El amor está en estado de excepción

Por Katy García

Tenemos 23 meses de estado de excepción, y este tema se ha abordado ampliamente desde distintas perspectivas: académica, política y económica. Este derecho constitucional se ha convertido no solo en un proceso jurídico, sino en un programa de gobierno.

Escribo esto no para romantizar las circunstancias en las que se puede amar, sino porque mi trabajo me ha permitido escuchar diversas historias de violaciones de derechos humanos bajo el estado de excepción y también observar lo que ocurre en mi entorno: mis vecinos, amigos y familiares. Claro que siempre cambiaré los nombres por respeto, dignidad y por los derechos que no son protegidos por el Estado salvadoreño.

Anteriormente, vivía en una comunidad del distrito de Mejicanos. La madrugada en la que inició el estado de excepción, ya estaban tumbando puertas y sacando personas de sus casas en diversas circunstancias. 

Recuerdo la historia de amor de un pastor y una pastora de una iglesia profética en la comunidad. La mayoría de los feligreses eran, como máximo, diez personas de la misma colonia donde vivíamos. Recuerdo sus prédicas de madrugada, en las que le pedían a Dios que diera amor al presidente en su corazón, para que los justos pagaran y los pecadores ardieran. 

A la semana del “gran éxito” del estado de excepción, varios policías llegaron con una carta y lo sacaron a gritos y oraciones de la iglesia. Su esposa se quedó a cargo del templo y de la familia. Con el tiempo, se le veía cada vez más deteriorada por los viajes al centro penal para dejar el famoso paquete. Meses después, solía sentarse en el borde de una silla de plástico, leyendo la Biblia. Una mañana, en todas las tiendas y casas de la comunidad se hablaba de lo mismo: él había muerto de un infarto en la madrugada. Pero la situación no quedó ahí. Se decía que la pastora no sabía nada de la muerte de su esposo. Espero que ahora ya lo sepa y que pronto esté libre.

También escuché sobre muchas personas a quienes sus parejas abandonaron en medio del caos nacional. Se fueron con otras, otros y otres, sin importar las relaciones ni los lazos familiares que quedaron destruidos.

Me pregunto mucho sobre ese amor que juran a un país, con una mano sobre la Biblia, cada cinco años. ¿Dónde está la patria querida que cantan?, cuando un 26.6% de la población vive en pobreza, cuando el 1.17% se encuentra en condiciones de vulneración de derechos humanos, y cuando un 24% de salvadoreños vive fuera del país, muchos de ellos esperando ser deportados, de acuerdo a los informes de organizaciones sociales y de la CIDH.

Tal vez esto sea solo una reflexión, pero el amor no es una doctrina. Se rompe. Y en muchas ocasiones ha sido quebrantado por un Estado, un gobierno y un ministerio público ausente.