Dos grupos de teatro de mujeres salvadoreñas surgen a partir de sus propias historias, haciendo revolución en los escenarios contraponiéndose al teatro de élite y de diversión al que están acostumbradas las personas.
La Cachada Teatro y Las Tres Prietas Teatro son dos apuestas conformadas por mujeres vendedoras de los mercados y por un grupo de mujeres jóvenes que buscan reivindicar sus orígenes. En el marco del Día Mundial del Teatro que se celebra cada 27 de marzo, estos dos grupos celebran el trabajo desde la colectividad y reconocen la importancia de contar sus historias en las tablas.
“Detrás de cada canasto, detrás que cada mujer que está gritando una venta en el mercado, hay una historia que merece ser escuchada”
«Cachada, cachada, cachada» es la palabra común que se escucha en los mercados y que indica la oportunidad de comprar un producto con un precio más barato que en otros lugares. Para las actrices de La Cachada el teatro fue una oportunidad de vida y que supieron identificar y concretar en 2013 con ese nombre.
Las obras de La Cachada son un reflejo de las realidades que viven las mujeres vendedoras de los mercados, reivindican sus historias como se presenta en «Algún día», que cuenta la historia de una vendedora que sale y no vende nada, además está el hecho de dejar solas a hijas e hijos que “tiene que ver con ser vendedoras”.
“Cuando se buscó el nombre se pensó en uno que tuviera que ver con nuestras raíces: el mercado. Para nosotras el teatro fue precisamente esa cachada, una oportunidad que aprovechamos”, relata La Cachada.
Magdalena Henríquez, Evelyn Chileno, Wendy Hernández, Magaly Lemus y Alejandra Nolasco son vendedoras del mercado y son las actrices que conforman La Cachada Teatro bajo la dirección de Egly Larreynaga, rondan los 40 años y por medio del teatro retratan sus historias de vida.
“Lo que queremos contar es que detrás de cada canasto, detrás que cada mujer que está gritando una venta en el mercado, hay una historia que merece ser escuchada, respetada y que cada una de ellas valora y pueda desmontar toda esa normalidad porque cuando nosotras trabajamos con mujeres que se han criado y tienen 40 años vendiendo en los mercados no tienen otra visión porque no saben que pueden, que existen otras posibilidades”.
Ellas comentan sobre las posibilidades que les dio el teatro. “Después de los talleres íbamos diferentes a nuestras casas, nos generó cambios, nos gustó tanto poder empezar a dialogar con nuestros hijos, entender que no fue normal ser mamá a los 15 años y luchar para que no les pasara lo mismo. El teatro permitió cambiar la forma de crianza. Todas esas cosas que nos empezamos a cuestionar sobre nosotras mismas nos hicieron quedar en un espacio que hemos construido juntas y que no queremos perder”.
El teatro para ellas ha sido un proceso de sanación y de acompañamiento “fue maravilloso tener la oportunidad de perdonarme a mí misma y decir que hice lo que podía con lo que tenía”, dicen. Añaden que les mostró una posibilidad de vivir y construir comunidad entre las cinco, de poder reír juntas, llorar y soñar y saber que estaban para acompañarse desde sus posibilidades.
En 2011 las cinco actrices se conocieron al recibir talleres de teatro y presentar una obra en el Teatro Nacional que fue bien recibida por el público “entendimos que era importante por los comentarios que nos hacían otras mujeres ‘nosotras también venimos de esa realidad’, que consideramos normal y quitarle esa normalidad fue poderoso”.
A partir de ese proceso descubrieron otras capacidades en ellas mismas y vieron en el proyecto una oportunidad de vida. En 2013 se conforma el proyecto La Cachada Teatro que para ellas ha sido un proceso de deconstrucción, de cuestionarse las relaciones con sus hijas e hijos, de identificar las violencias que vivieron desde niñas y dejar de replicarlas en sus familias.
La Cachada considera que su teatro abona a la lucha feminista “con nuestro teatro defendemos los derechos de las mujeres, de las niñas, de los niños y desnormalizamos lo que para la mayoría de las mujeres de este país ha sido normal toda su vida, como ver la maternidad de la única forma en que quieren que se vea, ponerle nombre a los diferentes tipos de violencia que sufrimos”.
Prietas: ¿Por qué se dicen así?
“La colectiva la hemos ido sosteniendo, ayudándonos desde cómo nos identificamos, que va más allá de un tono de piel, sino es sentirse menospreciada, no encajar en los cánones de belleza, sabemos que si nos buscan es para un papel de las malas, villanas, papeles así ofrecen, nosotras tenemos más que contar, que hacer esos papeles. Nos preguntan ‘¿Por qué se dicen así?’, queremos reivindicar este color porque la gente lo relaciona con lo despectivo, lo malo, lo feo, por eso nos nombramos así, prietas.
