Vendedoras: El rostro olvidado bajo las luces del Centro Histórico

La revitalización del Centro Histórico de San Salvador se apunta como uno de los éxitos del gobierno de Nayib Bukele, en el que se presenta un país limpio y atractivo para el turismo. Pero, lejos de las luces led están los rostros de mujeres vendedoras cuyas vidas son más precarias por la falta de oportunidades laborales y el abandono  a las personas adultas mayores que todavía buscan un ingreso para sus gastos de casa y alimentación.

En las entregas de este especial se presentará el monitoreo realizado por Revista La Brújula, el cual se estima que son alrededor de 10 mil personas vendedoras las que han sido desalojadas del centro histórico desde el año 2022 hasta la fecha. 

Por: Ana Gómez

Primera entrega

En el centro de San Salvador, desde muy temprano, se encuentran las vendedoras que llevan sus productos en las manos y en bolsas. Ofrecen  tomates, cebollas, plátanos, manzanas; unas llevan ropa para toda edad: calcetines, pantalones, camisas; y otras venden bebidas, gaseosas; galletas, un sinfín de productos para poder sacar, a penas, lo de la comida y el alquiler de casa.

Antes, muchas de ellas alquilaron por años un puesto para su venta. Las vendedoras son jóvenes, mujeres adultas mayores, unas son madres, otras son abuelas, tías, hijas, que por motivos de la revitalización del centro histórico, desalojaron sus espacios de trabajo. 

Gloria es una vendedora de 38 años y madre de dos hijos. Ella vendió en la Avenida Cuscatlán por trece años, su negocio logró crecer mucho, le permitió mejorar su condición de vida, comprar una casa por medio de una cooperativa, darles estudios universitarios a sus hijos y mantener su venta con productos de calidad. 

Sus dos hijos crecieron en el centro, ella se los llevaba en la madrugada a la Tiendona para abastecer su venta del día, aprovechaba llegar temprano y comprar el producto más barato. Sus hijos estudiaban en la mañana y, por la tarde, se turnaban los días para atender a la clientela.

El 13 de abril de 2024, Mario Durán, alcalde de San Salvador, publicó en X que las personas vendedoras de la Avenida Cuscatlán desalojarían “voluntariamente” como parte de las fases del Plan de Revitalización del Centro Histórico. Días antes, Gloria recibió la notificación del desalojo y sin mayor resistencia, recogió su puesto sin saber qué haría después. 

En los últimos dos años se ejecutó un plan de recuperación de espacios públicos para convertirla en una zona turística, cultural, de atracción para la inversión nacional y extranjera. Sin embargo, en el plan no aparecen soluciones reales para las personas que se dedican al comercio informal.

Gloria narró que autoridades municipales se acercaron y se reunieron con los vendedores y vendedoras para ofrecer puestos dentro de los mercados como alternativa para su desalojo, pero los alquileres tienen un precio muy alto que no lograrían pagar por las pocas ventas que llegan a los mercados.

Este problema empeora porque agentes del CAM impiden las ventas ambulantes en las calles que han sido “recuperadas”. A veces, Gloria vende como ambulante en las mañanas cuando los agentes no están, lo mucho que logra vender son $5 dólares. 

A Gloria le preocupa el pago de la mensualidad de la universidad de su hijo mayor, el pago de su casa -ya que faltan diez años para terminar su deuda-, y no sabe cómo ayudar a su hermana que también perdió el puesto de ventas.

Lejos de las luces led están los rostros de mujeres vendedoras cuyas vidas son más precarias por la falta de oportunidades laborales. Foto: Reina Ponce

Su hermana también es madre de dos niñas menores de 5 años, después de su desalojo consiguió un puesto alrededor de Plaza Centro donde terminó con la venta de los productos que le quedaron de su antiguo espacio de trabajo. 

“Es como un maquillaje al verdadero problema, porque hay personas mayores de edad, hay personas enfermas. Limpian la cuadra para que se mire todo aquello bonito, pero las vendedoras están arrinconadas como que fueran basura, martirizadas y sin derecho a expresión”, comentó Gloria. 

El régimen de excepción, la pobreza, el desempleo y la falta de sistemas de protección social impacta directamente a las mujeres que son las cabezas de hogar y se dedican en el sector informal. El despojo de los medios de vida de estas mujeres agrava su situación, “Se está aumentando la cantidad de horas de trabajo para las mujeres y se están reduciendo sus ingresos, además con las pocas posibilidades de desarrollo económico que ellas tenían, se está precarizando todavía más la vida de las mujeres” señaló Carmen Urquilla, coordinadora del Programa de Justicia laboral y económica de ORMUSA.

