Por: Edith Elizondo
“Sólo le pido a Dios que lo injusto no me sea indiferente, que no me abofeteen la otra mejilla”. Nací escuchando esta canción y hoy sigo pidiéndole a Dios lo mismo. Somos parte de la injusticia cuando la toleramos por la razón que sea. El lunes 11 de marzo capturaron de manera arbitraria a “niña Verónica”, como le decimos de cariño. Madre buscadora, parte del Bloque de Búsqueda de Personas Desaparecidas, quien desde el 26 de mayo de 2022 realiza labores de búsqueda para encontrar a su hija, Paola Arana. La detención de niña Verónica ocurre en el marco del régimen de excepción y coloca en grave riesgo su seguridad. Ante este y muchos otros casos no puedo ser cobarde e indiferente.
“Que la reseca muerte no me encuentre vacío y solo, sin haber hecho lo suficiente”, nos dice la gran Mercedes Sosa en esta bella pero dolorosa canción. Es triste que por miedo o por todo el acoso en redes por parte de los «trolles» o personas a favor de todo lo que hace este gobierno tengamos miedo a denunciar las injusticias. Pero también está el temor a complicarnos la vida o creer que a nosotras o nosotros nunca nos va pasar, tantas personas capaces de ser indiferentes ante el dolor de los demás y justifican el hecho de no hacer nada con cualquier excusa, como: “nada se puede hacer”, o, “los culpables están fuera de nuestro alcance” “el que nada debe nada teme” “si el río suena piedras lleva”. (Lo que le ocurra a mi vecino o vecina, tarde o temprano, me alcanzara a mí).
“Sólo le pido a Dios que el futuro no me sea indiferente”. Aun creo en la posibilidad de organizar la lucha por la verdad y la justicia, por los debidos procesos, por un futuro donde la hija de Paola sepa que su abuela Verónica luchó incansablemente por encontrar a su mamá (Paola) que pegó afiches, que realizó conferencias de prensa, plantones, que marchó un 8 de marzo con otras mamitas que buscaban a sus hijos e hijas. Que un día se entere que su abuelita fue encarcelada injustamente por el régimen de excepción, que muchas personas se sumaron para apoyarla en redes social compartiendo su caso, otras poniéndola en sus oraciones y de otras muchas formas. Que organizaciones defensoras de derechos humanos se juntaron dejando a un lado los protagonismo y diferencias para unirse a la lucha, no solo por Verónica, sino por todas esas personas que están privadas de libertad injustamente, para que regresen a casa con bien.
“Solo le pido a Dios que las desapariciones no me sean indiferentes, son un monstruo grande y pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente”. Por eso el llamado a la sociedad a no olvidar a cada una de las víctimas desaparecidas. Muchas madres tienen 30 años o más buscando a su hijo e hijas. Otras, como la niña Verónica, llevan dos o un año buscando, pero el dolor por el que atraviesan es el mismo. Las desapariciones han sido un problema incómodo para todos los gobiernos y lo han querido desaparecer. Ningún gobierno ha querido reconocer que hay desapariciones, no han querido investigar, ni tampoco buscar a los culpables. Por eso son las madres las que asumen la búsqueda, ante Estados ineficientes y sin empatía por quienes sufren.
¡No a la criminalización de las madres que buscan!