Para quienes luchan por hacer un poquito mejor el mundo

No fue primero la palabra. Fue la acción, la empatía, el amor, las ganas de transformar. No todas las personas que defienden derechos, territorios se nombran defensorAs, pero en cada comunidad siempre hay voces que no se callan, espíritus que no se doblegan. Personas con sueños enormes que no pueden dejarlo solo en sus cabezas y deciden contagiarnos de ese otro mundo posible. Activar la fuerza colectiva y luchar para dejar este mundo un poquito mejor. 

Editorial

En El Salvador hay tantas: las de antes de Prudencia, las de después de Prudencia, las comandantas, las jóvenes feministas, las personas de la disidencia sexual que retan todos los días al CIS-tema. La compa que en el territorio luchó por llevar la energía eléctrica a su comunidad. La hermana que busca el bus para venir a la marcha del Pride. Las más grandes que insisten en que aprendamos a sembrar y comer sano. Las que te comparten todos sus secretos pa’ curarte la vida, el alma, el cuerpo. 

La resistencia de ellas, elles, que no es fuego nuevo, arde desde mucho antes, antes incluso que existiera la categoría, la norma, la nomenclatura. Yo recuerdo a mis tías trans, que ya retaban al sistema con sus pelas enormes, con sus nombres elegidos por ellas mismas… Allá por 2005 no se habla de personas trans, pero ellas ya estaban organizando a la comunidad, apoyando al cuidado de las infancias, maquillando a la quinceañera, dirigiendo a las cachiporras, cocinando para la comunidad. Tratando de hacer un poquito mejor el mundo. 

Hoy, 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos —, gracias a las voces que resisten, a quienes alzan su palabra cuando otros callan. Gracias a quienes, más allá de su origen o territorio, reconocen en cada ser humano la dignidad y la vida.

Gracias, porque creer en derechos universales es sembrar esperanza en tierra fértil de humanidad.