátricas reales, sino que estigmatiza a quienes vivimos con algún tipo de diagnóstico. En mi caso, tener un diagnóstico no me convierte en un peligro para las demás personas ni valida el uso de mi condición para justificar comportamientos nocivos. Tampoco me hace menos humano ni me sitúa en un lugar inferior moralmente. Lo que duele es cómo se reduce la complejidad de los comportamientos dañinos de las personas a una etiqueta médica, eliminando la responsabilidad personal y social.
En el caso de Adrián Marcelo, se mencionó que sus actitudes violentas y comentarios misóginos dentro del reality show La Casa de los Famosos eran consecuencia de su abstinencia, ya que él mismo ha hablado de su lucha con el consumo de sustancias. Si bien la dependencia a sustancias puede influir en el comportamiento, no es un justificante para actos misóginos o violentos. Aquí entra la reflexión de Segato: no es la «enfermedad» la que produce estos comportamientos, sino la normalización de la violencia patriarcal que permite que se desarrolle y se manifieste sin cuestionamientos profundos.
Parte II: Reflexión bajo el lente de Rita Segato
Segato nos invita a ver los actos de violencia no como episodios aislados o productos de mentes enfermas, sino como el reflejo de un sistema que entrena a los hombres en la violencia, que les enseña que su masculinidad está ligada al control y a la dominación. En este sentido, Adrián Marcelo no es un «psicópata» en el sentido clínico, sino un «hijo sano del patriarcado», actuando conforme a las reglas no escritas que nuestra sociedad ha normalizado durante siglos.
Cuando los comentarios de Marcelo sobre feminicidios o sus burlas hacia las mujeres son excusados como parte de su «personalidad cómica» o atribuidos a su estado emocional debido a la abstinencia, se perpetúa la idea de que la violencia contra las mujeres es algo excusable o inevitable. Bajo esta lógica, la culpa recae en una supuesta enfermedad mental o adicción, no en el patriarcado que ha moldeado sus ideas y comportamientos.
Segato nos recuerda que la violencia no es el resultado de fallas individuales o «enfermedades», sino una construcción social en la que todos participamos, queramos o no. No se trata de demonizar a Adrián Marcelo como una excepción patológica, sino de comprender que sus acciones son el reflejo de un sistema más grande, donde la violencia se convierte en la norma y se disfraza de entretenimiento.
Ambas perspectivas, la personal y la de Segato, me llevan a cuestionar: ¿cómo seguimos permitiendo que la violencia sea patologizada y descontextualizada de su raíz estructural? ¿Cómo seguimos invisibilizando el papel del patriarcado y su influencia en la construcción de lo que significa ser «hombre»? La respuesta no está en etiquetar a individuos como «psicópatas», sino en desmantelar el sistema que les enseña a ser violentos.
Es evidente que reducir los comportamientos violentos y misóginos a problemas de salud mental o episodios de abstinencia no solo estigmatiza a quienes vivimos con un diagnóstico psiquiátrico, sino que desvía la atención de las verdaderas raíces de la violencia: un sistema patriarcal que normaliza y fomenta estos comportamientos. Adrián Marcelo no es una anomalía dentro de este sistema, sino un producto de él. Para combatir la violencia y el machismo, no debemos patologizar el comportamiento, sino reconocer la necesidad urgente de desmantelar las estructuras patriarcales que perpetúan la violencia de género.
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Katherine García es una activista feminista salvadoreña con estudios en Trabajo Social Forense y Derechos Humanos. Ha destacado por su trabajo en políticas públicas, medio ambiente y derechos juveniles. Su labor ha sido reconocida internacionalmente, y participa en proyectos feministas, humanitarios y de investigación con Radio Astra Latam y Tufts University.