Ilustraciones: Gabriela Turcios
Por: Emily Peña, Gabriela Turcios, Rhina Guevara, Ruth Zavala.
Este trabajo periodístico fue realizado por jóvenes participantes del diplomado feminista “Narrar desde el cuerpo-territorio” desarrollado durante el mes de julio por el equipo de Revista La Brújula.
Alexia Ortíz es una mujer salvadoreña sobreviviente de violencia sexual, física, psicológica y verbal por parte de su expareja. Ella ejerce la maternidad de un niño y una niña desde la disidencia, esto ha implicado muchos esfuerzos como retrasar sus planes de vida, dedicarse al mismo trabajo desde hace diez años a cambio de estabilidad económica y encontrar la resiliencia en su día a día.
Ortiz comenta que desde el feminismo, aprendió a ser madre tomando una perspectiva diferente, rompiendo con el ciclo de violencia en el que se encontraba y reivindicando el amor propio. Actualmente vive con su hijo y su hija, estudia la carrera de trabajo social, trabaja en atención al cliente y es activista independiente dentro del movimiento feminista.
“Todas esas cosas malas, las metí en una caja y dije no, de aquí no soy, de aquí salgo y de aquí me desligo”, añade Ortíz.
Alexia encontró una forma de crianza y maternidad diferente desde el feminismo, que rompe con los roles que la sociedad cree que son los correctos para formar a sus hijos e hijas; una crianza desde el diálogo, el cariño y el amor como pilares fundamentales.
“Asumí la maternidad desde la niñez”
Desde muy temprana edad, aprendió a ser cuidadora de su hermana menor, Andrea, ya que su madre, siendo una mujer soltera, se dedicaba a trabajar para poder darles el sustento necesario para la vida. Esto logró que la relación entre su hermana menor y ella, fuera aún más estrecha, encontrando en Andrea, no solo una hermana, sino también una amiga que la acompañaría por el resto de su vida.
Durante su crecimiento y adolescencia, Alexia se dedicó a estudiar, patinar, ampliar su círculo social y disfrutar lo que en su infancia no logró. Sin embargo, la actitud con su familia fue cambiando poco a poco, a tal punto que solo se encargaba de mantener informada a su madre y su padre sobre su desempeño académico. El resto de los aspectos de su vida los mantuvo al margen, pues huía de los roles que su familia quería que cumpliera: el cuidado del hogar y los quehaceres domésticos que a sus cortos 16 años, eran una sobrecarga que solo era asumida por ella.
Para Alexia, el contexto se complicaba aún más, debido al lugar en el que residía en ese momento; al ser una adolescente en una zona de alto riesgo, se exponía a factores externos como pandillas, el consumo de sustancias ilícitas y la delincuencia en general; tales condiciones podían jugar en contra de su integridad. Pese a ello, su espíritu y forma de ser se antepuso a todo esto y no dejó atrás su identidad ni sus deseos de hacer algo más allá de lo que los roles de género y la violencia social le condicionaban.
“Creo que uno de mis refugios para no pertenecer a una pandilla o no estar ahí cerca de ellos, fue esconderme en lo que a mí me gustaba en ese momento, que era patinar, ser skate, andar con ‘la cherada’ de ese momento”, comenta Alexia.
Un embarazo a temprana edad
Cuando Alexia alcanzó los 18 años, se encontraba en la universidad, dentro de la carrera de ingeniería Biomédica. Aún se dedicaba a patinar en sus tiempos libres, a participar en el equipo de fútbol universitario y ayudar a su madre en el hogar. Algunas de sus amistades se mantuvieron, en el camino conoció otras y fue cerca de los diecinueve años cuando quedó embarazada de su primer hijo.
“En su primer embarazo al principio fue difícil, pero bonito a la vez porque estuvimos ahí para apoyarla”, manifiesta Estela Segura, madre de Alexia.
Cuando la familia de Alexia se enteró de su primer embarazo, fue un hecho difícil de digerir, especialmente para ella, su padre y su madre. A los 19 años, Alexia partió de su hogar debido a que su familia y la familia de su pareja, en ese entonces, deseaban que se unieran en matrimonio en contra de su voluntad. Se casó con el padre de su hijo y comenzó nuevamente a construir su vida con su nueva familia que estaba formando.
A pesar de ello, su madre no dejó de apoyarla económicamente y su hermana, que en ese momento era estudiante de medicina, veló por su bienestar, ya que ella no pudo seguir con sus estudios, debido a que su pareja impidió que continuara con su carrera o que buscara empleo.
Durante el embarazo, la pareja de Alexia trabajaba, pero el dinero no era suficiente para saldar todos los gastos y deudas que ambos tenían que pagar. Es entonces cuando Alexia, estando embarazada, comienza a trabajar.