Las Tres Prietas Teatro apuestan a hacer teatro desde la colectividad, donde sean solo mujeres porque es otra forma de rebeldía y de revolución en los escenarios. Ellas reivindican las luchas de las mujeres en las comunidades en temas como la identidad, color de piel, lengua, problemáticas ambientales y luchas contra la violencia de género.
Las jóvenes actrices apuestan a ser un grupo solo de mujeres, dirigidas por ellas mismas, que cuenten sus historias y de otras mujeres y que esas historias se puedan conocer en diversos lugares.
“Valoramos el dirigirnos nosotras, porque somos una creación colectiva y porque todas somos capaces de hacerlo. Además, es más fácil fluir en las conversaciones, en las ideas, ser libres con la expresión de nuestros pensamientos, reconocer que somos diferentes, que tenemos formas diferentes para decir las cosas, estando juntas fluyen las cosas, tenemos empatía. También nuestras historias van en esa línea, nuestros personajes son mujeres, temas o cosas que nos han pasado por el cuerpo o a nuestras familias. El estar en una colectividad de mujeres da la apertura a descubrirte como ser humana”.
Los saberes, conocimientos o necesidades que las comunidades poseen y quieren contar de manera diferente son las artes prietas y que buscan lograr un reencuentro con las abuelas. Un grupo de mujeres jóvenes que surge en 2016 busca revitalizar esas historias y que sean otras generaciones las que se apropien de ellas.
“Todas las obras coinciden en conectar con nuestras ancestras y ancestros, con las abuelas, con ese deseo que tenemos las mujeres, esa añoranza, son un homenaje a ellas, a lo que nos contaban, poder reconectarnos con la tierra, recordar la sabiduría de ellas”.
Entre sus obras están: Iyulu Ne Siwat (corazón de mujer) y el llamado de tunantzin, Shuchikisa (florecer).
El grupo se conformó en un inicio por tres mujeres pero actualmente son cuatro actrices: Anma Alonso, Tania Tiltik, Fati Ach y Crtisty Grande. La iniciativa de hacer teatro desde la colectividad surge en 2016 cuando estudiaban el Diplomado en Teatro en el Centro Nacional de Artes (CENAR), en ese tiempo se identificaron con sus historias, con sus orígenes, corporalidades, sueños y querían transmitirlo por medio de este arte.
“Nos identificabamos, además de lo que nos sucedía internamente en la institución, reconocernos por nuestro color de piel, encontrarnos, saber que no solo una se sentía así y contar las experiencias que habíamos tenido por ser de este color de piel, entonces fue cuando decidimos crear desde ahí”.
Durante el tiempo en el CENAR enfrentaron discriminación y violencia que denunciaron, lo que conllevó a ser las incómodas. “Lo que nos hizo mantenernos en el CENAR fue la fuerza de nosotras mismas, estar juntas en ese momento. La misma obra nos hizo mantenernos unidas”.
De un grupo de alrededor de 19 estudiantes en el diplomado quedaron tres “las tres prietas”, dicen ellas. Su obra de graduación Nusiwapiltzin (mi pequeña) fue el inicio para aventurarse en este arte.
“Si una no tiene ciertos rasgos hegemónicos las compañías no te buscan, entonces nosotras dijimos 'porque no hacer teatro desde lo que somos´ negras, prietas, racializadas, desde donde nos encontramos, desde donde hemos coincidido y en ese cuestionar donde dijimos: ‘¿por qué no lo intentamos?’, y ya llevamos cinco años de colectiva”.
Para Las Prietas el teatro es un privilegio al que pocas personas tienen acceso pero en las comunidades hay muchas historias por contar desde su memoria, conocimientos ancestrales, mitos, leyendas que están presentes, además de las problemáticas sociales.
En 2022 comienzan a trabajar en el proyecto “Escuela Itinerante de las Artes Prietas” para que las comunidades puedan conservar, a través de la participación de las niñas y los niños, sus saberes, sus luchas y lograr así que se apropien de ellas sin transgredir sus derechos.
“El teatro pretende fortalecer conocimientos en los niños y las niñas y conectar con lo que la comunidad necesita. Hay comunidades que ven que no habrá relevo generacional por sus luchas, la idea es que la escuela funcione en ese sentido para que puedan reconocerse en ese contexto sin transgredir sus derechos”.
En este proceso imparten cuatro materias: teatro con un enfoque de audio-lectura que busca contar parte de las tradiciones del lugar a través del teatro; estatuismo que se crea a partir de lo que se necesita contar a través de la estatua; la danza para revitalizar el arte popular a través de las danzas y la cultura de cada pueblo; títeres, que parte de cómo se cría diferentes personajes para dar una identidad.
Ellas comparten sus herramientas para que el teatro sea parte de la vida de la comunidad aunque reconocen que éstas ya hacen teatro. De este proyecto en 2022 graduaron dos promociones con alrededor de 60 participantes en diferentes comunidades de la zona occidental del país.
Los dos grupos de teatro están trabajando en el montaje para la presentación de obras que bordan el tema de la migración.
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