¡Hasta que la dignidad se haga costumbre!

La dignidad de cada persona no debería ser condicionada. No deberían aprovecharse de la necesidad de las personas para la explotación laboral. Esto no solo pasa en las maquilas textiles y los Call Centers, también pasa en las organizaciones sociales, sí, las mismas que emiten los informes y se pronuncian contra la violación a los derechos humanos. 

Por Keyla Cáceres

En los últimos días he estado reflexionando sobre los espacios laborales que he transitado a lo largo de mi vida. Desde los 14 años empecé a trabajar, esto me permitió tener experiencias que probablemente muchas personas no han tenido y estoy segura que otras personas también  se la han pasado peor que yo. He sido vendedora de pan dulce de casa en casa, trabajadora del hogar siendo menor de edad, impulsadora de productos en una gasolinera y empleada en dos partidos políticos. 

Además, he coordinado espacios regionales de juventudes en América Latina y el Caribe, espacios de incidencia parlamentaria, me he dedicado a la formación de juventudes y mujeres a través de la educación popular, he realizado investigaciones y también he hecho trabajo técnico en una fracción legislativa en la Asamblea Legislativa. En fin, creo que he conocido muchos espacios de trabajo y nunca me he detenido a reflexionar  sobre todas las veces que me han violado mis derechos laborales.

He sido una persona afortunada porque he acumulado diversas experiencias que no he sabido ordenar para ofertas de trabajo en las que, probablemente, estoy capacitada. Me he cuestionado el miedo que me da aplicar a espacios donde hay un solo requisito que no cumplo, mientras he visto cómo los hombres lo hacen sin cumplir la mayoría de estos requisitos. Pero he llegado a la conclusión de que esto ha sido por romantizar los espacios en los que he trabajado y por creer que, muchas veces, al ejecutar proyectos sociales, las personas que son “jefxs” tienen conciencia de clase y eso las llevará a respetar mínimamente los derechos laborales, los cuales están en un código de trabajo que surge en medio de la implementación de un sistema económico liberal.

Sin ánimo de dañar susceptibilidades, la romantización más cabrona que he vivido son los movimientos sociales. Escribo esta columna en medio de un contexto en el que estamos buscando sobrevivir a la gestación de una dictadura. Sin embargo, creo que buscar la dignidad de una nación inicia en los espacios de trabajo que albergan a las personas que están poniendo el cuerpo en las calles, hablando con las comunidades para cuestionar las practicas del gobierno, generando informes sobre toda la violación de derechos humanos y trabajando por la dignificación de la juventud en las comunidades estigmatizadas, entre otros. En muchos casos, en estos espacios laborales no se respeta la dignidad de las personas trabajadoras.

Hasta que la dignidad se haga costumbre es una frase trillada pero a menudo solo de palabra. Ni en organizaciones feministas, ni en los movimientos ambientalistas, ni los espacios que apoyan a sindicalistas, en general ni movimientos sociales y organizaciones que se dicen defensoras de los derechos humanos están (en algunos casos) dignificando a la clase trabajadora. Están quemando a las personas con decisiones inhumanas, actuando como el dictador que critican o cuestionan en sus informes o comunicados.

La dignidad de cada persona no debería condicionarse. No deberían aprovecharse de la necesidad de las personas para la explotación laboral. Y deben tener claro que  cuestionar las formas en las que se trabaja en las maquilas textiles y los Call Centers no debe  ser solo para emitir buenos discursos o informes, sino para aplicarse en los espacios de trabajo de las organizaciones sociales también.

Finalmente, compañerxs, no guarden silencio bajo la amenaza de que denunciar la violación de derechos laborales le hará un favor al gobierno para atacar a lxs defensorxs de Derechos Humanos o activistas. Las necesidades que cada unx pueda tener no deberían ser una excusa para aguantar que nos roben la dignidad. Sé que lo puedo estar diciendo desde una posición de ventaja, pero también me he ido de espacios laborales con buen salario que implicaba entregar estabilidad física y mental sin ninguna posibilidad de mejora o que valoran mis aportes.

A esos jefxs que afuera gritan “dignidad” y “derechos humanos”, pero que a la hora de tomar decisiones buscan cómo explotar a las personas que tienen a su cargo, sepan que en esta vida o en otra todo se paga, y eso puede venir de diferentes formas. Se que podrán decir que a lxs oligarcas no se les cuestiona igual, pero el caso es que en la empresa privada sabemos a lo que nos enfrentamos. Sin embargo, cuando vemos a esa persona que dice ser compañerxs en la calle y actúa como un dictador en los espacios laborales, son la personificación de El Che en la calle y Pinochet en el trabajo. El poder va y viene, sobre todo en las ONG, y cada acción en esta vida tendrá una reacción.