¿Fracasé el 2024?

¿Fracasé este 2024?

Esta pregunta ha rondado constantemente en mis conversaciones con amigas, amigos y amigues.

Por Katherine García

Para muchas personas cercanas a mí, este año ha sido una montaña rusa emocional: momentos de éxito puro que nos llenaron de orgullo, seguidos de etapas que sentimos como fracasos absolutos. Este vaivén extremo puede parecer particular, pero también refleja la radicalidad que caracteriza mi Trastorno Límite de la Personalidad (TLP), donde la perspectiva tiende a polarizarse.

Sin embargo, al compartir estas reflexiones, veo que no soy la única que inició el año con diez metas y terminó cumpliendo solo dos. ¿Será que fracasamos realmente, o el contexto mismo nos empuja a sentirnos así?

Evaluando el fracaso en espiral

Hagamos una evaluación desde lo externo hacia lo interno. Comencemos por el país ¡dan ganas de huir! Este año, la economía ha empeorado, aumentando la crisis alimentaria. El Estado, en un acto que parece insensible, derogó la ley de minería que tanto costó a la comunidad de Santa Marta, en Cabañas, donde cinco personas perdieron la vida luchando por proteger el medio ambiente.

Además, las amenazas al escalafón salarial médico y el Seguro Social privatizó parte de sus funciones, como la distribución de medicamentos y seguridad. Ufff. Respiremos lentamente.

En este contexto, nuestras metas personales también se ven afectadas. Muchas veces nos culpamos por no haber cumplido nuestras propias expectativas, ignorando que vivimos bajo condiciones sistémicas que nos colocan en un estado de vulnerabilidad constante.

Como menciona el sociólogo Pierre Bourdieu, nuestras aspiraciones están condicionadas por un «habitus» que depende del capital económico, cultural y social al que tenemos acceso. En un sistema capitalista que prioriza el rendimiento y el éxito individual, es fácil internalizar el fracaso como un defecto personal, cuando en realidad es producto de estructuras capitales y patriarcales.

¿Eso quiere decir que el capitalismo tiene un peso en nuestras metas? El capitalismo nos empuja a pensar que, si no alcanzamos nuestras metas, es porque no trabajamos lo suficiente. Este pensamiento se alinea con lo que Mark Fisher describe en Realismo Capitalista: una ideología que nos hace creer que no hay alternativa al sistema actual y que cualquier fallo es responsabilidad nuestra.

Sin embargo, es crucial recordar que vivimos en un sistema diseñado para explotar nuestras energías y luego hacernos sentir insuficientes. Este ciclo perpetúa una sensación de fracaso constante.

La feminista Silvia Federici, en Calibán y la bruja, explica cómo las crisis del capitalismo también afectan desproporcionadamente a las mujeres y las poblaciones más vulnerables, quienes sostienen gran parte del trabajo de cuidados y reproducen la vida misma, sin reconocimiento ni apoyo.

En este sentido, el «fracaso» no es solo una experiencia individual, sino una consecuencia directa de un sistema que precariza nuestras vidas por género. Es decir que nosotras, y nosotres tenemos más obstáculos para cumplir nuestras metas.

Otra autora relevante, Brené Brow, en su libro La fortaleza de la vulnerabilidad, plantea que reconocer nuestras imperfecciones y compartir nuestras experiencias de fracaso puede fortalecer nuestras relaciones y nuestra resiliencia emocional. Cuando hablamos de nuestros fracasos, encontramos apoyo y validación en les otres, lo que nos ayuda a afrontar estas emociones de manera colectiva.

la transformación personal está intrínsecamente ligada a la transformación social. Si sentimos que hemos fracasado, quizá sea porque vivimos en un estado que constantemente nos pone en desventaja. Reconocer esta realidad no es una excusa, sino un primer paso para resistir, sanar y construir alternativas colectivas y populares.

En este 2024, no fracasaste. Navegaste a través de un El Salvador complicado, diste lo mejor de ti y, lo más importante, sigue adelante. Eso, por sí solo, es un acto de resistencia y valentía. Desde la organización popular, Entendemos que nuestra individualidad no se mide por logros materiales, como comprar un carro en 2025. Más bien, si unimos nuestras voces para exigir mejores políticas públicas, podremos enfrentar las crisis alimentarias y construir un futuro más equitativo, en el que nadie quede atrás.