“Mi hermana Andrea trabajaba como promotora de ventas y ella me consiguió trabajo en ese lugar. Pero el requisito era que no estuviera embarazada. No se me notaba el embarazo, así que inicié a trabajar, escondía mi panza para que no me despidieran”, expresa Ortíz.
Para Alexia, fue un proceso difícil de readaptación, pues sin más opciones por las cuales decidir, dio a luz a su primer hijo en junio del 2011, convirtiéndose en madre a temprana edad.
Según datos recopilados por la Organización de Mujeres Salvadoreñas por la Paz (ORMUSA), más de seis mil niñas y adolescentes reportaron embarazos durante los primeros seis meses del 2021, un equivalente a 38 niñas y adolescentes entre los 10 y 19 años de edad embarazadas al día.
Poco a poco, logró estabilizarse al lado de su pareja, obteniendo todos los elementos básicos para tener dentro de una casa, pero continuaba siendo un recorrido en el que ella misma hubiese querido poder cambiarlo, ya que en sus planes no estaba apreciado un embarazo no deseado. Cuatro años después, ambos, tanto su pareja como ella, decidieron separarse debido a la infidelidad de su esposo y compartir responsabilidades en cuanto a la crianza de su hijo. Hecho que hasta el día de hoy se mantiene de forma armoniosa.
Viviendo una maternidad feminista y disidente
Para el año 2016 dio a luz a su hija menor. Esta nueva maternidad fue incluso más difícil que la primera, ya que el padre de su hija no la apoyó bajo ningún aspecto y fue quien ejerció la violencia física, sexual, psicológica y verbal durante su embarazo y después de este.
Pese a todo lo que atravesó Alexia, hoy en día es madre de un niño de 11 años y una niña de 5, tiene un trabajo estable y continúa sus estudios en la carrera que eligió.
La red de apoyo de mujeres ha sido fundamental en su vida, el acompañamiento de su madre, sus hermanas y sus amigas, fue un punto clave para salir adelante. Pero también, gracias al feminismo, pues fue por la iniciativa de su hermana menor que tuvo la tentativa de entrar al movimiento, del cual afirma que al entrar, cambió su vida.
“Entré en un lugar del cual no podía salir y gracias al feminismo no vuelvo ahí porque ya sé que no puedo permitir que alguien me atropelle cuando yo digo que no”, expresa Alexia.
Desde que Alexia conoció el feminismo, encontró una red de mujeres con las que cuenta en todo momento para recibir apoyo y acompañamiento en su día a día.
Este cambio no solo es percibido por ella misma, sino también por quienes le rodean, pues en palabras de su hermana y su madre, el feminismo le ha ayudado, ya que fue por medio de este movimiento, que aprendió sobre sus derechos y que estos deben hacerse valer, así como también le ayudó a romper con la idea de que ser madre limita sus sueños y metas.
El feminismo le ayudó a seguir con los planes que tenía proyectados para su vida y las vidas de su hijo y su hija. Asimismo también en el rol que desempeña en la crianza, puesto que rompe con los esquemas de violencia como forma de corrección dentro de la maternidad.
Alexia toma una alternativa diferente y practica el diálogo a través del cual evita los castigos físicos, mantiene una relación cercana con su hijo y su hija e intenta abolir los pensamientos y costumbres machistas que el sistema impone desde la niñez.
“El feminismo le ha ayudado bastante con el tema de ser madre, la ha empoderado, en su autoestima también. Es un efecto dominó en la crianza de los niños”, afirma Andrea Ortíz, hermana de Alexia.
En la maternidad de Alexia, no ha faltado el apoyo de las mujeres, y actualmente sigue presente, no solo de parte de su familia, sino también dentro del movimiento feminista y su grupo de amigas; lo cual ha contribuido a que su vida haya tomado un rumbo diferente en todos los ámbitos.
Esto ha permitido que Alexia haya alcanzado varios logros, pues está por egresar de la carrera de Trabajo Social, ha adquirido pertenencias materiales por su propia cuenta y el más importante, salió de un ciclo de violencia ejercido por el padre de su hija a partir del año 2016 hasta finales del año 2020, el cual coartaba su identidad, plenitud y libertad.
“Salir de un círculo de violencia es lo más difícil que una mujer puede atravesar. Entonces para mí es un logro personal haberme salido de este ciclo de violencia, y respirar con tranquilidad”, añade Alexia.
Alexia es reconocida por las mujeres de su familia como una persona llena de fortaleza, valentía, resiliencia, con una gran fuerza de voluntad y digna de admiración; pues es un testimonio de maternidad disidente, así como de superación personal dentro del sistema patriarcal salvadoreño.
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