Por Keyla Cáceres
Desde 1984 militares, gobiernos de derecha y de izquierda entregaron el poder cada cinco años. Pero, paradójicamente, quién prometió ser diferente y tener “nuevas ideas” nos ha regresado a una de las peores épocas de El Salvador. Nayib se colgó del hartazgo de la población a las tramposas mañas de hacer política. Su campaña tuvo como base evidenciar los fracasos de los gobiernos anteriores, incluso su narrativa era tan progresista que hasta el día de hoy hay una referencia del mismo Bukele que contradice sus acciones.
A menos de un año de haber tomado el poder, el 9 de febrero, reveló cuáles eran sus intenciones: instalar un gobierno totalitario y autoritario. Desde la Asamblea Feminista no dudamos en cuestionar la toma de la Asamblea Legislativa con militares y fusiles por delante. Aún con estás señales hubo sectores de la sociedad que le dieron el beneficio de la duda y así empezaron a salir las investigaciones periodísticas que evidenciaron la corrupción de su gobierno. Declarado enemigo de la transparencia, instauró a través de sus diputados un sistema que no rinde cuentas, cerraron los espacios de transparencia, hicieron reducciones de políticas públicas dedicadas a prevención de la violencia contra las mujeres y niñas, atrás quedaron las promesas de erradicar la pobreza y todo lo que tenía que ver con la eliminación de la desigual social.
Así nos llegó la pandemia de COVID-19 con una declaratoria de cuarentena obligatoria, sin ninguna distinción, sin enfoque de género, miles de persona perdieron sus empleos, creció la crisis económica en la mayoría de la población y sobre todo el gobierno de El Salvador encerró por Decreto Ejecutivo a las mujeres junto a sus agresores. No les bastó con vulnerar a las mujeres y niñas, Bukele decidió iniciar una campaña para negar los femicidios, la violencia sexual, las desaparecidas a la vez que afirmaba que las mujeres estaban más seguras.
La pandemia le quitó el velo y reveló lo que estaba pasando al interior del gobierno: corrupción a diestra y siniestra. Personajes como María Chichilco, Osiris Luna, Francisco Alabí, Christian Guevara y otros funcionarios que se beneficiaron de la pandemia, además, la forma de resolver el hambre fueron acciones asistenciales que sirvieron para hacer campaña y lograr consolidar más de la mayoría en la Asamblea Legislativa en el 2021. Así un 1 de mayo iniciaron la peor gestión legislativa que hemos tenido desde 1994, lo primero que hicieron fue violar la Constitución, la que juraron proteger. Por la fuerza y bajo amenazas se tomaron la Corte Suprema de Justicia y consolidaron lo que buscaba el 9 de febrero del 2020.
Este gobierno bajo la conducción de Nayib Bukele y sus hermanos, junto a su gabinete oculto de venezolanos han instalado un sistema híbrido que hace uso de las instituciones que construyen una democracia para instalar un Estado de terror, que persigue la pobreza, la marginalidad, invalidan las injusticias, le quitan las formas de ganarse la vida a las personas que se dedican al comercio informal; han llevado este país a una crisis ambiental, económica, social y cultural. Es una crisis en la que no se puede vivir, solo sobrevivir antes que el régimen de excepción te tome como delincuente o los cuerpos de seguridad te abusen sexualmente o seas víctima de desplazamiento forzado por las torturas a las que son sometidas las comunidades por la seguridad pública.
Este régimen autoritario que se instaló el 1 de junio es sobre la memoria de las víctimas de Chalchuapa que nunca obtuvieron justicia, sobre todas las víctimas de feminicidios que durante 5 años no han obtenido justicia como Fernanda Nájera, se instalan bajo la narrativa de la refundación de un Estado que sigue escondiendo bajo la tierra los cuerpos de miles de personas desaparecidas que esperan ser encontradas y devueltas a sus familias. Un Estado que pretende renacer sobre las defensoras de los territorios que están siendo hostigadas y criminalizadas por defender la tierra.
El 1 de junio la población fue testiga de cómo se está construyendo un país a la medida de Bukele y su familia, que no es para el pueblo es para un pequeño grupo de allegados que incluso no viven aquí, es un país de maravillas para los que están explotando la mano de obra salvadoreña y los pocos recursos naturales que tiene nuestro país.
Es necesario denunciar a quienes condenan las dictaduras de Nicaragua y Venezuela, pero aplauden la consolidación de otra dictadura en El Salvador. Todas las delegaciones y gobiernos que avalan el gobierno inconstitucional de Bukele también son cómplices de la sangre que corre en silencio sobre el territorio salvadoreño.
Es momento compañeras de cerrar filas, de construir desde las redes feministas, de tejer redes de confianza. El pasado jueves 30 mayo, a un día de la toma de posesión inconstitucional, el Gobierno dejó claro que no se va a detener con sus medidas represivas contra quienes protesten o denuncien la realidad salvadoreña que no es ni siquiera cercana a lo que vende en la publicidad que contrata en diferentes redes sociales.
Nosotras hemos estado denunciando cada retroceso durante estos 5 años, aún nos falta un largo camino para crear conciencia y seguir con la necesaria tarea de organizarnos para sobrellevar este contexto.
Aunque pareciera que no hay nada que hacer, no olvidemos que somos un pueblo que se caracteriza por no dejar que el poder nos extermine, será un camino largo, y debemos tener claridad sobre que la organización es el camino y tengamos presente la frase que nos han compartido algunas veteranas: la unidad llegará. Mientras tanto la organización para cuidarnos y construir movimiento es nuestra tarea.