Foto/Fátima Cruz
La democracia sin duda se vuelve en un juego perverso en las manos de populistas y demagogos. Hace un tiempo se creía que una democracia solo caía si era víctima de un golpe militar, pero para este país su destrucción paradójicamente resultó de una votación en elecciones libres.
Lo vivido el 9 de febrero de 2020 solo fue la punta de iceberg de lo que nos esperaba este primero de mayo, donde en menos de veinticuatro horas la recién instalada Asamblea Legislativa conformada en su mayoría por el partido Nuevas Ideas en alianza con el partido GANA, PCN y PDC arremetieron contra todo orden jurídico, legalidad y sin respetar el debido proceso para apoderarse de manera fáctica el Poder Judicial.
La nueva Asamblea Legislativa, en su primera sesión plenaria sin agenda aprobada por el pleno legislativo, destituyó de manera arbitraria a los magistrados titulares y suplentes de la Sala de lo Constitucional. Poco tiempo después se presentó otra moción con dispensa de trámite para destituir al Fiscal General, eligiendo también a los nuevos funcionarios sin respetar el debido proceso.
El Salvador es un país que ha vivido un camino largo y doloroso para lograr una endeble democracia, pero con algunas garantías que hasta la fecha mantenía un régimen de pesos y contrapesos fortaleciendo el Estado de Derecho y respeto de la libertad de expresión.
Pero lo ocurrido este 1 de mayo no es más que un golpe duro al Estado democrático, que pone en riesgo la libertad de expresión, los derechos civiles y políticos de las personas y revive el sentimiento de persecución y represión vividas en las dictaduras militares y durante la Guerra Civil.
No olvidemos que en las nuevas dictaduras existe poder legislativo y judicial pero no existe autonomía e independencia. No se admite la intromisión de un poder sobre otro, lo único que hacen es repetir y aprobar los discursos y las políticas del dictador sin ningún tipo de oposición y discusión.
Además, estos mal llamado nuevos líderes son cada vez más hábiles en sus estrategias de comunicación política, creando mensajes cortos e impresionantes para las mayorías, permitiéndose no demostrar capacidad técnica y estratégica para afrontar la realidad y abordar los problemas trascendentales de la sociedad, mucho menos de crear políticas públicas para abordar la crisis estructural que condena a la mayoría de la población a una vida de pobreza en entornos violentos.
El problema es que este tipo de comunicación está contribuyendo a educar a una sociedad en la banalización de la actividad política, conformándose con estar superficialmente informada. Lo que es más fácil cuando la ciudadanía no cuenta con procesos de alfabetización mediática.
El Salvador se enfrenta a un ascenso de una nueva dictadura, acompañada de populismo y falsas promesas donde está en riesgo la libertad de prensa, el Estado de Derecho, la institucionalidad y la dignidad de un pueblo.
Desde el periodismo feminista seguiremos informando y denunciando. Estamos conscientes que este ejercicio se verá impactado, porque a los dictadores no les gusta la prensa crítica. Desde nuestra fundación hemos tenido claro el rol social del periodismo y más aún el compromiso político del periodismo feminista. Nosotras rechazamos el autoritarismo y condenamos la manipulación mediática con la que una nueva dictadura se pretende disfrazar de democracia.
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