¿Quiénes son las mujeres que venden en el Centro Histórico?

Cristina vendió en el centro toda su vida hasta que le desalojaron la venta de la avenida 29 de agosto, en abril de 2024. Ella tiene 85 años, vendía alcancías, comideras de plástico y botellas de vinagre. Las ganancias que obtenía las ocupaba para comprar más productos, su comida, el pago de un préstamo de $100 dólares y el pago del alquiler diario de su cuarto de $3.50, en un mesón del centro.

Una de sus mayores preocupaciones es no tener un lugar seguro para continuar vendiendo. Debido a esta situación, su salud decayó hasta el punto de generar un pre infarto. No puede vender de manera ambulante por su salud y porque se le dificulta caminar y ver. 

Ahora su hija, Esperanza, de 65 años, ha tomado el cargo de cuidarla y de asegurarle una comida diaria. Esperanza también alquila un cuarto en un mesón del centro por $4.50. Tiene  tres hijos a quienes también cuida. Cristina y Esperanza fueron desalojadas del mismo puesto. Ahora, y procurando no correr muchos riesgos, Esperanza vende en las calles del centro que todavía no han sido recuperadas por la alcaldía. 

El régimen de excepción, la pobreza, el desempleo y la falta de sistemas de protección social impacta directamente a las mujeres que son las cabezas de hogar y se dedican en el sector informal. Foto Reina Ponce

Gloria, Cristina y Esperanza son parte del sector informal, donde sus medios de vida están más precarizados debido a los desalojos. “Ya no es como en aquellos días que comíamos los tres tiempos, pagamos lo que debíamos y comprabamos cualquier cosa. Ahora mi hija me da un almuerzo y dos dólares que me alcanza para comer algo en la noche y en la mañana”, dijo Cristina. 

Las mujeres del sector informal reciben poca remuneración por su trabajo, lo que difícilmente les ayuda a salir de una situación de pobreza. Las vendedoras no solo se enfrentan a la sobrevivencia económica, también a la violencia por el hecho de ser mujeres, muchas veces sin contar con un sistema de protección. Además, solo el 36.6% de mujeres están afiliadas al sistema de seguridad social, según  Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM) del año 2023.

Las personas adultas mayores están enfrentando un momento precario, donde no cuentan con un ingreso fijo que asegure su bienestar. De 10 personas adultas mayores, 2 reciben una pensión, el resto no tiene y la mayoría son mujeres, comenta Tatiana Marroquín, economista feminista.

Para 2023, la EHPM afirma que de las mujeres dentro de la población ocupada, el 44.8 % trabajan en servicios o ventas de comercio y mercados, con un salario promedio de $316.99, es decir, aproximadamente $10 dólares diarios, sin especificar si son del sector formal o informal. 

Carmen Urquilla explicó que las mujeres no son parte del mercado de trabajo formal debido a la brecha salarial, un trabajo formal o una iniciativa económica no es compatible con el trabajo de cuidado no remunerado. Además, se enfrentan con discriminación y exclusión para participar en puestos de liderazgo y que el lugar de trabajo represente un espacio de violencia.

Como ocurrió con Gloria, que consiguió una oportunidad de trabajo temporal, pero tuvo que renunciar ya que ella no esperaba que el trabajo “fuera tan explotador”, como ella lo describe. No respetaban los horarios de salida y le asignaban más trabajo. Su opción ahora es su nuevo local, su hermana y ella esperan recuperar los ingresos que tenían para sostener nuevamente a sus familias. 

La hermana de Gloria es madre de dos niñas menores de 5 años, después de su desalojo consiguió un puesto alrededor de Plaza Centro donde terminó con la venta de los productos que le quedaron de su antiguo espacio de trabajo. Foto: Reina Ponce

La mirada al Centro Histórico y olvido a las mujeres vendedoras

Martha es una vendedora de 58 años que, tras los desalojos, ha visto impactos en su economía, al punto de deber el pago de su casa por dos meses seguidos. Ella ha buscado opciones como trabajadora del hogar remunerado, pero no es un trabajo fijo que pueda proveer para los gastos diarios. 

Ella vendía cremas y lociones en el centro histórico, junto con su esposo. Las demás vendedoras le daban trabajo para que atendiera las ventas de sus locales. Ahora busca más opciones laborales, pero por su edad y problemas de salud, se le dificulta más. El país está para los que tienen dinero”, reflexiona.

Gloria, Cristina, Esperanza y Martha son nombres ficticios con la intención de proteger la identidad de las fuentes.