Por Edith Elizondo
Ser blanca, delgada o con rasgos alejados a lo indígena o negro son características físicas y estéticas que predominan frente a las demás personas, desde ahí las sociedades construyen los imaginarios sociales de lo que nos debe gustar o lo que es bonito o desagradable.
Recuerdo que cuando era adolecente los bichos siempre hablaban de las bichas que les gustaban del salón de clases, las que querían invitar a salir o regalarles flores el 14 de febrero. Eran las más blancas, delgadas, rubias o castañas, de ojos azules o lo más aproximado a ello, tomando como parámetros la belleza hegemónica de la televisión y las revistas, asumiendo también la heterosexualidad como lo normal. La cultura se encarga de establecer lo que está bien y lo que está mal.
Las consecuencias de esta ideología es ir moldeando el deseo desde la belleza hegemónica, por esta razón es más difícil para las personas gordxs, negras, mestizas o con alguna discapacidad buscar/encontrar pareja ¡Se vuelve un suplicio! y aun más tener relaciones sexuales placenteras y satisfactorias.
Por ejemplo, en mi caso como gorda no falta el típico imbécil, hablando de relaciones heterosexuales, que cuando decidís estar con ellos y ponerte encima insisten diciéndote que no pasa nada, QUE NO LO VAS A APLASTAR EN ESA POSICIÓN. ¡Ya sé que no te voy a aplastar!, ¡no soy un camión!, ¡ni un edificio!, pero al decirme eso están dejando implícito que podría pasar. Otros evitan tocar tu panza, ignorando esta parte de tu cuerpo o las partes que le parecen que no se parecen a las modelos de las pornos y las revistas.
Además de eso, muchos hombres no suelen mostrarse con las mujeres que les gustan en verdad, no admiten que les gustan más las negras, las gordas o las bajitas, etc. Aunque esto también me ha pasado con las relaciones con otras mujeres porque también existen prejuicios con la imagen en las relaciones lésbicas.
Hemos equiparado la delgadez blanca como sinónimo de belleza y merecedora de placer. Lxs otres cuerpos deben ganarse el placer, esforzarse y estar agradecidas que alguien nos haga el favor de escogernos y cogernos. Por esta razón es necesario seguir politizando cómo se construye el deseo, desde dónde y para quiénes e impulsar procesos que de manera individual y colectiva nos lleven a reconocer y transformar el lugar donde escondemos nuestro racismo o nuestra gordofobia.
Como dice Yolanda Aguilar en su libro “Femestizaje”, no solo debemos desaprender lo que aprendimos a desear, necesitamos recuperar el deseo como lugar de la subjetividad legítima sentida en el cuerpo, como forma erótica del vivir, sobre todo los cuerpos censurados.
Así que, si quieres coger conmigo, coge con todo mi cuerpo. Las relaciones más satisfactorias que he tenido han sido las y los que me han cogido de la panza con mis estrías, donde un rollito se me sale, me han besado hasta llegar entre mis piernas gordas, negras y no han intentado fingir que no están ahí. Ni se imaginan el morbo que da cuando consigues superar ese miedo y te agarras a las suaves carnes de una gordita.
Besos y caricias gordis para todes.