Editorial por Revista La Brújula
El acto de “investidura presidencial” del actual presidente Nayib Bukele para un segundo mandato consecutivo se llevará a cabo este primero de junio, a pesar de que la reelección es inconstitucional en nuestro país.
Pero su investidura no está siendo miel sobre hojuelas; su ascenso al trono está siendo opacado por diferentes escándalos. Entre ellos se incluye el de un funcionario sorprendido en uno de los salones de la BINAES manteniendo relaciones sexuales con una empleada de la biblioteca. Además, el fraude de COSAVI por 35 millones a sus asociados, siendo esta institución uno de los principales donantes del partido de gobierno ‘Nuevas Ideas’. Sumado a esto, la destrucción de las baldosas centenarias del Palacio Nacional y las diversas expresiones de descontento de la población por el desalojo y maltrato al sector informal del Centro Histórico de San Salvador. Y como antesala, las capturas arbitrarias de siete dirigentes del movimiento de veteranos de guerra.
Su ascenso al poder marca un hito en la política salvadoreña. Después de 1992, año en que finalizaron las dictaduras militares, un período marcado por la represión política, la violencia contra la oposición, el país avanzó hacia una ‘frágil democracia’. Sin embargo, nos encontramos nuevamente frente a la consolidación de una nueva dictadura en El Salvador.
¡Sí, una dictadura! Actualmente el gobierno de Bukele tiene cooptado el poder legislativo tras un proceso de elección con reformas al Código Electoral para cambiar el método de asignación de escaños y reducción del número de diputados meses antes de los comicios, donde Nuevas Ideas obtuvo mayoría calificada.
Respecto a independencia judicial, ya sabemos que ocurrió ese emblemático 1 de mayo de 2021, donde los diputados de Nuevas Ideas y sus aliados, destituyeron a los magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia y al Fiscal General de la República.
Y su último golpe a la democracia, la modificación al artículo 248 de la Constitución que permitirá hacer reformas a la carta magna en una misma legislatura, generando mucha preocupación de que puedan cambiar las reglas del juego y reformen la Constitución poniendo en menoscabo los derechos humanos.
El gobierno de Nayib Bukele está cimentando un régimen totalitario. Cada día mina el Estado de derecho, la institucionalidad pública y uno de los principios básicos de la democracia: los pesos y contrapesos, fundamentales para garantizar los derechos de las personas.
En resumen, la investidura de Nayib Bukele como presidente de El Salvador marca el comienzo de una nueva era en la política del país. Si bien hay preocupaciones y expectativas, también hay desafíos significativos que enfrentar para las mujeres, jóvenes y poblaciones disidentes, los sectores más afectados por las políticas implementadas durante su gobierno y más de dos años de régimen de excepción.
Revista La Brújula estará atenta y seguirá de cerca la evolución del gobierno de Bukele en los próximos años, seguiremos informando y denunciando. Estamos conscientes que este ejercicio se verá impactado, porque a los dictadores no les gusta la prensa crítica.